Argumedo se sienta en las escalinatas de la Universidad de Artes (ciudad de Buenos Aires) y enciende un cigarrillo. Acaba de dar una charla en el marco del Foro del Pensamiento Crítico de Clacso, donde entre otras cosas, recordó la experiencia de las Cátedras Nacionales, que integró hace 50 años atrás junto a Justino O'Farrel, Horacio González y Roberto Carri, entre otros (ver aparte).
Nacida en Rosario en 1940, Argumedo actualmente es docente jubilada de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigadora del Conicet. Además dictó cursos de posgrado en diversas universidades del país y Latinoamérica. Es autora de Los laberintos de la crisis (1985) y Los silencios y las voces en América latina (1993), entre otros textos. También fue diputada nacional entre 2009 y 2017.
Crítica de la gestión de Cambiemos, advierte que desde el gobierno se intentan "vender" los ajustes en el marco de una crisis, cuando en realidad lo que hay es "un saqueo". Y como debate para las ciencias sociales propone avanzar en un pensamiento integral, para evitar así una "tupacamarización" de los saberes.
—¿Cómo ves hoy a la universidad, con reclamos por recortes y un gobierno que los niega?
—Acá hay concepción de fondo que se reitera. Los grandes ataques a la universidad y al Conicet fueron en su momento con Martínez de Hoz (ministro de Economía de la última dictadura) y Cavallo (ministro de Economía del menemismo y la Alianza), que nos mandaba a lavar los platos y bajó los salarios a niveles misérrimos. Sin desmerecer a nadie, recuerdo la anécdota de un investigador principal del Conicet, con doctorados en diversos lugares del país, que siempre le daba una propina al encargado del edificio, pero no leía las expensas. Hasta que las lee y se da cuenta que el encargado ganaba casi el doble que él. Lo de esa época fue una cosa gravísima y éstos (por el Gobierno macrista) también lo hacen. Acá hay una situación clave: si querés marginar al 30 o al 40 por ciento de la población no le podés dar un instrumento de poder tan fuerte como es la educación. Se dice que la información es poder, pero la educación es un poder mayor aún, porque es capaz de incorporar y procesar información y conocimiento.
—Hay una continuidad en estos tres momentos históricos...
—Fueron las tres etapas en las cuales tiraron abajo el sistema público de la Argentina que hasta antes de la dictadura militar había dado tres premios Nobel en ciencia, además de los Nobel de la paz. Con gente que desde jardín de infantes hasta la universidad fueron a instituciones públicas. Esto es lo que quieren destruir, porque ellos creen que la educación, así como la salud, no es un derecho social, sino una mercancía. Y por lo tanto va a tener mejor educación el que más pague. Las provocaciones que está haciendo (María Eugenia) Vidal en la provincia de Buenos Aires no son inocentes.
—Cuando dijo que los pobres no llegan a la universidad...
—Claro, pero lo piensan absolutamente, porque no es que son pobres solamente, son seres inferiores para ellos. Este racismo natural que tienen se revela en reventar todo aquello que sea una posibilidad de crecimiento de estos sectores.
—¿Cuál es tu mirada del rol que cumple hoy el Estado?
—Ellos cambian el rol del Estado, que no es lo mismo que liquidar el Estado. Es decir, eliminan el Estado de Bienestar en todo aquello que tenga de redistribución del ingreso y beneficio hacia las mayorías sociales. Y tienen un Estado que les garantiza negocios. Por ejemplo, están hablando de una crisis. Pero esto no es una crisis, es un saqueo. Porque el tema es que mientras se supone que todos estamos pobres, los grandes bancos y fondos de inversión en paraísos fiscales a los que responde Luis Caputo muy claramente, tuvieron ganancias descomunales. Cuando dicen «se fugaron 50 mil millones de dólares», no es que se fueron al aire. Quedaron en manos de estos sectores, es un negocio descomunal. Como el que han hecho las petroleras, fijando una dolarización de la energía cuando se produce en pesos. O las grandes mineras, a las que les han sacado impuestos y ni siquiera controlan sus exportaciones que son la declaración jurada. Hay una denuncia de geólogos de la Universidad Nacional de Tucumán que analizaron el barro de exportación de La Alumbrera y evaluaron el valor de 27 metales que salían de contrabando y calcularon que ronda los 5 mil millones de dólares por año. Si pensás que la Barrick Gold y las otras no son mucho más honestas ahí sólo tenés en contrabando 20 mil millones de dólares. Ni hablar del contrabando de las cerealeras. Esto es lo que llaman crisis, cuando realmente es un saqueo descomunal en favor de estos sectores.
—En este contexto, ¿qué debates debe dar la ciencia y la universidad?
—Creo que hay dos debates fundamentales. El primero es que está demostrado que a pesar de todas las agresiones que hubo hacia el sistema científico de la Argentina y sus universidades, su potencial acumulado durante décadas llevó a que en las dos áreas que no terminaron de destruir el neoliberalismo, como la Comisión de Energía Atómica y el Invap, Argentina termina ganando una licitación en Holanda a Francia y a Corea del Norte por un reactor nuclear. Y el satélite que han lanzado hace unos meses pone al país entre los siete del mundo productores de satélites. Por eso querían desarticular a la Argentina, no fue casualidad. Es una estrategia que viene con la dictadura militar, donde la Argentina debía desindustrializarse y volver a ser productora de materias primas. Además de quebrar la capacidad de resistencia de los trabajadores que habían demostrado en los 18 años de la Resistencia Peronista, porque todavía tenías modelos de producción de pleno empleo.
—Apelando a tu experiencia docente ¿qué libros o miradas recomendás transitar a un estudiante de ciencias sociales?
—Más que autores lo que tienen que hacer es tener una buena formación en historia general, argentina y latinoamericana. También en antropología, para conocer las culturas precolombinas. Y más que autores lo que necesitás es no hacer esta «tupacamarización» de las ciencias sociales, donde el antropólogo no tiene que saber historia o el sociólogo no saber antropología. Eso es una locura, porque el pensamiento crítico que se necesita ante una crisis civilizatoria es integral. La parcialización y tupacamarización de las ciencias sociales ha hecho que no se pueda pensar integralmente. Esta es la batalla que tenemos que dar para desarrollar pensamientos libres.
>> A 50 años de las Cátedras Nacionales, por una matriz latinoamericana de pensamiento
Este año se cumplieron 50 años del inicio de las Cátedras Nacionales, una experiencia académico-política gestada en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, que se extendió hasta 1974 y que buscó dejar atrás la mirada eurocéntrica de las ciencias sociales y reivindicar el valor teórico y conceptual de una matriz latinoamericana de pensamiento popular, tal como explica Argumedo en el prólogo de "Los silencios y las voces..."
La socióloga rosarina reivindica aquella propuesta e invita hoy a preguntarse acerca del potencial teórico del pensamiento político emancipatorio de América latina, "que fue siempre mucho más abarcador y humanístico que el europeo de la misma época". Y rescatar en esta tarea "las raíces ancestrales en el pensamiento" y "el carácter no depredador de estas culturas, incluso de los imperios".
"El tema —agrega— es que en las ciencias sociales parece que las ideas flotan en el aire y han sido elaboradas no importa dónde, cuándo y cómo. Y si uno analiza los condicionantes histórico-politicos de los grandes autores del pensamiento occidental dominante, lo que se reitera es el racismo natural de esa cultura".
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