El físico nuclear Juan Balmacena de Caballito, premiado.- 02 - 09 - 2023.-
Se llama Juan Maldacena y tiene apenas 50 años. Nació en el barrio porteño de Caballito y hoy está en la tapa de varios diarios del mundo porque ganó el Yuri Milner que es un premio a las investigaciones sobre física que otorga tres millones de dólares, un dato para comparar: El premio Nóbel otorga apenas un millón doscientos mil dólares.
Esto no es todo. A los 30 años, Juan, recibió en Budapest uno de los mayores reconocimientos que existen en el campo de la ciencia y fue tapa del New York Times. Se podría hacer una película titulada: “Juan, de Caballito a Budapest”. O mejor dicho, a Harvard. Allí en Harvard, en la cumbre de la excelencia educativa, está trabajando este ex vecino del barrio porteño de Caballito. Es el profesor vitalicio más joven de la historia de Harvard.
Juan es la expresión de una historia luminosa que debería hacer inflar de orgullo el pecho a los argentinos. Hay que tomarlo como una forma de superar tanta irracionalidad y odio que a veces siembra la realidad cotidiana.
Maldacena es el creador de una teoría revolucionaria que lo convirtió en el niño mimado de la física moderna y en uno de los científicos más populares del planeta. Muchas publicaciones científicas se preguntan si el mundo no está ante la presencia de un nuevo Albert Einstein.
Es que precisamente, su gran descubrimiento tiene que ver con ese emblema universal del conocimiento que fue Einstein. Juan formuló una nueva teoría que explica mejor cómo está formado y cómo funciona el universo.
Un intento de explicar con palabras sencillas su teoría como para que lo entienda gente ajena a la física, Maldacena relacionó y unificó la “Teoría de la Relatividad”, que describe el funcionamiento de objetos tan grandes como estrellas, galaxias o el propio universo, con la teoría de la mecánica cuántica que analiza el comportamiento de los mundos infinitesimales, como los electrones o los Quarks.
Este porteño es profesor en la Escuela de Ciencias Naturales del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, el mismo en el que trabajó y murió Einstein.
Juan es el típico producto de la movilidad social ascendente de una típica familia de clase media porteña que podía enviar a su hijo a la universidad.
Historias como esta merecen ser contadas porque ayudan a levantar el ánimo de los argentinos ante tanta basura de inseguridad, corrupción y peleas por el poder como hay. Es una forma de reafirmar que los argentinos aún pueden, como alguna vez pudieron, algo que se ve reflejado en varios premios Nobel científicos y otros obtenidos. Es una expresión de que en la Argentina no todos son solo futbolistas, o políticos corruptos, o piqueteros, o delincuentes, o "la mano de Dios"... Los argentinos generalmente descollan a nivel mundial en forma individual, pero les es muy difícil lograrlo a nivel de grupo o equipo, justamente al revés que otras sociedades.
Un orgullo para el país.
A todos nos gustaría felicitarlo, aclamarlo como a un campeón... Sin embargo, nadie habla de él...
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La Maestra de quinto grado. - 02 - 09 - 2023.
Frases y Reflexiones ·
Envío de Selene Juarez ·
EL PERFUME DE LA MAESTRA.
El primer día de clase, la maestra doña Tomasa les dijo a sus alumnos de quinto grado, que ella siempre trataba a todos por igual, que no tenía preferencias ni tampoco maltrataba ni despreciaba a nadie.
Muy pronto comprendió lo difícil que le iba a resultar cumplir sus palabras. Había tenido alumnos difíciles, pero nadie como Pedrito. Llegaba al colegio sucio, no hacía las tareas, pasaba todo el tiempo molestando o dormitando, era un verdadero dolor de cabeza. Un día no aguantó ya más y se dirigió a la dirección.
- Yo no soy maestra para soportar la impertinencia de un niño malcriado. Me niego a aceptarlo por más tiempo en mi clase. Ya casi son las vacaciones de Navidad, espero no verlo cuando volvamos en enero.
La directora la escuchó con atención, y sin decirle nada, revisó los archivos y puso en las manos de doña Tomasa el libro de vida de Pedrito. La profesora lo comenzó a leer por deber, sin convicción. Sin embargo, la lectura le fue arrugando el corazón:
La maestra de primer grado había escrito: “Pedrito es un niño muy brillante y amigable. Siempre tiene una sonrisa en los labios y todos le quieren mucho. Entrega sus trabajos a tiempo, es muy inteligente y aplicado. Es un placer tenerlo en mi clase”.
La maestra de segundo grado: “Pedrito es un alumno ejemplar con sus compañeros. Pero últimamente se encuentra triste porque su mamá padece una enfermedad incurable”
La maestra de tercero: “La muerte de su mamá ha sido un golpe insoportable. Ha perdido el interés en todo y se pasa el tiempo llorando. Su papá no se esfuerza en ayudarlo y parece muy violento. Creo que lo golpea.”
La maestra de cuarto: “Pedrito no demuestra interés alguno en clase. Vive cohibido y cuando intento ayudarle y preguntarle qué le pasa, se encierra en un mutismo desesperanzador. No tiene amigos y está cada vez más aislado y triste”
Por ser el último día de clase antes de las Navidades, todos los alumnos le llevaron a Doña Tomasa unos hermosos regalos envueltos en fino y coloridos papeles. También Pedrito le llevó el suyo envuelto en una bolsa de papel. Doña Tomasa fue abriendo los regalos de sus alumnos y cuando mostró el de Pedrito, todos los compañeros se echaron a reír al ver su contenido: un viejo brazalete al que le faltaban algunas piedras y un frasco de perfume casi vacío. Para cortar por lo sano con la risa de los alumnos, Doña Tomasa se puso con gusto el brazalete y se echó unas gotas de perfume en cada una de las muñecas. Ese día, Pedrito se quedó el último al salir de clase y le dijo a su maestra: “Doña Tomasa, hoy usted huele como mi mamá”
Esa tarde, sola en su casa, Doña Tomasa lloró un largo rato. Y decidió que en adelante, no solo iba a enseñar a sus alumnos lectura, escritura, matemáticas… sino sobre todo, que los iba a querer y les iba a educar el corazón. Cuando se reincorporaron a clase en enero, Doña Tomasa llegó con el brazalete de la mamá de Pedrito y con unas gotas de perfume. La sonrisa de Pedrito fue toda una declaración de cariñoso agradecimiento. La siembra de atención y cariño de Doña Tomasa fue fructificando en una cosecha creciente de aplicación y cambio de conducta de Pedrito. Poco a poco, fue volviendo a ser aquel niño aplicado y trabajador de sus primeros años de la escuela. Al final del curso, a Doña Tomasa le costaba cumplir sus palabras de que, para ella, todos los alumnos eran iguales, pues sentía una evidente predilección por Pedrito.
Pasaron los años, Pedrito se fue a continuar sus estudios en la universidad y doña Tomasa perdió contacto con él. Un día recibió una carta del doctor Pedro Altamira, en la que le comunicaba que había terminado con éxito sus estudios de medicina y que estaba a punto de casarse con una muchacha que había conocido en la universidad. En la carta le invitaba a la boda y le rogaba que fuera su madrina de boda.
El día de la boda, Doña Tomasa volvió a ponerse el brazalete sin piedras y el perfume de la mamá de Pedrito. Cuando se encontraron, se abrazaron muy fuerte y el Doctor Altamira le dijo al oído: “Todo se lo debo a usted, Doña Tomasa”. Ella, con lágrimas en los ojos, le respondió: “No, Pedrito, la cosa sucedió al revés, fuiste tú quien me salvaste a mí y me enseñaste la lección más importante de la vida, que ningún profesor había sido capaz de enseñarme en la universidad: me enseñaste a ser maestra”.
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El Palacio San Jacinto, su demolición. - 1°- 09 - 2023.-
SOCIEDAD. TELAM
2O-O6-2O2O 19:19 - PATRIMONIO.
Hace 50 años se remató el Palacio San Jacinto, de los Unzué
AUDIO
Se trata del casco de la Estancia del mismo nombre, que en su esplendor tuvo una extensión de 75 mil hectáreas en el Partido de Rojas, Provincia de Buenos Aires, y que significó un estandarte de la aristocracia terrateniente.
POR OSCAR PINCO.- 2O-O6-2O2O | -Telam.
Este 2O de junio se cumplen 5O años del remate del Palacio San Jacinto, que precedió a su demolición, casco de la Estancia del mismo nombre de la familia Unzué, que en su esplendor tuvo una extensión de 75 mil hectáreas, en el Partido de Rojas, Provincia de Buenos Aires, y que significó un estandarte de la aristocracia terrateniente.
María Unzué de Alvear, conocida en la alta sociedad porteña como "la Beba Alvear", heredó de su padre, Saturnino Unzué, la Estancia San Jacinto, que se encontraba en el distrito de Carabelas, en el partido de Rojas.
Unzué era un próspero comerciante en Buenos Aires y en 1850 ya había comprado tierras en Mercedes, pero en 1851 cuando el General Justo José de Urquiza organizaba el Ejército Grande para derrocar a Juan Manuel de Rosas, buscaba recursos para fortalecer a sus tropas y ese dinero lo iba a destinar a pertrechos, por lo que Saturnino le hizo un suculento aporte.
El 3 de febrero de 1852 en la Batalla de Caseros, Urquiza logró efectivamente derrotar a Rosas y en 1855 el caudillo entrerriano le entregó a Saturnino Unzué, en pago por lo prestado, unas 30 leguas cuadradas de tierra, equivalentes a unas 75.000 hectárea, en la zona de Rojas, convirtiéndolo en un próspero hacendado con la explotación agrícola y ganadera.
Telam SE
Cuando Saturnino Unzué falleció en 1886 (a los 60 años), también había realizado aportes a Julio Argentino Roca para su avanzada sobre la zona sur del país, conocida como Campaña del Desierto, por lo que su patrimonio se había enriquecido, además, con una nueva entrega de tierras en reconocimiento. Así fue como los Alzaga Unzué se convirtieron en los más grandes terratenientes con unas 500 mil hectáreas de campo.
Fue entonces que la Estancia San Jacinto quedó en manos de su hija María de los Remedios Unzué, una muchacha que, por entonces, tenía 25 años.
Con todo, un año antes había contraído matrimonio con Ángel Torcuato del Corazón de Jesús de Alvear Pacheco (hermano de quien fuera el presidente de la Nación, Marcelo Torcuato de Alvear), de quien quedó viuda en 19O5. El patrimonio acumulado la llevó a ser considerada la mujer más rica de la Argentina.
Hace exactamente 1OO años, en 1920, la Beba Alvear le encargó el diseño y la construcción del Palacio San Jacinto al arquitecto francés Louis Faure Dujarric, que plasmó el palacete en un estilo normando francés, con un centenar de habitaciones a las que se accedía moviendo lustrosos picaportes enchapados en oro, majestuosas arañas colgantes, muebles importados de Francia, adornos, refinadas porcelanas Sevres, estatuas de bronce, vidrios artísticos de Nancy, y muchísimos cuadros de diferentes artistas que ubicaron a la Beba como una verdadera mecenas.
"El Castillo", como lo denominaban los lugareños, estaba dividido en dos alas desde el eje que señalaba la imponente entrada principal: los testimonios de la época aseguran que impresionaba por su lujo bizantino, y las reuniones sociales que en él se desarrollaban marcaban la agenda de entonces, ya que por la extensa estancia pasaban tres líneas del Ferrocarril (San Martín, Belgrano y Urquiza) y fue visitado por ilustres personalidades como los presidentes argentinos Marcelo Torcuato De Alvear (cuñado de la propietaria) y Agustín P. Justo, y Manuel Ferraz Campos Salles, mandatario de Brasil.
En "El Castillo" fue filmada la película "Fantoche" (1957), protagonizada por Luis Sandrini y Beatriz Taibo, y todo su esplendor quedó plasmado en el celuloide en blanco y negro.
(STras la muerte de María Unzué(S)
María Unzué de Alvear falleció en Buenos Aires el 18 de enero de 195O a la edad de 88 años. No dejó descendencia directa y El Castillo y las 60 hectáreas que lo rodeaban fueron heredados por las cuatro hijas de su sobrina nieta y ahijada, Ángela González Álzaga, que hizo usufructo de esas propiedades hasta que las herederas, Lucía, María Inés, Teresa y Amalia fueron mayores de edad.
Con las herederas sobrevino la decadencia de las terceras generaciones, que dilapidaron la fortuna y la prosperidad de sus antepasados, y la mala administración derivó en falta de mantenimiento y deterioro, por lo que en 1968 decidieron vender la propiedad a Ecuador Inversora, una empresa de capitales estadounidenses radicada en Montevideo, que pretendía instalar allí un Hotel-Casino.
Sin embargo, una ley impedía el funcionamiento de una sala de juegos a menos de 4OO kilómetros de Buenos Aires, de manera que la propiedad salió a remate el 2O de junio de 197O: la empresa buscaba recuperar su inversión vendiendo los bienes muebles y capitalizando la demolición posterior que, además de las paredes, destruyó también el patrimonio histórico, cultural y arquitectónico de una Argentina que se mostró al mundo como el granero del planeta.
Un vino de edición limitada con uvas de San Carlos, en Valle de Uco, se llama "Palacio San Jacinto" y cuenta en su etiqueta la historia de este palacete que fue un símbolo perdido de esa "Belle Epoque" de la "patria agrícola-ganadera" de las pampas, a unos 250 kilómetros al centro oeste de la ciudad de Buenos Aires.
Sergio Pedro Patta bautizó a sus vinos con el nombre de "Palacio San Jacinto" en memoria del Colegio Salesiano de La Trinidad, donde él estudió pupilo y obtuvo el título de agrónomo general, y que se encuentra junto a esa estancia ya que fue donado por la dueña de aquel campo. Patta fue testigo cuando era pequeño de aquel remate que signó el destino de esa magnífica propiedad enlazada a la historia del país.
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