La Capital. Viernes 20 de Marzo de 2020
El geriatra y gerontólogo Mario Elena habla porque sabe y porque vive lo que dice en carne propia. Tiene 82 años, enviudó y es uno de los rosarinos que vive en un hogar unipersonal. “Antes y ahora con la pandemia me las arreglo porque tengo unos hijos maravillosos”, dice el médico magíster de la Universidad Autónoma de Madrid, primer director de gerontología del municipio.
Para Elena, en los barrios “en líneas generales, persiste la idea de comunidad que se pierde en los grandes edificios; o sea que con la globalización el Estado se individualiza y privatiza, yo he vivido en una torre de veinte pisos y me comunicaba más con amigos del exterior que con mis vecinos, no sabía quién vivía arriba y quién abajo”.
Pero además, el médico señala que por el crecimiento de las ciudades y las nuevas conformaciones familiares los centros de las ciudades “envejecen”.
“Hace unos años, cuando era director del municipio, se registraba un 23 por ciento de adultos mayores en el centro mientras sólo había un por ciento de la misma población en barrios como en Tablada. Hoy hay chicos con ocho abuelos, y la mujer es muchas veces la que mantiene el hogar. De todos modos no digo que muchas personas estén solas por actos inhumanos: debemos encargarnos de lo que hemos sembrado, como dijo alguna vez Nietzsche: “Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo estas pandemias deben servirnos para rever la solidaridad entre las familias y las estructuras de toda la sociedad”
Partiendo también del concepto de “solidaridad” la hija de Mario, María Celia, señaló que “no podemos tener ciudades que pierdan su escala humana”.
Y añadió: “El adulto mayor en este momento debe protegerse porque es vulnerable, si tiene enfermedades compensadas no hay problemas, pero si no es así se complica. Y no es bueno que permanezca retraído o aislado, para ninguna franja etaria es bueno esto. Por eso, que un mayor se conecte por teléfono o por computadora es importante, para hacer compras o comunicarse con familia y afectos; si sale que tome recaudos con barbijos y limpieza de manos y si no puede que cuente con personas que le compren alimentos o lo que necesite es vital, las redes de contención lo son”.
En este sentido hizo una propuesta como médica y como rosarina: “Cuando fue la Guerra de Malvinas, en algunos barrios la gente se organizó civilmente por manzana, sería bueno que eso vuelva a ocurrir. Saber quiénes viven solos en un edificio o en cada cuadra. En circunstancias como estas sería importante, para los mayores que no tienen a nadie o los hijos que viven lejos de sus padres porque no pueden y se angustian, que reflexionemos y nos organicemos en red de consorcios y vecinos en solidaridad con quienes están solos”.
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