Nacho del Pozo compartió una publicación en el grupo COSAS DE HISTORIA Y ARTE. (Estudió Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid y es Ex alumno del Colegio La Salle de Santander).
Nacho del Pozo
CULMINA LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS POR PARTE DE FELIPE III. DIFERENCIAS Y SEMEJAZAS ENTRE MUSULMANES, MORISCOS, MOROS, MUDÉJARES Y MOZÁRABES
Tal día como hoy, pero de 1610, en Sevilla (España) se pregona públicamente el bando real de expulsión de los moriscos (musulmanes españoles bautizados tras la Pragmática de los Reyes Católicos del 14 de febrero de 1502). En Andalucía la expulsión se realizará sin dificultades ya que el éxodo morisco comenzó realmente mucho antes de hacerse pública la decisión real.
Pero para tener una perspectiva más clara del hecho, parece lo más conveniente ofrecer una breve pero necesaria explicación previa sobre los orígenes y sentidos del nombre «morisco»
Los «moriscos», en el uso de esta palabra por los historiadores actuales, son los musulmanes de los reinos peninsulares que más tarde conformarán España (Coronas de Castilla, Aragón y Navarra), que fueron obligados a convertirse al cristianismo a principios del siglo XVI.
Así, se les distingue de los «mudéjares» o musulmanes peninsulares originarios del Al-Andalus árabe que podían practicar su religión en la sociedad cristiana a lo largo de la Edad Media antes de esas conversiones forzosas del siglo XVI. Los llamados «mudéjares» son descendientes de los «andalusíes» o musulmanes bajo el poder político islámico en Al-Andalus, la Hispania islamizada o Península Ibérica en el período musulmán de su historia política.
Por su origen hispánico los moriscos se distinguen también de los «berberiscos», como se llamaba en el siglo XVI a los habitantes de Berbería, los actualmente llamados «magrebíes» del Magreb o Norte de África occidental, denominados así en su lengua árabe.
En el XVI-XVII, como en la Edad Media hispánica, todos los «musulmanes» o seguidores de la religión del Islam solían ser llamados “sarracenos” y, sobre todo, «moros», palabra original de donde proviene etimológicamente «morisco». Conviene así mismo diferenciarlo del término más antiguo de “mozárabe” que sería el individuo de la población hispánica que, consentida por el derecho islámico como tributaria, vivió en la España musulmana hasta fines del siglo XI conservando su religión cristiana e incluso su organización eclesiástica y judicial; los mozárabes eran, pues, cristianos.
En la época de los moriscos propiamente dichos, desde principios del XVI (conversión forzosa) a principios del XVII (expulsión general), la terminología era relativamente estable, pero con algunas fluctuaciones en la denominación, debido sobre todo a la variedad de las situaciones sociales de esos musulmanes o criptomusulmanes. Por ejemplo, los moriscos eran llamados, desde el punto de vista religioso cristiano, «cristianos nuevos de moros». Pero la terminología de los historiadores modernos es muy clara: son «moriscos» los musulmanes hispánicos obligados a bautizarse y a ser cristianos en la sociedad española de los siglos XVI-XVII.
Por extensión, se denomina también «moriscos» a los que fueron expulsados de España y a sus descendientes, especialmente en el Magreb. Pero se les llama también «andalusíes» o gente originaria de Al-Andalus, como se denominan a sí mismos, hasta la actualidad (la traducción española «andaluces» es incorrecta, aunque frecuente, por no tener ni la lengua árabe ni la lengua francesa más que un epíteto para designar a dos realidades diferentes en castellano: lo relativo a Al-Andalus o «andalusí» y lo relativo a Andalucía o «andaluz»). La actual fluctuación, tanto en castellano como en árabe y francés, entre «morisco» y «andalusí», para designar a los descendientes de los moriscos hispanos expulsados; se suele designar con preferencia como «moriscos» a los expulsados y como «andalusíes» a los descendientes de emigrantes de Al-Andalus, hayan sido sus antepasados «moriscos» propiamente dichos -cristianizados en España en el XVI- o emigrantes anteriores a la conversión forzosa. Es en realidad difícil de saber, muchas veces, en qué época emigraron los antecesores de muchos andalusíes del Magreb.
La palabra «morisco» viene de «moro», con una terminación que indica diminutivo o derivación adjetival, muchas veces con sentido despectivo. Originariamente, sería equivalente a otro derivado moderno de «moro», el epíteto «moraco», profundamente despectivo. Pero es también signo de que esas personas no son como los demás «moros» paganos, ya que han sido bautizados y suelen ser reconocidos como cristianos en la sociedad española, a muchos efectos. «Morisco» sería, en definitiva, un derivado de «moro», equivalente a la más exacta expresión religiosa, ya mencionada, de “cristiano nuevo de moro”
A su vez, la palabra «moro» proviene del latín maurus, que designaba en época romana a los habitantes del Magreb central y occidental actuales (zonas costeras de Marruecos y de casi toda Argelia), las provincias romanas de la Mauritania Tingitana (capital: Tánger, en Marruecos) y Mauritania Caesariensis (capital: Cherchel, en Argelia). Pero las crónicas europeas medievales no suelen llamar «moros» a los musulmanes hasta las invasiones magrebíes en Al-Andalus de las dinastías beréberes de almorávides y almohades, en los siglos XI-XIII. La denominación «moro» pasará a calificar, desde esa época hasta nuestros días, a todo lo «no-cristiano», con cierta agresividad: los «moros y cristianos»; los «moros en la costa»; el niño «moro» o no bautizado, etc. En el período colonial español en Marruecos y en las plazas ocupadas de Ceuta y Melilla, así como en ciertas clases sociales andaluzas, el término «moro» es bastante despectivo y agresivo, por lo que es norma académica seguida en ambientes cultos y en escritos científicos, en España, no utilizarlo para designar a los «musulmanes» (sentido religioso de «moro») o a los «árabes» (árabehablantes, árabes originarios de la Península Arábiga o árabes ciudadanos de los 21 estados árabes actuales). En cambio, hay que advertir la simpatía con la que se utiliza generalmente el término «moro» en tierras valencianas, alicantinas y murcianas, donde las Fiestas de Moros y Cristianos son muy populares. Por otra parte, el término «moro» expresa muy bien la total oposición del mundo islámico medieval (oriental, musulmán y árabehablante) frente al mundo hispano (europeo, cristiano, romancehablante).
El término «morisco» designa, por tanto, a los individuos de un grupo social muy determinado, en época moderna, para diferenciarlo de otros musulmanes, aunque su etimología ilumina el origen más complejo de esta palabra.
Centrados ya terminológicamente, podemos acometer ahora la narración del hecho histórico.
En realidad la publicación/difusión del bando de expulsión en Sevilla es tan solo un acto más de los muchos que se fueron produciendo de forma sucesiva en distintos territorios de España entre los años 1.609 y 1.610.
Todo había comenzado el 9 de abril de 1609 cuando el rey Felipe III dio la orden de que los moriscos del reino de Castilla abandonaran el territorio peninsular. Unos meses después, en setiembre de 1609 se dio el bando de expulsión de los moriscos del reino de Valencia, y meses más tarde, en abril de 1610 se dio la orden de expulsión de los moriscos de Aragón y Cataluña. Se culminaba así un proceso que iba a expulsar a 300.000 súbditos de la Monarquía Hispánica.
Las causas fueron de orden estratégica probablemente, es decir, para evitar las incursiones de los piratas que atacaban las costas de Levante y que se sospechaba recibían apoyos de los moriscos hispanos. A eso se añadía una animadversión general contra esos súbditos, aunque no fuera compartida por todos. Los dueños de huertas en las que trabajaban los moriscos temían perder a unos súbditos trabajadores (un refrán decía: el que tiene moro tiene oro), y que sin ellos las huertas se quedarían sin trabajar, lo que traería solo pérdidas económicas. Mucho se ha debatido sobre esas pérdidas económicas producidas por la expulsión, y parece evidente que fueron considerables en los reinos en los que constituían una parte importante de la población (más de un 25 %) como en Aragón y Valencia. La pérdida fue menor en el reino de Castilla al haber una población morisca mucho menor.
Otros historiadores opinan que la expulsión de los moriscos fue una cuestión de identidad política identitaria de representación del poder. Así, no sería casualidad que ese mismo día, el 9 de abril de 1609, se firmara la tregua con los protestantes holandeses tras la Guerra de los Doce Años. Con este gesto Felipe III le estaba diciendo al mundo: Hemos pactado con los herejes protestantes, pero somos tan católicos que somos capaces de expulsar al 4,30% de nuestra población -España a principios del siglo XVII tenía siete millones de habitantes- por ser moriscos",
Salieron 300.000 personas que suponían el 4,30% de la población, y para unas mentes tan poco inteligentes políticamente como las del rey Felipe III y su valido el Duque de Lerma (el Bárcenas de la época) la expulsión de los moriscos fue una manera de mostrar que la monarquía española era la campeona del mundo cristiano
La expulsión de estos antiguos musulmanes, oficialmente convertidos al catolicismo pero que en su mayoría seguían conservando sus costumbres, afectó especialmente a Sevilla que, con 7.000 moriscos, era la población española con mayor número de estos cristianos nuevos. De Andalucía se vieron obligados a salir unos 32.000. La salida de 300.000 personas es como si actualmente, con poco más de 46 millones de habitantes en España, se expulsara a casi dos millones.
Para justificar el decreto, la monarquía los acusó de herejes y alegó que los moriscos suponían un peligro para el país por la posibilidad de que se aliasen con los otomanos de Estambul o con los berberiscos del Norte de África
Como curiosidad, señalar que una de las formas que los cristianos tenían de detectar a los moriscos era por la higiene. Los acusaban de que se lavaban una vez a la semana, los viernes, y que incluso lo hacían en diciembre, frente a los cristianos que huían el baño. Parece ser que el tiempo le ha dado la razón a los moriscos y que sus costumbres son ahora las nuestras. Ellos cocinaban con aceite de oliva, mientras que los cristianos lo hacían con tocino; comían muchas frutas y verduras, usaban perfumes y vestían ropas de colores vivos
No hay comentarios:
Publicar un comentario