A 200 años de su paso a la inmortalidad, el creador de la bandera nos invita a reflexionar sobre cómo unirnos como país, repensarnos de nuevo como sociedad y valorar nuestra historia para crecer como argentinos.
En estos días de tanta discusión y poco debate se hace necesario detenerse para pensar dónde estamos parados. Recurrir a aquellos que imaginaron un país para nosotros, mucho antes que cualquiera, incluso cuando parecía imposible. En otras palabras, es valioso tener siempre presente a los padres fundadores, recordando la herencia que nos dejaron, y porqué siempre debemos priorizar aquello que nos une, en lugar de ver lo que nos separa.
Hablamos de Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano cuando mencionamos al primero que soñó distintas estas tierras como libres, prósperas y justas. Nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770, ciudad donde falleció el 20 de junio de 1820. Cursó sus estudios en el Colegio de San Carlos, donde obtuvo su grado en Filosofía. Marchó luego a España, para estudiar en las universidades de Salamanca y Valladolid, donde obtuvo su diploma de abogado, además de cultivar su intelecto con distintos idiomas y lecturas de economía y política. Así pudo tomar contacto con las ideas de Rousseau, Voltaire, Adam Smith y al fisiócrata Quesnay.
Fue en su carrera académica que comprendió el verdadero valor de las riquezas, en sacrificar el trabajo por un fin, en explotar las riquezas naturales; teniendo a Adam Smith como uno de sus mayores referentes teóricos.
“Un pueblo culto nunca puede ser esclavizado”
Y es que justamente ese entusiasmo por tomar lo mejor de cada aspecto fue lo que lo llevó a ser recordado como uno de los iconos de la patria. Sus ideas innovadoras quedaron reflejadas en cada lugar que tocó; desde su esfuerzo por fomentar la industria, hasta el entusiasmo por modificar el modelo de producción vigente. En suma, Belgrano daba consejos de utilidad práctica para el uso de la tierra, siendo clave en la futura cultura agricultora de la Argentina por venir.
Belgrano Militar
Participó en los tres escenarios militares en que se jugaba el destino de la Revolución (Alto Perú, Paraguay y la Banda Oriental). A pesar de las desventajas y derrotas que ha sufrido, nunca abandonó su convicción de servir a la Patria. Su humildad, capacidad de liderazgo, coraje y honradez fueron sus baluartes en sus años de carrera política. Siempre mantuvo la esperanza en cada combate, apostando a la unión como fortaleza.
“El miedo sólo sirve para perderlo todo”
Era un gran creyente de los sueños. Belgrano sostenía que debían fomentarse las vocaciones y así darle a la gente la posibilidad de elegir su ocupación. En pos de esto, insistía en incrementar los establecimientos educativos y en 1978 redactó lo que se considera el primer proyecto de enseñanza estatal, gratuita y obligatoria presentado en lo que hoy es Argentina.
Como asiduo de la educación, planteaba que era imposible mejorar las costumbres y “ahuyentar los vicios” sin esta poderosa herramienta. Así, siempre argumentaba la labor del Estado en darle a la población un desarrollo para que cada generación sea mejor que la anterior. Aprender a leer y escribir, la enseñanza de la fe, los primeros rudimentos y las obligaciones del hombre en sociedad, fueron sus dichos sobre el deber de la escuela primaria para la prosperidad de la patria. Lamentablemente, la crisis política de la época impidió realizar muchos de sus proyectos.
“Mucho me falta para ser un verdadero padre de la patria, me contentará con ser un buen hijo de ella”
Hoy, cualquier bandera celeste y blanca, escarapela, pin, escudo y hasta camiseta de Argentina, nos recuerda lo que Manuel Belgrano buscó, peleó y consiguió: una insignia que nos una. En homenaje a toda su perseverancia, no hay mejor forma de hacerle tributo que de esta forma. Uniéndonos todos, dejando de lado cualquier diferencia, fanatismo o ideología, y tirando todos para el mismo lugar. De esta forma, el legado de Belgrano estará más vivo que nunca.
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