SAN RAFAEL GUÍZAR Y VALENCIA
PRIMER OBISPO SANTO MEXICANO
(1878-1938)
SE CELEBRA SU FIESTA EL 24 DE OCTUBRE
Su fama de santidad se ha extendido por todo México y por diversos países, particularmente en donde misionó incansablemente: Guatemala, Cuba, Colombia y el Sur de los Estados Unidos. Muchos milagros se han logrado por su valiosa intercesión particularmente curaciones asombrosas y ayudas en situaciones de penuria, especialmente para los necesitados.
Su Santidad Juan Pablo II lo ha declaró Beato el día 29 de enero de 1995, en Roma, Italia, en la Patriarcal Basílica Vaticana, y es un ejemplo de pastor abnegado y héroe de las virtudes cristianas. Fue canonizado el 15 de octubre del 2006 en la Plaza de San Pedro, presidida por el Papa Benedicto XVI.
El Obispo Rafael Guízar y Valencia (1878-1938), fue canonizado en Roma por el Papa Benedicto XVI el domingo 15 de octubre.
Mons. Rafael Guízar Valencia nació el 16 de abril de 1878 en Cotija de la Paz, Michoacán, México y fue ordenado sacerdote en 1901. Con el comienzo de la revolución de México en 1910, la persecución de la iglesia católica fue severa y Mons. Guízar se convirtió en un blanco muy especial debido a su franca defensa de la Iglesia.
Se hizo parte de la resistencia, disfrazado de vendedor de bártulos, para continuar su labor como sacerdote. En 1915, cuando el gobierno Mexicano ordenó su muerte, dondequiera que fuera, se escapó a los Estados Unidos y prosiguió a Guatemala y Cuba para continuar sirviendo a la iglesia.
Mientras estaba en Cuba lo consagraron Obispo de Veracruz, México. El fin de la revolución le permitió regresar a México en enero de 1920.
San Rafael Guízar Valencia
Como obispo, fundó un seminario clandestino para entrenar a futuros sacerdotes y dijo que: “Un obispo no necesita tener una mitra, un báculo, o una catedral, pero no puede existir sin un seminario porque el futuro de su diócesis depende del seminario.”
El obispo Guízar Valencia fue forzado a dejar México una vez más en 1927 durante la persecución de la iglesia bajo el mando del Presidente Mexicano Plutarco Calles. Regresó en el año 1929, cuando la iglesia llegó a un acuerdo con el gobierno Mexicano.
Al regresar a México, el Obispo Guízar Valencia continuó su ministerio y llegó a ser conocido como “el obispo de los pobres.” Murió de causas naturales el 6 de junio de 1938 y fue beatificado por el Papa Juan Pablo II el 29 de enero de 1995.
ANÉCDOTAS DEL SEÑOR GUÍZAR
Me pides que te cuente algunas anécdotas de su vida, como si su vida no fuera, toda ella, una gran anécdota. Pero tienes razón, una biografía sin anécdotas es como un mar sin espuma. La espuma es frágil, fugitiva, pero delata la grandeza del mar y lo define, añadiendo la hermosura a la hermosura:
Iba una vez camino a su casa en Azcapotzalco cuando se topó con un tumulto callejero. Se metió entre la gente, porque él siempre se metía entre la gente, era un especialista en la humanidad.
¿Qué pasa aquí? Una mujer, como es de suponerse, le dio la información completa. Que un muchacho se había introducido por una ventana y se había robado un crucifijo. Mire, ése es el ladrón, un sacrílego, no tiene perdón de Dios. El muchacho, como de unos veinte años estaba pálido y ansioso.
Se le acercó Don Rafael. ¿Por qué te robaste el crucifijo? Para venderlo, en mi casa hay hambre. Toma estos cincuenta, vete a tu casa y no vuelvas a robar. ¿Quién es el dueño? Yo soy, señor. Tenga el crucifijo y para que no se lo roben, guárdelo usted en lo más hondo de su corazón. Y la gente lo reconoció. Es el señor Obispo, bésenle la mano. Se escabulló como pudo y se fue calle arriba silbando a dos voces.
2 En su casa episcopal de Xalapa, vivía sin más compañía de don Vicentito. Don Vicentito, entre ciruela pasa, higo en conserva y pera en almíbar, era un viejecillo dulce y amable que se multiplicaba en saludos y servicios. Abría la puerta, llevaba los recados, servía la mesa. ¿Qué come el señor obispo, don Vicentito? Viera usted que casi no come. Cuando está aquí, las religiosas adoratrices le mandan la comida, pero apenas la prueba. Lo que más le gusta son las uvas y los cacahuates. Cuando está en el seminario, come lo mismo que los seminaristas, caldo, patatas cocidas y frijoles.
Yo no sé cómo puede trabajar tanto sin comer ¿Y qué tiene el señor obispo en su pieza, don Vicentito? Viera usted que no tiene casi nada, una cama sencilla, el buró, el ropero, una mesita donde escribe. Con decirle que se afeita viéndose en un pedazo de espejo, no quiere que le compren uno grande.
3 Decía: "quiero ser el más pobre que los pobres que socorro". El padre Juan Carranza le obsequiaba un precioso anillo pastoral. Pero, padre, ¿qué hago con este anillo mientras los pobres se mueren de hambre? Deme permiso de venderlo.
Viajando en ferrocarril de Veracruz a Xalapa en segunda, a menos que hubiera tercera, una persona le regaló dos centenarios de oro que naturalmente le hicieron cosquillas hasta que los dio al primer pobre que le pidió limosna. Decía: "Mientras más doy, Dios me da más". Su hermano Antonio pretendía regalarle un pectoral de plata dorada con una reliquia de la Santa Cruz, pero temiendo que no lo aceptara, le dijo que el pectoral no era fino y que debía recibirlo por ser reliquia tan insigne. Ni así se convenció. Te lo agradezco mucho, pero no he de usar ese pectoral.
4 Tú sabes que sus familiares fueron de distinguida estirpe y abundante fortuna, y que nació en cuna rica y casa abastecida. Jamás alardeó de su opulencia, sino por el contrario, como verás por la respuesta que dio al inoportuno que le preguntó que si su familia era noble y millonaria: me han contado que uno de mis antepasados fue un bandido, todos somos del mismo barro.
Nunca consultó un oculista para que le adaptara lentes que tanto necesitaba. Los compró en el baratillo a dos pesos. Su reloj era un Búfalo de dos pesos cincuenta centavos que se aseguraba en el bolsillo con una cinta de zapatos a modo de leontina. Contaba el padre Silvino Díaz que, como recuerdo de las misiones que predicó en su parroquia de Coscomatepec, se valió de mil razones para cambiarle el miserable reloj por uno de oro. ¿Tú crees que lo usó? De ahí salió por tren rumbo a Veracruz y en la estación de Soledad de Doblado, un pobre le tendió la mano: una limosnita por el amor de Dios. Te voy a dar este reloj de oro que vale mucho, véndelo a buen precio y no malgastes el dinero, compra una casita.
5 Lástima que no hubiera en ése momento un fotógrafo. Te gustaría tener la foto. Sucede que ese día fue al mercado. Acompáñeme, le suplicó al Padre Francisco Esquivel, que era el párroco de Pajuacarán. Le gustaba comprar personalmente los víveres del seminario. Escogía las verduras y las frutas. Sabía distinguir las variedades de frijol, el bayo, el blanco, el negro de la Huasteca, el canario, el rosa, el flor de mayo, el canelo, el grullo, el mantequilla, el ojo de liebre. Se detuvo en un puesto donde vendían marranillos cebados, sonrosados, casi graciosos y pensando en el gozo que tendrían sus seminaristas con platillo tan suculento, cerró el trato. ¿Cómo llevar los marranillos
hasta el seminario? Esa es la foto que te gustaría, un obispo conduciendo por la calle un par de inquietos marranillos.
6 Si lo hubieras visitado, lo encontrarías con una sotana negra, como cualquier párroco del pueblo. Pero ni a negra llegaba la desteñida sotana. Para disimular lo pardo y verdoso de la tela, de vez en cuando le volcaba frascos de tinta negra. Cuando andaba en misiones, él mismo se lavaba la ropa por la noche para ponérsela limpia al día siguiente, no tenía sino lo que traía puesto. Un sacerdote me platicó que no asistió al banquete que la sociedad de Mérida ofreció a su arzobispo, don Martín Tritschler, con motivo de su jubileo sacerdotal. Por más vueltas que dio a la sotana remendada y a los zapatos toscos, deformes por la inflamación de los pies, se convenció de que aquello no estaba a tono con la solemnidad.
7 Vinieron a visitarlo de Chihuahua, su hermano el Obispo Antonio Guízar. Tocó varias veces a la puerta de su habitación.
--Rafael, soy yo, ¿por qué no me abres?
--Estoy remendando mis pantalones, no tardo.
Su hermana Natividad se quedó extrañadísima de verlo un día tan bien trajeado
--¿Qué milagro que te compraste un traje, Rafael? Como que ya lo necesitabas.
--¿Tu crees que lo compré? Me lo obsequiaron las religiosas que atienden el Hospital Francés, es de un señor que ahí acaba de morir.
8 Se confesaba una, dos veces por semana. Con estos deseos entró al templo y vio que por ahí andaba el sacristán arreglando unos floreros.
--Quisiera confesarme con el señor cura
--Está comiendo, salió el sacristán en legítima defensa de su párroco.
--Entonces no lo moleste, aquí espero hasta que termine.
Se puso a rezar entre tanto. Un rosario, dos, tres. Meditación ante el Santísimo. Otro rosario. El señor cura comió, durmió la siesta reglamentaria, vino por fin al confesionario.
--Señor Obispo, ¿por qué no me dijo que era usted?
Como en lo pequeño, así era de humilde en lo grande. Pese a la insistencia del Delegado Apostólico, no aceptó el Arzobispado en Monterrey que se encontraba vacante. Tengo dos razones: la primera es mi indignidad, la segunda es el amor a mi diócesis de Veracruz.
--Pida por mí, señor obispo, usted está tan cerca de Dios, le suplicó la Madre Concepción Cabrera, fundadora de las religiosas de la Cruz.
--No, no, pida usted por mí, porque soy un pecador, pida por este pobre obispo.
9 Lo hubieras visto cuando vivía en Atzcapotzalco. Se pasaba largas horas preparando paquetes y paquetes de frijol, arroz, azúcar y café, que no lo hubiera hecho mejor un abarrotero. Acompañado de algún muchacho que ayudaba con el cargamento, se salía a la esquina a espiar un taxi. ¿Cuánto la hora? Dos pesos jefecito. Déjamela más barata, que vamos a caminar muchas horas. Está bien, jefecito, que sea un peso sesenta y cinco centavos, usted dirá a donde lo llevo. Le daba lo mismo esta calle que la otra, que al fin y al cabo había pobres a lo largo del barrio. Párate aquí por favor, y tu, muchacho, bájate, toca en esa puerta que se ve muy pobrecita y a la persona que te abra le das este paquete y le dices: Aquí le manda Dios Nuestro Señor. A veces abría un niño, recibía la sorpresa del regalo y se ponía a gritar: Mamá, mamá, aquí te busca Dios Nuestro Señor.
Entre tanto, platicaba largo y tendido con el taxista. ¿Eres casado? ¿Bien casado por la Iglesia? Se especializó en casar taxistas que vivían en amasiato. ¿Tienes hijos? ¿Cuánto ganas? ¿Eres comprensivo con tu esposa? El recorrido por el barrio duraba largas horas hasta que se agotaba el almacén ambulante. Dios te bendiga, se despedía del taxista, mientras le daba una espléndida propina además de lo estipulado. El taxista se iba feliz oliendo a bendiciones y a café.
10 Yo no sabría qué decirte quienes eran sus predilectos, si los pobres o los niños. Donde él estaba verías un revuelo de chiquillos. No los podías ver sufrir. Desde la costa veracruzana llevó a
la ciudad de México a un niño que padecía de los ojos, hizo que lo atendieran los mejores oculistas y lo devolvió a su tierra hasta que recobró la salud.
Por el periódico La Prensa, se enteró que un niño tenía parálisis facial. Con la ayuda de su hermano Emiliano, logró localizarlo, pagó la curación que fue muy costosa y él mismo lo preparó para su Primera Comunión que le dio en su oratorio. ¿Sabes cómo celebró el jubileo de sus veinticinco años de sacerdote? Llamó a los niños desarrapados del barrio y los agasajó con pasteles y dulces. Con la mayor frecuencia invitaba niños para que lo acompañaran a comer a su casa de Xalapa. Un día llegaron tantos, que Don Vicentito les cerró la puerta. ¿Dónde están los niños, que ya es hora de comer? Ahora no vinieron, contestó muy ladino don Vicentito. Pues vaya a buscarlos a la calle, tráigalos y dígales que los estoy esperando. Los chiquillos salían, muy ufanos, presumiendo con los amigos que habían comido con el señor obispo.
11 En un pueblecito donde misionaba, todas las parejas vivían en amasiato. Nada de excepciones. Pues a casarlos por la Iglesia. El juez exigió que también se casaran por la ley civil y que pagaran los derechos, que eran muy altos para los pobres campesinos. El misionero se entrevistó con el juez suplicándole con mansas razones: ¿Estaría usted conforme en cobrar cinco centavos más de lo que yo cobre? De acuerdo, aceptó el juez creyendo que el misionero cobraría con largueza y que esta era su oportunidad. El misionero los casó en una alegre ceremonia. Las parejas, oliendo a ropa limpia, colmaron el templo y se desbordaron a la plaza. Ahora todos al juzgado a casarse por la ley civil. Ni tardo ni perezoso, el juez alzó la voz. Pase cada pareja a pagar los derechos. Marido y mujer, muy de la mano, fueron entregando al juez una monedilla de cinco centavos. ¿Y esto? Señor Juez, usted aceptó cobrar cinco centavos más que el misionero, y el misionero nos casó gratuitamente. Desde al atrio alguien sonreía.
CON LOS SALESIANOS:
Mons. Guízar tuvo un seminario clandestino en la Hacienda de Coapa, poco antes de 1930. Cuando no pudo seguir, pues se había descubierto, pasó su seminario a Popotla, cerca de Santa Julia, en una humilde casa que era más a propósito para mantener la clandestinidad.
Simplemente copio de la crónica del Colegio Salesiano de Santa Julia (ciudad de México) lo que refiere allí sobre Mons. Guízar.
25 de diciembre 1932.
En este día, por la gracia de Dios se dio principio a los santos ejercicios espirituales. Los que tomaron parte en ellos fueron 12 Salesianos: seis sacerdotes y seis hermanos. Por una gracia singularísima de la bondad de Dios N. S., las predicaciones nos las dio el Sr. Obispo de Veracruz, Rafael Guízar Valencia, varón apostólico de gran santidad, que con su acrisolada piedad y doctrina, nos animó a caminar y a adelantar más y más en la práctica de las virtudes propias de nuestro estado, haciendo resaltar nuestra gran misión en la instrucción y amor al pobre.
De esto nos dio un verdadero ejemplo, pues salía para volver más tarde y lo vimos un día que lo esperaban algunos niños muy pobres que jugaban en la calle; era pues que esos niños ya eran sus amigos que se los había granjeado, primero con su regalito y después los catequizaba, reuniéndolos en la plazuela o jardín que da al colegio; les hablaba con tanta unción y amor, que aún personas adultas se acercaban para escucharlo. Eran tiempos dificilísimos para la Iglesia, que en cuestión de religión no se debía de hablar fuera del lugar establecido; pero era el amor grande del Pastor que deseaba estar y comunicarse con sus ovejas. Dios N. S. y la Sma. Virgen, protejan siempre al celosísimo Pastor (Crónica de la casa salesiana de Santa Julia, Pág. 23-24)
30 de abril 1933.
Celebróse con esta fecha la fiesta de N. B. P. (nuestro Beato Padre) D. Bosco. Grande era el entusiasmo que reinaba desde días antes; nos preparamos de un modo especial… Para la Misa rezada se invitó al Imo. Señor Obispo de Veracruz Rafael Guízar Valencia quien, con la bondad que le caracteriza, aceptó la invitación. Asistieron a la Misa las socias de la Archicofradía de
María Auxiliadora y varios invitados. Antes de la comunión Monseñor hizo un fervorín exhortándonos al amor grande que Don Bosco profesó a Jesús Sacramentado y pidiéndole al Señor nos inflamara en su caridad, por intercesión del Beato Don Bosco (Crónica de Santa Julia, Pág. 32).
8 de octubre 1933.
A las 7 a.m. tuvo lugar la ordenación sacerdotal del Sr. Don Francisco Sánchez recibida de manos del Ilmo. Sr. Obispo Dr. Rafael Guízar y Valencia. El Sr. Daniel Zurita recibió el diaconado. La ceremonia se llevó a cabo en el Seminario de Veracruz, radicado en Popotla, D. F. (Crónica de Santa Julia, Pág. 47)
26 de noviembre 1933.
Dieron principio los S. Ejercicios Espirituales para los Superiores. Tomaron parte de la casa de Guadalajara dos, de la casa de Puebla cinco, de la casa de Morelia dos, de Santa Inés uno y de la casa de México nueve, total 19. Los predicadores fueron el Sr. Luis M. Galarza, quien se enfermó al cuarto día y vino a sustituirlo el Sr. Obispo de Veracruz Rafael Guízar y Valencia. El horario de los santos ejercicios fue según lo indican los reglamentos (Crónica de Santa Julia, Pág. 59).
8 de abril 1934.
Por disposición del Sr. Director del Colegio (nota: salesiano coadjutor Luis Franchi) y en espera de que se tranquilizaran un tanto los ánimos de nuestros enemigos, se fijó esta fecha para celebrar la fiesta de la canonización de N. Santo Padre Don Bosco… Pero con los esfuerzos del Sr. Director y de los demás Hermanos que le ayudaban, se preparó todo de una manera satisfactoria. Trabajando pues la víspera, por la noche, al día siguiente, encontramos la capillita toda engalanada y muy risueño a N. Santo Padre en el centro del altar. A las seis y media de la mañana dio principio la Misa rezada, celebrándola Mons. Vicente Camacho, Obispo de Tabasco…
Cantó la Misa el R. P. Rouger, Fundador de la Congregación de La Cruz o de los Padres del Espíritu Santo. Asistió de Pontifical Mons. Vicente Camacho, y ensalzó las virtudes del nuevo Santo, Mons. Rafael Guízar y Valencia, Obispo de Veracruz. Todo resultó encantador y bello; eso que estamos en tiempo de persecución religiosa, pero algo había que hacer por Don Bosco Santo (Crónica de Santa Julia, Pág. 75-76).
* * *
El 1° de abril de 1934 Don Bosco fue declarado Santo por el Papa Pío XI. Entonces Mons. Guízar pronunció este discurso, que fue publicado en el Boletín Salesiano de 1935.
Todos los Santos son grandes porque fueron… verdaderos héroes en el campo de la verdad, debido a sus heroicas virtudes y a sus enormes esfuerzos por salvar al hombre. Mas algunos han sobresalido por los rasgos característicos de una ardiente caridad que los ha identificado con los sentimientos más elevados de Nuestro Redentor Divino; y entre ellos figura San Juan Bosco…
San Juan Bosco dedicó todas sus energías de un modo especialísimo a la niñez y a la juventud desvalidas; y aunque partió de este mundo hacia la eternidad… dejó en la tierra establecida su obra imperecedera: la Institución Salesiana, que se ha extendido por todo el mundo… Rafael, Obispo de Veracruz de México (Boletín Salesiano, febrero de 1935, Pág. 34).
(Cfr. Tenemos Ejemplos. Difusión para docentes y alumnos. Prof. Lic. Luis Angel Maggi).
No hay comentarios:
Publicar un comentario