LA SEGURIDAD:
Diario La Vanguardia, Barcelona, por Pilar Rahola.- 21-07-2019-.
"A la pregunta de cuál es la piedra angular de la democracia liberal, que es el sistema político que nos define, las respuestas tienden a ser inmediatas: la libertad, el parlamentarismo, la justicia... Es decir, la sociedad democrática se asentaría, básicamente, en el sistema de libertades, garantizado por los cuatro poderes confrontados: el legislativo, el parlamentario, el judicial y el periodístico, el cuarto poder, según la feliz expresión del parlamentario Edmund Burke, a mediados del siglo XVIII. Cuatro poderes controlándose mutuamente, al tiempo que se complementan. Así debería ser, a menos que luego pasen las cosas que pasan. Pero al por mayor, y en titulares, esa sería la definición.
"A la pregunta de cuál es la piedra angular de la democracia liberal, que es el sistema político que nos define, las respuestas tienden a ser inmediatas: la libertad, el parlamentarismo, la justicia... Es decir, la sociedad democrática se asentaría, básicamente, en el sistema de libertades, garantizado por los cuatro poderes confrontados: el legislativo, el parlamentario, el judicial y el periodístico, el cuarto poder, según la feliz expresión del parlamentario Edmund Burke, a mediados del siglo XVIII. Cuatro poderes controlándose mutuamente, al tiempo que se complementan. Así debería ser, a menos que luego pasen las cosas que pasan. Pero al por mayor, y en titulares, esa sería la definición.
Sin embargo, ¿es exactamente así? ¿O quizás la piedra angular de la democracia no es la libertad, ni la justicia, ni las elecciones parlamentarias, sino la seguridad?
Quienes nos conocen bien, porque quieren destruirnos, así lo piensan, y de esa convicción han nacido algunas de nuestras peores pesadillas. Me refiero a los grandes ideólogos del yihadismo moderno, que, al buscar objetivos mortíferos para atacar a las sociedades libres, sitúan la diana en el concepto de la seguridad. Así lo plantean en sus manuales para shahids: “Atacad el ocio, atacadlos cuando están en una discoteca, en una terraza, un sábado por la noche, en un concierto. Atacad el ocio, porque cuando una madre tenga miedo de que su hijo vaya a una discoteca, habremos destruido su libertad. Y si destruimos la libertad, destruimos el sistema”.
Quienes nos conocen bien, porque quieren destruirnos, así lo piensan, y de esa convicción han nacido algunas de nuestras peores pesadillas. Me refiero a los grandes ideólogos del yihadismo moderno, que, al buscar objetivos mortíferos para atacar a las sociedades libres, sitúan la diana en el concepto de la seguridad. Así lo plantean en sus manuales para shahids: “Atacad el ocio, atacadlos cuando están en una discoteca, en una terraza, un sábado por la noche, en un concierto. Atacad el ocio, porque cuando una madre tenga miedo de que su hijo vaya a una discoteca, habremos destruido su libertad. Y si destruimos la libertad, destruimos el sistema”.
El ocio es una práctica en libertad, y la libertad se garantiza cuando hay seguridad. Pero ¿qué ocurre cuando se quiebra la seguridad?
Y no me refiero a la seguridad en mayúsculas, la de los estados y sus grandes conflictos( atacar Iglesias, FF.AA.,Instituciones.Clubes, Hospitales, Escuelas); sino al concepto individual,(famiias), a esa seguridad en pequeño que nos garantiza la tranquilidad en el interior del hogar, o de nuestros hijos al salir, o de las gentes que nos visitan,(turistas), y aúpan nuestra economía de servicios. Cuando una sociedad empieza a temer por su seguridad, el ocio se convierte en un caos y la libertad se quiebra.
Puede que conceptos tan rutilantes como libertad, igual o justicia, acaparen los grandes neones de la democracia, pero sólo si la seguridad es sólida. Cuando se quiebra, el resto se cae como si fuera un castillo de naipes.
Todo lo dicho viene a cuento de la preocupante información de Mayka Navarro del jueves pasado, con un titular escalofriante: “Mil denuncias a la semana por robo en el metro de Barcelona”. Es decir, si al metro se le añaden los robos en autobuses y trenes, el incremento de los robos con violencia en la calle y el aumento disparado de la inseguridad en toda la ciudad, el resultado es seriamente alarmante. Podemos hablar de la ciudad friendly,(de amigos), de qué bonita es Barcelona y de lo guapos, diversos y guais que somos; pero si la inseguridad se va al traste, vamos a ser una ciudad horrible".
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