Akamasoa Argentina: Cómo salir de la miseria
Cómo África puede enseñar a combatir el flagelo de la pobreza en Sudamérica.
El reciente viaje del papa Francisco a Madagascar abrió la ventana a Akamasoa, una experiencia a de cómo más de medio millón de malgaches lograron salir de la miseria y cómo miles de ellos siguen haciéndolo transformando su vida con educación y trabajo en algunos de los pueblos que ellos mismos erigen. El modelo de Madagascar inspira desde hace meses Akamasoa Argentina, nacida con el objetivo de crear ese oasis de esperanza que es Akamasoa en África.
El paradigma para hacerlo, en muchos casos, supone un giro muy importante sobre cómo se combate la pobreza en la Argentina. ¿Puede un caso africano inspirar a uno en la Argentina?
Akamasoa Argentina nació en el Gran Buenos Aires donde se concentra el 40% de la pobreza del país, explica a Aleteia Gastón Vigo, uno de sus fundadores, “Si uno quiere trabajar en escala y llegar a la mayor cantidad de gente, debe hacerlo desde Buenos Aires”, explica. Al regresar de Madagascar donde conoció la obra del Padre Pedro Opeka, Gastón aunó esfuerzos con la Fundación Más Humanidad, que desde Lima (Zárate) y Tigre venía trabajando intensamente contra la desnutrición infantil desde hace años con tres centros CONIN.
Ese exitoso trabajo en Primera Infancia y con las familias sirve como cimiento para lo que serán las primeras urbanizaciones en Lima, a unos 100 km de la capital. Allí, “todos los adultos retomaron sus estudios y están aprendiendo sus oficios”, explica Gastón, y apuntala la inserción productiva de los adultos.
“Nosotros teníamos que contemplar también la cuestión de estar rodeados de polos industriales, de muchas empresas de gente de la sociedad civil que podía ayudar, porque nosotros jamás vamos a regalar algo a la gente. Preferimos que nos echen antes de hacerlo”, asegura contundente. Es que el modelo de trabajo, aclara, necesita de donantes que lo apoyen, pero también de la posibilidad de convertirse en muchas ocasiones en proveedores de empresas, en emprendedores, en “gente que desea salir adelante y ponerse de pie por su propia cuenta, con lo que ha podido hacer por su propio esfuerzo e intelecto”.
¿Puede inspirar Madagascar?
Gastón explica por qué entiende que el ejemplo de Madagascar puede ser de gran ejemplo para el país sudamericano: “Nos inspira Madagascar porque los argentinos solemos tener un triste hábito cuando nombramos ejemplos que conmueven al mundo, como la educación de Finlandia, la seriedad de los australianos, o el crecimiento económico de Nueva Zelanda en los últimos 150 años. Siempre buscamos una excusa: que son países con mayor cultura, con mayor tiempo de democracia, o que son más respetuosos a la ley y que acá no se puede hacer nada. Entonces la idea fue traer algo hecho en Madagascar, en el quinto país más pobre del mundo, en un sitio completamente hostil, en un infierno de hambre, para que dejemos de buscar excusas”.
Gastón, que conoció Akamasoa en persona, además de haber trabajado muchos años en CONIN y distintas iniciativas que en la Argentina buscan llevar desarrollo y esperanza a los más pobres, explica que cuando uno observa lo que ya se hizo en el país africano “inspira e invita a no claudicar.
Si fue posible construir una ciudad de 29 mil personas en la que medio millón de seres humanos salieron de la extrema pobreza, cómo no lo vamos a hacer en la Argentina, cómo no lo vamos a intentar. Nos inspira y nos compromete ese ejemplo de Pedro Opeka que entendió perfectamente que lo debe hacer un sacerdote es imitar a Cristo con actos concretos, lo que debe hacer un ser humano sin distinción de ideología, credo religioso y nacionalidad es luchar por los más débiles y no vivir ignorando el dolor del prójimo”.
Hay diferencias entre la pobreza que se vive en ese país y la que se vive en la Argentina, porque las diferencias de desarrollo de país entre Madagascar y la Argentina existen y son evidentes. Aunque Gastón advierte rápidamente que se ha de tener cuidado en señalar a África de manera generalizada, donde hay países como Botsuana, que por ejemplo, tienen indicadores de PBI per cápita no tan lejanos a los del país latinoamericano: “Mucho cuidado porque no es que la Argentina no tenga sus propios ‘Áfricas’; en algunos casos la realidad de ellos no es tan distinta a la nuestra”.
Y con contundentes estadísticas graficó lo alarmante y lo urgente del drama: “En la Argentina existen 4100 villas miserias; tres veces la población de Uruguay en planes sociales; y esa es una tragedia inmensa, porque significa un fracaso colectivo, porque a pesar de haber crecido la transferencia de ingresos seguimos insistiendo con una política que en vez de resolver el drama de la miseria la ha perpetuado. El 63% de los niños son pobres. El 50% de la población no termina la secundaria. Hay 600 mil analfabetos. En el siglo en el que la gente puede mandar un audio de whatsapp hay todavía personas que no saben leer y escribir. Tenemos 3 millones de familias viviendo como en la edad de piedra. Incluso en Lima, Zárate, en un último relevamiento que hicimos, de 200 casas, el 69% no tenía agua caliente. Y estamos a 100 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires”.
Esperanza
Gastón explica que si algo han logrado en el último tiempo con las familias con las que están trabajando es “empezar a que extiendan sus pies, a que puedan mejor dicho extender toda su rodilla para estar de pie, para que no vivan inclinados ante una realidad adversa que sufren desde demasiadas generaciones”. “Nosotros vemos cómo recuperan la esperanza pero solamente se puede hacer eso si se trabaja a la par, en conjunto, sufriendo con ellos, abrazando esa miseria, diciéndoles ‘sí podes estudiar’, ‘sí podes trabajar’, ‘sí podes avanzar’.
No creas en el asistencialismo, no vivas más de las dadivas que te ha puesto en ese sitio, algún día las va dejar definitivamente, ojalá sea pronto. Pero para eso debes culminar tus estudios, ingresar en el mercado laboral, empezar a sacar adelante tu familia. Porque si tenés fuerzas y todavía tu espíritu te invita a seguir adelante, no podés claudicar”, propone Gastón, emocionado, conmovido, convencido de que lo que expresa nos son palabras nacidas de una utopía sociológica o literaria sino de una experiencia concreta que desde África ya inspira al mundo.
(Cfr. Tenemos Ejemplos. Difusión para docentes y alumnos. Prof. Lic. Luis Angel Maggi).
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