La vocación especulativa.Filosofía. -04-03-2019.

La vocación especulativa
Mucho se habló de la crisis de vocaciones sacerdotales después del Vaticano II (1962-65), y luego de cientos de trabajos se llegó a la conclusión que los seminarios se vaciaban porque se habían perdido los ejemplos. Ya no más maestros a seguir tanto en santidad como en una sólida teología sino, más bien, un cúmulo de opiniones dispares entre si: progresistas contra conservadores.
Treinta y pico de años antes, el pensador español Ortega y Gasset en su libro más conocido La rebelión de las masas (1929) se quejaba de lo mismo, pero limitado a las vocaciones intelectuales o filosóficas.
Y la razón que da es que “el nuevo tipo de hombre que predomina hoy en el mundo es el hombre vulgar que proclama el derecho a la vulgaridad y se niega a reconocer instancias superiores a él”
Y qué observamos nosotros hoy: que la vocación especulativa tiende a desaparecer en favor de los investigadores (especialistas de lo mínimo), de los periodistas (analfabetos locuaces), y de todo un sinnúmero de disciplinas o neo disciplinas productos de la sociedad de consumo: hoy la computación, hace veinte años era la psicología.
Los problemas a los que se enfrenta la vocación especulativa son de muy difícil resolución.
1) en primer lugar no tiene demanda en la sociedad de consumo, del dios monoteísta de libre mercado y por lo tanto, no tiene capacidad de venta. Aquel que especula, que intenta que su pensamiento sea el fiel reflejo de lo que es, pasa, sucede u ocurre, no puede vivir de ello. Está condenado a las migajas de los pudientes o a un magro empleo estatal.
2) El Estado como generador de recursos obliga a pensar como se piensa y siempre en favor del gobierno de turno. Así la vocación especulativa se transforma en vocación servil. (si pusiera los casos que conozco al dedillo, me llenaría de enemigos).
3) Y finalmente la vocación especulativa se torna inobjetable porque no tiene objeto ni sentido, pues las otras ciencias- tanto las duras como las blandas- ofrecen respuestas para todo.
El problema es cómo sobreponerse a esta adversidad que es cada día más manifiesta.
La carrera de filosofía está prácticamente desmantelada en casi todas las universidades, donde algunas buscan sucedáneos como: filosofía de la empresa, ética de la competencia, ética política, filosofía de la tecnología, filosofía del discurso, etc.
Las universidades carecen de al menos de un maestro en filosofía a seguir. Recuerdo que la universidad de Buenos Aires tuvo a Alberini, Romero, Guerrero, Pucciarelli, entre otros. Hoy no tiene a nadie. La UCA tuvo a maestros como Derisi, Casaubón, Komar, Mandrioni, hoy no tiene a nadie. El Salvador lo tuvo a Quiles, a Izurieta Craig, a Castellani, hoy es un vacío. Córdoba tuvo a Astrada, Taborda, de Anquín. Tucumán a Aybar, Zucchi, Risco Fernández y tantos otros. Lo mismo que Mendoza con Sepich, Pró, Verstraete y luego la opacidad.
El primer punto es recuperar los maestros en filosofía, que Argentina los tiene, buenos y variados. Luego crearles a estos maestros cátedras libres para que puedan decir lo que quieran y trabajar los temas que deseen. Esto es lo que se hace en Alemania para mantener las tradiciones de cada universidad. Sin ejemplos no se pueden despertar vocaciones filosóficas.
La historia de las universidades argentinas puede, a modo de esquema, dividirse en tres partes: a) desde la fundación de la de Córdoba hasta la creación de las históricas con Buenos Aires, La Plata, Litoral (Rosario), Cuyo y Tucumán. b) En el 58 con Frondizi comienza la creación de las universidades privadas: la Uca, el Museo social, la Kennedy, etc. c) y con Menem comienza la creación de las universidades municipales, sobre todo en el Gran Buenos Aires como las de Lanús, Sarmiento, Tres de Febrero, Florencio Varela, Avellaneda, Moreno, Florencio Varela et alli.
Hoy tenemos 47 universidades nacionales y 41 privadas, bueno sería que en aquellas donde se enseñe filosofía se pusiera el acento en “despertar vocaciones”. Y su lema podría ser: estudie filosofía no para ser erudito en libros sino en problemas.
Todo aquel que haya hecho filosofía, en mayor o menor grado, siempre va a tener un acceso a los problemas con mayor profundidad que el común de los mortales. Este es un hecho cierto, evidente y probado históricamente. La capacidad de análisis y comprensión que brinda el estudio de la filosofía es materia indubitable. Claro está, que después vienen los talentos, y no todos lo tienen. Pero eso es harina de otro costal.
Obsérvese, que de todas las múltiples disciplinas que existen y se enseñan la única que se ha mantenido insobornable, al menos en ejemplos notables, ante el avance del pensamiento único, políticamente correcto, de la ideología ad usum, ha sido la filosofía. Así ante la tenaza entre liberalismo y marxismo existió un Heidegger que dijo: se puede pensar de otra manera.
Ante la reductio ad hitlerum de todo aquel que piensa diferente a los dictados posteriores a la guerra del Yon kipur, existieron un Boutang, un Castoriadis, un Cacciari, defensores de la autonomía filosófica.
La segunda filósofa argentina, Amelia Podetti (1928-1979) defendía en las viejas cátedras nacionales, circa 1970, esta misma tesis. Cuando se logra hacer filosofía sin más, no se somete a los poderes de turno. No hay que olvidar que la filosofía es, antes que nada y desde Platón para acá, ruptura con la opinión. Y como tal es un pensamiento de ruptura y tiene el disenso como método. Es por eso que los filósofos son hombres que no están de acuerdo entre ellos pero que, en general, se entienden entre sí.
Esto nos lleva a la crítica demoledora que la filosofía ha realizado desde siempre y que consiste en negar valor, en disentir, ante toda investigación científica amañada, arreglada, de esas en las que se decide el resultado antes de comenzar a hacerla.
Hoy estas pseudo investigaciones están al orden del día. Así en el orden científico con los falsos problemas como la capa de ozono, el calentamiento global, la mayor capacidad comprensiva de los hijos de gays o la tesis que los países que se endeudan crecen, y mil investigaciones donde el resultado ha sido puesto antes. Y en el orden filosófico lo vemos en la ideología del consenso en donde a partir de la postulación de un aparente diálogo, la decisión está tomada antes que la deliberación por los que convocan al consenso.
En fin, éstas pretenden ser nomás, algunas sugerencias para aquellos que tienen el poder y la decisión de hacer algo en favor del despertar de la vocación especulativa, del letargo crepuscular a que la ha sometido la época reciente .
(*)
Alberto Buela. arkegueta, aprendiz constante
buela.alberto@gmail.com 

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