La nieta de San Martín, Pepita.(Francia).-08-03-2020.-


Josefa Dominga, la nieta preferida de San Martín.
Josefa Dominga, la nieta preferida de San Martín.

Pepita, la nieta del general San Martín, a quien los franceses consideran heroína

 de guerra.- - -  INFOBAE.-Por , Sábado, 7 de marzo de 2020

Durante la Primera Guerra Mundial, Josefa -la nieta del Padre de la Patria- hizo de su casa un hospital de campaña, donde atendía a heridos franceses y alemanes. Por eso, en Francia le otorgaron la Legión de Honor. Cuando murió y la Argentina quiso repatriar sus restos, desde París se negaron, porque querían que descansara en esa tierra.
Josefa Dominga Balcarce fue una de las nietas de José de San Martín y, curiosa
mente, por su papel en la asistencia de heridos durante la Primera Guerra Mundial,
 Francia le otorgó la Legión de Honor. Había transformado su casa en un asilo 
de ancianos y su acción filantrópica fue su sello distintivo.
En la noche del 13 de diciembre de 1832, en Chez Grignon, el restorán de moda 
de la burguesía parisina, todo era alegría. El general José de San Martín había i
nvitado a una cena para celebrar el casamiento de su hija, Mercedes Tomasa, de 
17 años con Mariano Severo Balcarce, de 24.
San Martín vivía con su hija en una casa de la calle Provence nº 32, en la ciudad 
capital. Cuando estalló una epidemia del cólera, estimaron conveniente tomar 
distancia y se establecieron en Montmorency, un pueblito de 1600 habitantes, a 
veinte kilómetros al norte de París. A pesar de todo, en marzo de 1832, Mercedes
 contrajo el cólera y San Martín, tres días después. Al mes, ambos estaban repuestos, pero a su papá lo atacó una enfermedad gástrica intestinal que lo
 tuvo a maltraer.

Mercedes, la hija de José de San Martín.
Mercedes, la hija de José de San Martín.
Quien los cuidó y se ocupó de los trámites fue Mariano Severo Balcarce, un joven argentino, hijo del general Antonio González Balcarce, que había fallecido en 1819. Mariano se desempeñaba en la legación argentina en París. Sobre su yerno -le con
taba por carta a su amigo O’Higgins- que “su juiciosidad no guarda proporción con
 su edad de 24 años; amable, instruido, aplicado, ha sabido hacerse amar y respe
tar de cuantos lo han tratado”,

Mariano Balcarce, el yerno del Libertador.
Mariano Balcarce, el yerno del Libertador.
Entre cuidados y atenciones nació el amor entre la pareja, se casaron y se embarcaron hacia Buenos Aires. El propio San Martín estuvo por acompañar
los, pero no se sentía del todo bien.
San Martín había abandonado Buenos Aires en compañía de su pequeña hija, a 
quien criaba su suegra Tomasa de la Quintanilla desde que había fallecido Reme
dios, y el 23 de abril de 1824 desembarcó en El Havre con ella. Como le encontra
ron paquetes de diarios anti monárquicos destinados a distintos amigos y 
conocidos que vivían en Europa, no lo dejaron ingresar, y debió seguir viaje 
a Inglaterra. En Londres, su hija permaneció como pupila primero en el Hampstead College y luego en un colegio de monjas, mientras su papá se estableció en 
Bélgica, donde escribiría en 1825 las famosas máximas para su hija.
Luego de un frustrado retorno a Buenos Aires en 1829, en el que no quiso desem
barcar, volvió a Europa. En Francia adquirió una casa en la calle Provence nº32, 
donde vivió con su hija y con su fiel criado, Eusebio Soto. En 1834 adquirió una 
casa de campo de tres plantas en un terreno de una hectárea, en Gran Bourg, a 
treinta kilómetros de París. Allí solía pasar desde Semana Santa hasta el día de 
los difuntos.

La residencia que ocupó San Martín en Grand Bourg.
La residencia que ocupó San Martín en Grand Bourg.
Pepita
En 1836 volvieron Mercedes y Mariano y el 14 de julio de ese mismo año nacería
 la protagonista de esta historia: Josefa Dominga. Su primer nombre fue en honor
 a su abuelo materno; el segundo, por su abuela paterna. En la familia le decían 
Pepita.
Desde el día mismo de su nacimiento, abuelo y nieta tuvieron un vínculo especial. Fue San Martín el que personalmente la inscribió en el registro civil de 
Evry-sur-Seine. Y quien la dejaba jugar, a gusto y placer, con las medallas que
 había ganado, en la época que combatía a Napoleón, en las filas del ejército 
español.
La revolución que estalló en 1848, que provocó la renuncia del rey Luis Felipe I y
 que dio paso a la Segunda República, lo convenció a San Martín de buscar ámbito
s más tranquilos. Ese lugar fue Boulogne sur Mer, una población costera frente al 
Canal de la Mancha. Alquiló un segundo piso de una vivienda en el número 5 de la
 rue Grande en Boulogne-sur-Mer, propiedad de Henry Adolphe Gerard, abogado, periodista y además el biblotecario del pueblo. Se haría amigo de San Martín.

Boulogne sur Mer, el último lugar donde vivió el Libertador y su familia.
Boulogne sur Mer, el último lugar donde vivió el Libertador y su familia.
El general, nacido en Yapeyú moriría allí el sábado 17 de agosto de 1850, a las 15
 horas.
El Petit Chateau
Cuatro años más tarde, Mariano Balcarce adquirió, en el pueblo de Brunoy, a 
veinte kilómetros de París, una mansión que había pertenecido, entre otros, al 
conde de Provenza, hermano de Luis XVI y quien luego sería el rey Luis XVIII. 
Desde tiempos inmemoriales, era el “Petit Chateau”. A lo largo del tiempo, había
 sufrido varias modificaciones, especialmente cuando fue parcialmente destruida 
durante la Revolución Francesa.
En 1861, a los 27 años, murió la otra nieta de San Martín, María Mercedes. La
 sepultaron en una bóveda en el cementerio de Brunoy y también llevaron los
 restos de su abuelo. Ese mismo año, Josefa se casó con Eduardo María de 
los Dolores Gutiérrez de Estrada y Gómez de la Cortina, embajador de 
México en Francia. No tendrían hijos.
Mercedes, la hija de San Martín, que había nacido en Mendoza en 1816 cuando 
su papá era gobernador de Cuyo, que fue testigo de la enfermedad y agonía de 
su mamá Remedios y que fuera cariñosamente malcriada por su abuela, falleció 
en 1875; su esposo Mariano lo haría diez años después.
La memoria de San Martín
Josefa y su marido estuvieron el 21 de abril de 1880 en El Havre, despidiendo los 
restos del Libertador, que el vapor Villarino llevaría a Buenos Aires. Lo primero 
que hizo Josefa fue donar la valiosa correspondencia de su abuelo a Bartolomé 
Mitre, y cedió el mobiliario que le había pertenecido al Museo Histórico Nacional.
 Lo hizo junto con un croquis, en el que detallaba la disposición de los muebles de
 la habitación donde había fallecido. Eso permitió recrear el ambiente, tal como se
 lo puede contemplar en la actualidad.

El Petit Chateau, en una pintura de la época en la que pertenecía a la realeza francesa.
El Petit Chateau, en una pintura de la época en la que pertenecía a la realeza francesa.
Un hospital para la guerra
Cuando Josefa enviudó en 1904, modificó el Petit Chateau, donde vivía. Había 
creado, a fines del año anterior, la “Fundación Balcarce y Gutiérrez de Estrada”, 
que llevaría adelante un hogar de ancianos y un centro asistencial para los más necesitados. Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, transformó su casa y asilo
 en un hospital. La asistieron en esta tarea las hermanas de la Congregación de la
 Sagresse.
Trabajaba a la par que todos. Hablaba varios idiomas, como el inglés, italiano,
 alemán, griego y latín. Y por supuesto el español, a pesar de que nunca conocer
ía Argentina, al que se refería como “nuestro amado país”.
La dirección médica de lo que durante la guerra fue el Hospital Auxiliar Nº 89, 
empezó a funcionar el 14 de octubre de 1914, y estuvo a cargo del cirujano jefe Dr.
 Jules León Ladroitte.
Constaba de 50 camas, dos modernos quirófanos, y salas de esterilización, labora
torio y radiología. Por la proximidad con el frente de batalla, atendían tanto a herido
s franceses como alemanes. Lo único que Josefa preguntaba era “¿Están heri
dos? Entonces, ¡éntrelos!”
El problema fue cuando Alemania inició la segunda gran ofensiva del Marne, entre
 julio y agosto de 1918. Los franceses evacuaron toda el área, que comprendía a
 Brunoy. Aun así, Josefa no quiso irse.
Cuando la guerra terminó, recibió del gobierno francés la condecoración de
 la Legión de Honor y además fue distinguida por la Cruz Roja. Se había gana
do la admiración de los soldados que se habían atendido en ese hospital, que volvi
ó a ser asilo de ancianos. En su testamento, lo cedió a la Sociedad Filantrópica de
 París.

Daguerrotipo de San Martín, tomado un par de años antes de su muerte.
Daguerrotipo de San Martín, tomado un par de años antes de su muerte.
La casa de su bisabuelo, que estaba en la esquina de las actuales Perón y 
San Martín en el microcentro porteño, la donó al Patronato de la Infancia. 
Josefa murió en Brunoy el 17 de abril de 1924. Tenía 87 años. Tanto ella como su
 abuelo son ciudadanos ilustres de la ciudad y una calle lleva el nombre de ella.
Cuando se trasladaron los restos de sus padres y hermana a Mendoza, en 1951, 
el gobierno francés se negó a la repatriación de los de Josefa. Porque ellos consi
deran que es un heroína nacional que merece descansar en la tierra en la que
 nació y vivió. Ese mismo suelo que había sido refugio de su ilustre abuelo que, 
de chica, la dejaba jugar con sus medallas.

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