EL CALAFATE. Nicolás Detry tiene 27 años, estudió cine en Buenos Aires y ya tiene su primer película dirigida. Dos años de viajes impredecibles al corazón de un valle aislado en la cordillera, se transformaron en un documental que retrata la vida del gaucho patagónico, un oficio en extinción. La película, que se filmó sin presupuesto y a pura garra, compite en festivales internacionales.
"Las historias te eligen a vos", dice Detry, quien se embarcó en filmar mientras cursaba las últimas materias. Las fotos que sacó un amigo y los relatos de su hermano Ezequiel sobre la vida de los gauchos lo conmovieron. Pero algo tuvo claro desde el principio, para contar como vivían, antes tenía que vivir con estos hombres parcos y callados. Así nació "Troperos".
La filmación duró seis meses, repartida en dos años. Hubo diez viajes hasta la estancia Tucu-Tucu, de la familia Arcal, -ubicada a 70 km de la Ruta Nacional 40, en un recóndito lugar de la cordillera en el sur de Santa Cruz-, y miles y miles de kilómetros recorridos, autos rotos, cubiertas pinchadas, y hasta viajaban con su propio equipo electrógeno para cargar las baterías. El viento patagónico fue la peor complicación técnica.
Pero no montaron un set, ni contrataron actores, ni armaron un campamento. Sino que el minúsculo equipo de filmación se instaló a vivir con los puesteros, aprendió a embretar, a esquilar, a cortar leña y cocinar tal como lo hacen los hombres de campo. Y solo cuando el vínculo estuvo armado, sintieron que tenían el permiso para encender la cámara sin invadir a estos hombres parcos y solitarios.
"Quisimos hacer un homenaje a los gauchos patagónicos, contar cómo siguen trabajando casi como en el siglo pasado", relata Nicolás Detry a LA NACION. El documental muestra el arreo de más de 6000 ovejas en medio de la cordillera entre los campos de invierno y de verano, el patrullaje que realizan a pie para evitar los pumas depredadores y la relación estrecha entre el hombre y el animal. Todo, en cada estación del año.
Mamerto Márquez, de 74 años. Nació en Chile pero vive en Argentina desde muy joven, toda su vida trabajó en el campo, lugar que ama y sigue eligiendo cada día. Es uno de los retratados en este documental de múltiples voces, pero sobretodo de impactantes silencios, pleno de imágenes inéditas y sobrecogedoras de la Patagonia.
"Cuando conocí el lugar me recordó al ´Señor de los Anillos´ y sentí que este lugar y su historia debían ser mostrados", dice Ezequiel Detry, hoy de de 25 años. Él fue el inspirador, el primer "tropero" del grupo. Llegó a los 18 años a la estancia Tucu-Tucu de la mano de su cuñado, Ramiro Gregorio, administrador de la estancia. Buscaba una aventura y encontró su lugar en el mundo.
"El lugar me tocó una fibra interior, el paisaje fue primero, luego la gente. Aprendí sobre la paz, la soledad, la sencillez. Que con poco podes ser feliz en cualquier lugar", cuenta Ezequiel, hoy instructor de esquí. Tras su primera temporada en el campo, Ezequiel entusiasmó a Silvestre Sere de 31, un fotógrafo que tenía la inspiración en pausa y aquí se motivó. "Vine por una cabalgata y terminé embretando ovejas", sonríe Seré cuyas fotos ya tienen hasta un libro que las reúne.
Los tres son "nycs", -como se les dice a los "nacidos y criados" en la Patagonia- de Villa La Angostura, Neuquén, y son los creadores de "Troperos", coinciden en que sin la asistencia logística de Ramiro Gregorio, no hubieran podido realizarlo. "Lo más difícil era que tras cada viaje, no sabríamos cuándo podríamos volver a juntar fondos para el siguiente", detalla Nicolás. Hicieron una muestra, vendieron fotos y volvieron. Y así durante diez viajes.
Filmaron tapados de nieve y bajo agua. Soportaron el viento que les arruinaba el sonido y pasaban horas y días hasta encontrar el momento exacto en que el hombre de campo se dejara filmar o bien el clima lo permitiera. Varias, muchas veces, dejaban los equipos y les daban una mano en el campo. "Creo que incluso no estaban muy seguros de qué hacíamos cuando sacábamos nuestras cámaras", dice Ezequiel.
La post producción duró dos años, la realizó Nicolás en estudios de Buenos Aires. Hace días volvieron al campo a proyectar la película a los protagonistas, "¿Sabés lo fuerte que es ver llorar a un hombre duro como una roca?", pregunta Ezequiel. Esos hombres que los miraban con desconfianza cuando llegaron, días pasados les dijeron "Gracias" por el homenaje.
La soledad, el silencio, la felicidad, la lucha por subsistir, son algunos de los temas por los que discurre el documental que ya cosechó premios: al de mejor largometraje y fotografía en el Festival internacional de cine de montaña Ushuaia; mejor largometraje, dirección y fotografía en el Festival internacional de cine documental Santiago Álvarez, en Cuba; mejor largometraje y mejor fotografía en el Festival audiovisual Bariloche (Competencia Binacional Argentino/Chilena).
Los cineastas esperan que "Troperos" llegue pronto al circuito comercial argentino, sueñan con llegar a Netflix, y que algún día se vea en todas las escuelas de Santa Cruz. El documental es totalmente autogestivo y sin subsidios. "Estamos muy agradecidos con la colaboración de muchas personas, amigos y familia que nos ayudaron a concretarla", agradece Nicolás. Mientras piensan en la próxima aventura, sienten que "Troperos" les dejó un gran aprendizaje. "Aprendimos a manejarnos en otro entorno, a bajar sintonía y a ganar en confianza para el futuro", reflexiona Seré.
Hasta que llegue al cine, en www.troperos.com, hay fotos y trailers del documental. Cine argentino, sin subsidio, independiente y con futuro. Una historia inspiradora de patagónicos: gauchos inconmovibles y jóvenes que no reconocen límites.
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