Manuel Belgrano por si mismo, - 14 - 03 - 2020.-

Por Roberto L. Elissalde * La Prensa, 29.11.2019.
En casi seis meses el 3 de junio de 2020 se cumplirán los doscientos cincuenta años del nacimiento de Manuel Belgrano y pocos días después el 20 de junio el bicentenario de su muerte. Nada mejor que evocarlo siguiendo su trayectoria en forma cronológica con una serie de notas algunas donde él mismo se presenta y otras por quienes fueron sus contemporáneos.
Belgrano en las páginas iniciales de su Autobiografía afirma: "Nada importa saber o no la vida de cierta clase de hombres que todos sus trabajos y afanes los han contraído a sí mismos, y ni un solo instante han concedido a los demás". Pero había nacido en un tiempo en que los funcionarios eran sometidos al "juicio de residencia" al terminar sus funciones, lo que acabó con la Revolución de Mayo, por eso a continuación escribe que la existencia de: "los hombres públicos, sea cual fuere, debe siempre presentarse, o para que sirva de ejemplo que se imite, o de una lección que retraiga de incidir en sus defectos. Se ha dicho, y dicho muy bien, "que el estudio de lo pasado enseña cómo debe manejarse el hombre en lo presente y porvenir"; porque, desengañémonos la base de nuestras operaciones, siempre es la misma, aunque las circunstancias alguna vez desfiguren".
En los primeros renglones demuestra la transparencia de sus actos públicos y privados, aún aquellos que puedan ser tachados de falencias propias de la condición humana, para que sirvan de ejemplo, lo que nos brinda una acabada idea del valor que le dio a la educación a través del ejemplo; tarea laboriosa que jamás abandonó en la última década de su vida pública.
LUGAR DE NACIMIENTO
Presenta su lugar de nacimiento y a su familia: "El lugar de mi nacimiento es Buenos Aires; mis padres, Don Domingo Belgrano y Peri, conocido por Pérez, natural de Oneglia, y mi madre doña María Josefa González Casero, natural también de Buenos Aires. La ocupación de mi padre fue la de comerciante, y cuando le tocó el tiempo del monopolio, adquirió riquezas para vivir cómodamente y dar a sus hijos la educación mejor de aquella época".
Vivía el matrimonio en una residencia de la calle que hoy lleva el nombre de Belgrano al 430 de la nomenclatura actual, llamada entonces Santo Domingo por pasar frente al convento de los Predicadores, las fotos que ilustran esta nota alertaban sobre la demolición del histórico edificio y fueron publicadas en la revista Caras y Caretas del 6 de marzo de 1909, -atención que debo a don Diego Sztark- y dan una acabada idea de la importante edificación que había construido el padre para albergar a su numerosa familia.
En julio de 1828 en la Gaceta Mercantil apareció el aviso de su venta por orden de la sucesión de los padres de Belgrano. Tras caer bajo la piqueta cerca del centenario de la Revolución de Mayo, hacia 1940 ese solar se construyó el edificio Calmer obra del arquitecto Leopoldo Schwarz.
Don Domingo su padre era natural de Oneglia en Italia, había pasado a Cádiz donde se ocupó del comercio, de donde con alguna experiencia siguió a Buenos Aires en 1750 con 20 años. Como lo dice su hijo adquirió fortuna y el 4 de noviembre de 1757 casó con doña María Josefa González Casero de antiguas familias porteñas y de Santiago del Estero. El matrimonio procreó 16 hijos, siete mujeres y nueve varones, Manuel fue el octavo y al menos nueve de ellos llegaron a edad adulta.
Todos (los varones) concurrieron a la escuela del cercano convento de San Pedro Telmo, como es el verdadero nombre del habitualmente llamado de Santo Domingo, él mismo lo dice en su autobiografía "Me proporcionó la enseñanza de las primeras letras". Luego en el Real Colegio de San Carlos continuó cursando "la gramática latina, filosofía y algo de teología en el mismo Buenos Aires". Las mujeres dedicadas a las tareas de la casa aprendieron a leer y escribir, según se puede comprobar de algunos documentos personales.
RUMBO A EUROPA
Contrariamente a lo que sucedía en muchas familias el hijo mayor era destinado al sacerdocio, pero en el caso de los Belgrano fue el octavo Domingo Estanislao. Cuando Manuel tuvo edad suficiente como lo afirma en su escrito su padre lo "mandó a España a seguir la carrera de las leyes, y allí estudié en Salamanca; me gradué en Valladolid; continué en Madrid y me recibí de abogado en la Chancillería de Valladolid".
Cruzó el Atlántico acompañado por su hermano Francisco que le seguía en edad, con autorización otorgada por el virrey marqués de Loreto en junio de 1786 "para que se instruyan en el comercio, se matriculen en él y se regresen con mercaderías a estos reinos". Los jóvenes de 16 y 15 años lo hicieron bajo la tutela de su cuñado don José María Calderón de la Barca, pero muy otro fue el destino de Manuel.
Resulta curioso el documento de ingreso de Belgrano a la Universidad de Salamanca fechado el 4 de noviembre de 1786: "Don Manuel Belgrano Pérez, natural de la ciudad y obispado de Buenos Aires, en el reino del Perú, de edad 16 años, pelo y ojos negros, para oír ciencia". Nuestro personaje aparece con los dos apellidos de su padre Belgrano Pérez y no Belgrano González, pero además anotaban que la ciudad y el obispado de Buenos Aires integraba el reino del Perú, cuando desde hacía una década nuestra ciudad era la capital del virreinato del Río de la Plata.
Aunque estos datos son atribuibles al desconocimiento del empleado burócrata, lo más notable de la ficha es que dice que tiene "pelo y ojos negros", detalle que no consigna ningún otro contemporáneo, además que su iconografía lo presenta con cabello y ojos claros y celestes.
Poco se sabe de esos años de estudiante, ni tampoco él dejó demasiadas impresiones de quienes fueron sus maestros. Sólo que en 1789 obtuvo en Valladolid su diploma de bachiller en leyes y en febrero de 1793 el título de abogado. No ejerció el oficio ya que no hizo la práctica forense los cursos del doctorado porque según le escribió a su padre "la borla de doctor, esto es por tener una patarata por tener que emplear yo propiamente en cosas inútiles el tiempo que en el foro de nada sirven".
En el relato de aquellos años Belgrano apuntó: "Lo que espero de la misericordia del Todopoderoso, es conservar el buen nombre que desde mis tiernos años logré en Europa, con las gentes con quienes tuve el honor de tratar, cuando contaba con una libertad indefinida, estaba entregado a mí mismo, a distancia dos mil leguas de mis padres, y tenía cuanto necesitaba para satisfacer mis caprichos".
Sin duda mereció la misericordia pero gracias a su conducta, buen nombre que heredara de sus padres ha trascendido por su vida ejemplar largamente a su tiempo, a las décadas y a los dos siglos.
* Historiador. Vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación.

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