El servicio militar. Historias de conscriptos. Colimba.- 24 - 08 -2021.-
- CLASE 46.-Soldado conscripto.-
- Por Jorge Cánepa
- El sargento mascullaba enojado, sin poder usar su forma preferida de expresarse: el grito.
̶ ¡No llore, soldado maricón!
- Me hablaba a mí. El soldado era yo.
- No me habían preguntado si quería serlo, si me quería levantar a las cinco y media de la mañana, si me gustaba correr, arrastrarme, saltar, hacer flexiones.
- Si extrañaba a mi vieja, si tenía hambre, sed, tristeza o sueño.
- Nadie me preguntó nada.
- Y allí estaba yo, un soldado de la patria que tocaba el tambor en la banda, uniformado, escuchando la primera de las 200 misas de campaña a las que la Banda del Batallón 121 de Comunicaciones asistió ese año.
- Fui el primero al que le cortaron el pelo ante la risa generalizada de setecientos colimbas que, como yo, tenían los mismos miedos y las mismas incertidumbres, en un mundo desconocido que aparecía amenazante.
- El sargento insistía, murmurando con los dientes apretados una amenaza muy repetida:
̶ Acá, a los llorones los curamos rápido Tagarrrrrna... ¡los curamos rápido!
- El pobre hombre jamás podría haber entendido que alguien llorara de emoción escuchando a la banda del ejército tocar una melodía.
- Las consignas eran claras: «el soldado no piensa, el soldado no duda, el soldado ¡obedece!».
- Y ese hombre gordo, con cara de bueno que simula ser malo, había sido formado para endurecernos. Le habían enseñado que los hombres no lloran.
- Y mucho menos un soldado.
- Nunca iba a comprender que, cuando en las misas de campaña la banda tocara la «Suite N.° 3 en Re Mayor», un soldado tambor no pudiera contener el llanto.
- Me «bailaron» varias veces por culpa de Johann Sebastian Bach.
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