Juan Luis Pacheco Cruz
La agonía de Teresa
Hace 121 años, en un día como hoy, 30 de septiembre, poco después de las 7 de la noche, murió la carmelita Teresa de Lisieux, Santa Teresita del Niño Jesús, una de las figuras más atractivas del catolicismo de nuestro tiempo.
Fue larga la agonía de la carmelita francesa, a quien el diminutivo de su nombre hace parecer erróneamente infantil.
“Me llamaréis Teresita”, así en español, respondió ella misma en esos últimos días a alguien que le preguntó con que nombre habría que invocarla cuando estuviera en el cielo.
Fue, por el contrario, una mujer fuerte, a la que a los 24 años derribó la tuberculosis, entre terribles sufrimientos y, además en medio de una angustiosa prueba de fe.
No se moría una niña ese 30 de septiembre de 1897, sino una verdadera mártir de la esperanza. Como una nueva Juana de Arco, a la que representó (queda registro fotográfico) en una velada teatral en su convento, ella es el testimonio de la heroicidad que implica ser fiel a la vida, a esta vida a secas, sin misticismos, a la que muchos, casi todos, estamos destinados. Una agonía, la de Teresita, que podemos revivir con la lectura de una obra que, junto con su conocida autobiografía, “Historia de un alma”, y sus muchas cartas, poesías y otros escritos menores conforman sus obras completas.
“Últimas conversaciones” se llama este escrito que recoge las últimas palabras de Teresa agonizante y que al principio se tituló “Novissima verba” (últimas palabras), con ese adjetivo latino “novus” que, paradójicamente, en el superlativo significa extremo, último, de donde nuestros “novísimos” para referirnos a las postrimerías.
Desde abril, las monjitas del convento de Lisieux, en especial su hermana Paulina, Madre Inés de Jesús en el Carmelo, fueron recogiendo las palabras que le oían a la joven religiosa en su lecho de enferma. A partir de junio, trasladada a la enfermería, el desenlace final se precipitó.
“Hacia las cinco (del 30 de septiembre) -cuenta la madre Inés- yo estaba sola con ella. Su semblante cambió de pronto y comprendí que era la última agonía... Tenía en las manos un crucifijo y lo miraba sin cesar. Durante más de dos horas desgarró su pecho un terrible estertor. Tenía el rostro congestionado, las manos amoratadas, los pies helados y le temblaban todos los miembros. Un sudor abundante perlaba su frente con gotas enormes y le resbalaban por las mejillas. La opresión era creciente y de vez en cuando, para respirar, emitía débiles gritos involuntarios.
...A las seis, cuando sonó el ángelus, miró largamente la estatua de la Santísima Virgen. Por fin, a las siete y algunos minutos... suspiró:
“-Madre, ¿no es esto la agonía?
“-Sí, pobrecita mía, es la agonía, pero tal vez Dios quiera prolongarla algunas horas más.
“-Madre, ¿no es esto la agonía?
“-Sí, pobrecita mía, es la agonía, pero tal vez Dios quiera prolongarla algunas horas más.
“Ella continuó valientemente:
“-Pues bien... ¡adelante...! ¡adelante...! No quisiera sufrir menos tiempo...
“Y mirando al crucifijo: -¡Lo amo...! ¡Dios mío..., te amo...!
“Y de pronto, tras pronunciar estas palabras, cayó suavemente hacia atrás, con la cabeza inclinada hacia la derecha...
“-Pues bien... ¡adelante...! ¡adelante...! No quisiera sufrir menos tiempo...
“Y mirando al crucifijo: -¡Lo amo...! ¡Dios mío..., te amo...!
“Y de pronto, tras pronunciar estas palabras, cayó suavemente hacia atrás, con la cabeza inclinada hacia la derecha...
Ernesto Ochoa Moreno.............................................................................................
EN EL DÍA DE SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS: Su caminito
Hoy se celebra en la Iglesia el día de Sta. Teresita del Niño Jesús, Monja Carmelita que completó una larga carrera en muy corto tiempo (murió a los 24 años) y fue declarada Doctora de la Iglesia y Patrona Universal de las Misiones.
La Infancia Espiritual, hacerse pequeño, es el camino que nos dejó trazado como Doctora de la Iglesia. Dejemos que sea ella misma quien nos explique en qué consiste hacerse como niño:
"Permanecer niño pequeño delante de Dios es reconocer su nada, esperarlo todo del Buen Dios, como un niño pequeño lo espera todo de su padre, es no inquietarse de nada, no buscar fortuna.
Ser pequeño, es también no atribuirse a si mismo las virtudes que uno practica, creyéndose capaz de alguna cosa, antes bien, reconocer que el Buen Dios pone este tesoro de la virtud en la mano de su pequeño hijo para que se sirva de él cuando lo necesite; pero siempre es el tesoro del Buen Dios. En fin, es no desanimarse poco ni mucho por sus faltas, porque los niños caen a menudo, pero son demasiado pequeños para hacerse mucho daño.
La santidad no consiste en tal o cual práctica; consiste en una disposición del corazón, que nos hace humildes y pequeños en manos de Dios, conscientes de nuestra debilidad y confiados, hasta la audacia, en su bondad de Padre".
La infancia espiritual es entonces, el comienzo y la consumación de la santidad. El comienzo, porque Jesús dice que si no nos hacemos como niños no entraremos en el reino de los cielos, y la consumación, porque Él mismo nos dice que el que se humille como un pequeño, éste será el mayor en el reino de los cielos".
¡Sigamos su ejemplo!
(Cfr. Tenemos Ejemplos. Difusión para docentes y alumnos. Prof. Lic. Luis Angel Maggi)
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