Argentina campeón,..¿ y después? ¿Formaremos un equipo?. 21- 12.-22

"Imitemos a la selección Argentina" ¿De qué habla esa idea?. La Capital, Por Facundo Budassi.21 de diciembre 2O22. La Selección Argentina Campeón. Imitemos a la Argentina. ¿De qué idea se habla? La selección Argentina es campeona del mundo, referentes políticos y mediáticos abusan de una formula falsa y agotada. Piden al país algo imposible, que "seamos un equipo".En este país subyacen sectores en pugna de índole social,política y económica. La copa es de todos los argentinos. Pertenece a todos nosotros, a los altos y los bajos, a los buenos y a los malos, a los creyentes y ateos, a los trotskistas, estalinistas o maoístas, también pertenece a los macristas, a los menemistas, a los antiperonistas, obviamente a los socialistas, peronistas y radicales. La copa es el logro colectivo más grande de las últimas tres décadas, y la algarabía del día de ayer, junto a la que probablemente pueble toda la semana previa a los festejos navideños, dan prueba de ello. Pero el triunfo no es un ejemplo hacia la política argentina, aquellos que evocan el espíritu de equipo para los problemas que enfrenta el país, además de fáciles y aburrirnos, se equivocan. El ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández, fue muy crítico del presidente de la AFA, Claudio Tapia. Aníbal Fernández criticó con dureza al Chiqui Tapia: "Es un cachivache de pacotilla" La estructura geográfica y política del país campeón, es un Mundial en sí mismo. En esta competencia por el desarrollo nacional existen varios equipos que prometen, diferentes combinados que compiten, y disímiles intereses que se contraponen. Todos los conjuntos auguran que bajo su égida el tan ansiado salto al podio global es posible. Cuando decimos esto hablamos de hegemonías en disputas, de modelos de predominio, cuestiones no resueltas, tanto en la Argentina de hoy como en la de ayer. La hegemonía, concepto ampliamente estudiado por el Italiano Antonio Gramsci, parte de la existencia de clases que buscan imponer sobre el todo social un conjunto de significados, de cosmovisiones, un conjunto de maneras de ver y estar en el mundo el cual va a ser, según esa clase, el correcto. Los argentinos tenemos marcado a fuego en nuestra piel y en la de la historia, la disputa por la hegemonía. Sepamos o no lo que esto significa conocemos de cabo a rabo sus implicancias. La llamada “grieta” no es otra cosa que la síntesis mediática de aquella pugna de objetivos de clase. Numerosos autores se han referido a ella a lo largo del tiempo. El economista Marcelo Diamand, ha utilizado la idea de “el péndulo” como metáfora de estos cambios de rumbo repetitivos entre una corriente popular y otra corriente ortodoxa. La primera corriente, busca acelerar el crecimiento económico y mejorar la distribución del ingreso mediante instrumentos de política keynesianos, léase participación activa del aparato estatal apelando a políticas fiscales -incentivos, inversiones, protecciones, entre otras- y políticas monetarias -manipulación de la tasa de interés, emisiones o absorciones de dinero, utilización de encajes bancarios, etc-. La ortodoxia, por otra parte, se apoya en la teoría neoclásica o mainstream, las cuales postulan reconocidas recetas: para crecer es necesario liberalizar los mercados, promover la integración internacional y contribuir a generar un marco regulatorio claro, poco intervencionista, que facilite la previsibilidad sobre dimensiones claves del contexto. Dentro de estas dos discusiones centrales se encuentra una diáspora de posiciones intermedias y extremas. Pero lo gráfico de esta “grieta” se encuentra en aquellos dos principales modelos de hegemonía. Para respetar el ideario de Diamand, el popular y el ortodoxo. En el país de los blancos y negros, estas posiciones son contrapuestas. El surgimiento, crecimiento y desarrollo de una se realiza en desmedro de la otra. La posición ortodoxa fue la que reinó en los años dorados de la Argentina, en aquella época de inicios del capitalismo global, o sea, fines del siglo XIX y principios del XX. Con una pequeña población y grandes excedentes exportables de bienes primarios, el país se asemejaba a las grandes naciones globales. Aquella sensación de potencia global escondía el peso de una deuda agobiante con domicilio en Londres y la escasa participación de las masas populares en las decisiones políticas y económicas de la patria. Mientras la Argentina descansaba en sus producciones primarias sus competidores próximos -Estados Unidos, Australia, Canadá, entre los más relevantes- alcanzaban un salto productivo dirigido a bienes con valor agregado e industrias de consumo masivo. El desmoronamiento del Imperio británico, la crisis económica global de los años 30 y la segunda guerra mundial agotaron aquella hegemonía. El trueno de la corriente popular dijo presente y el modelo económico, político y societario del país recorrió esos caminos. El peronismo impulsó esta cruzada pero muchos actores y partidos políticos participaron de aquella. Los militares mismos estaban de acuerdo con la intervención estatal y la sustitución de importaciones. Sin embargo, los dos golpes de estado de la época, las democracias restringidas y errores en la lectura , más la miopía, sobre la política global, fraguaron el despegue total de la economía y forjaron los más crueles de los medios y las resistencias. Lo que denominaron Proceso de Organización Nacional buscó, de la manera más vil y cobarde, zanjar esas disputas y reincorporar el modelo ortodoxo, agrario-pampeano, de aquellos albores dorados. Los contextos eran distintos, Argentina ya no era hogar de un par de cientos de miles, sino de millones. La industria local no era una opción a desechar, sino una realidad necesaria de inclusión y progreso social, económico y político, el mundo se ungía con otras dinámicas y el cliente, prestamista y sostenedor británico fue suplico por el competidor norteamericano. La liberalización, la falta de coordinación estatal y la persecución política configuraron la articulación criminal más grande en el mundo del trabajo argentino. Nuestra democracia se acerca a las cuatro décadas, pero el descalabro de aquellas incursiones ingenuas, obtusas y revanchistas han girado las manecillas del reloj del desarrollo hacia atrás. Los sectores siguen en pugna, y la política, que es la encargada de la representación sectorial, así lo refleja. La división no se refiere al color de una camiseta u otro, se refiere a dos modelos económicos, políticos y sociales distintos. Cuestiones superadas en los países centrales. ¿Cuántas divisiones vemos en las potencias globales? Podrán ser de estilo, de modos, de ecuación, pero los intereses siempre son los mismos. Ya sea Biden o Trump, Merkel o Scholz, Cameron o Johnson, los intereses que representan son los mismos, y esto es así, porque en el interior de sus fronteras una clase logró la hegemonía y ganó la batalla cultural desplegada para ellos y todos los países a subordinar. La final del Mundial aún se juega acá en el sur, y el partido es chivo. Argentina no es el único país al que esto le sucede. ¿Qué pensamos de nuestros vecinos latinoamericanos?

Reflexión y análisis. Memoria. Vaivenes políticos. La Nación.-18- 12- 2022.-

18 de diciembre de 2O22 LA NACION.- Jorge Fernández Díaz.-CK. "No seré candidata a nada" ESCUCHAR ANathaniel Hawthorne, culposo descendiente de los crueles inquisidores de Salem y luego padre de la literatura norteamericana, lo acosaba su propia imaginación, que era intensa y desbordante; para que ese torrente continuo no se perdiera, eligió llenar cuantiosos cuadernos con ideas para futuros libros, bosquejos de cuentos, pequeños relatos, observaciones al paso y miniaturas inspiradas. Esos apuntes fundan un género y articulan una formidable maquinaria de la observación y la ocurrencia; de ese árbol frondoso arrancaron sus frutos no pocos colegas ilustres en los últimos doscientos años. En una página de “Cuadernos norteamericanos”, Hawthorne propone “hacer el retrato de un reformador moderno, un individuo que profesa las doctrinas más extremas”, y a continuación, sugiere un desenlace: “Anda por la calle arengando con mucha elocuencia y está a punto de sumar varios adeptos, cuando sus tareas se ven interrumpidas por la aparición del guardián del manicomio de donde ha escapado”. La trama guarda una secreta semejanza con la peripecia kirchnerista, no solo en su hipnótico proselitismo, sino también en sus irreductibles hipérboles y sus irresponsables propuestas autoritarias con las que sedujo a muchas personas inteligentes. Su carácter mesiánico y delirante –”populismo psiquiátrico” lo llama el filósofo Miguel Wiñazki– enajenó toda la política argentina durante dos décadas, y se manifestó de manera surrealista tras la condena por el caso Vialidad y la declinación de Cristina Kirchner a toda candidatura: sus apóstoles batieron el parche asegurándole a la angustiada feligresía que ella había sido proscripta (Perón en 1955) y, a la vez, que había hecho un renunciamiento histórico (Evita en 1951). Una deidad, ya se sabe, puede estar en dos lugares al mismo tiempo. Puede incluso colocar a un neomenemista a bajar la inflación con ajuste, recesión y endeudamiento, y a la vez arrojarle piedras por no repartir más flan (Casero dixit) ni ejecutar más planes platita. La arquitecta egipcia y sus idólatras se hacen trampa jugando al solitario y pernoctan desde hace años en una dimensión desconocida y dislocada, donde cada vez es más difícil distinguir entre verdad y retórica, y donde los hechos objetivos son negados en nombre de una orgullosa “autopercepción”. Pero la realidad porfía y un día inexorable te da jaque mate en tres jugadas. La doctora levanta su cabeza y descubre que su plan fracasó en los tres planos esenciales: el político, el económico y el judicial. Está obligada entonces –aunque nadie sabe si tendrá las suficientes agallas para hacerlo– a formularse en soledad la misma pregunta que Vargas Llosa formula sobre Perú en “Conversación en La Catedral”: ¿cuándo se jodió el kirchnerismo? Sólo una mirada descarnada, libre de narcisismo y mala fe, podría conducir a una posible respuesta lúcida. El kirchnerismo comenzó a “joderse” cuando asumió como inmutable el 54% y sintió que este resultado legitimaba para siempre la chance de ir por las instituciones y quedarse con todo; también cuando se sintió respaldado por el “pueblo” para sobregirarse con un discurso exótico y bolivariano –por lo tanto violento–, y asociado internacionalmente a la praxis y el destino de los hermanos Castro y de Hugo Chávez. En ese momento, las medidas extravagantes comenzaron a dar malos resultados económicos, y la respuesta fue cada vez más virulenta y las trampas más y más burdas: genocidio estadístico, postergación maliciosa del sinceramiento de tarifas, acumulación continua de enemigos y cadenas nacionales para tapar con patrioterismo inflamado la raquítica performance. Al cabo en las encuestas, la Pasionaria del Calafate se encontró con la primera sorpresa: el “pueblo” no estaba dispuesto a votar a un kirchnerista de paladar negro; para ganar hacía falta llevar una figura “moderada” que no metiera miedo y que le bajara un cambio a ese “reformador de doctrinas extremas” que estaba para el loquero, como imaginaba Hawthorne. Aquella vez debió haber sonado una primera alerta: la sociedad no bancaba una radicalización y si el kirchnerismo quería seguir representando a las mayorías debía sosegarse. Presumo que acatar esa demanda significaba aceptar algo muy doloroso, así que el juego se habilitó aunque bajo la coartada íntima de que se trataba de mera táctica electoral. Perdió la doctora finalmente con Scioli, pero la necesidad ególatra de creer que la última gestión no había sido desastrosa y que aquel no había sido un voto castigo, la obligó a redoblar la apuesta sin hacer autocrítica y a soñar con que las laceraciones sociales provocadas por Cambiemos harían que el votante reviera su injusta decisión. Luego se dio cuenta de que, a pesar de los sinsabores legados por Macri, ella volvería a perder con un candidato “puro”; fue allí cuando reemplazó a Scioli por Alberto Fernández. Se trataba de un segundo aviso: su “fuerza popular” era incapaz de generar una figura competitiva y convocante; la gente no quería pirados sino sensatos al mando del buque. Pero el cristinismo tampoco quiso reparar en ese mensaje, y cuando finalmente Axel Kicillof ganó en la provincia de Buenos Aires, Cristina prefirió leer ese triunfo como producto de una tardía gratitud a su antigua gestión económica, cuando era en verdad una simple consecuencia de la correntada general. La lógica Kicillof quedó fortalecida por las urnas, pero también porque Cristina Kirchner necesitaba creer que el “chiquito” había sido bien elegido por ella y que su gerenciamiento en los años 13, 14 y 15 había sido brillante cuando había sido catastrófico. Desde la lógica Kicillof –a partir de entonces palabra oficial en la materia–, todo resultaría sencillo y en pocos meses dejarían atrás los pesares macristas; para ello le marcaron desde el primer día la cancha al delegado y a su ministro. Fue esa misma lógica la que impuso yerros, medidas que ya habían fracasado y disparates en cadena, tomados más para preservar el capital simbólico que para arreglar los problemas de fondo y de coyuntura. Después de muchas pifiadas y mucho encarnizamiento terapéutico, resolvieron cargarle a Guzman todas las culpas: lo obligaron a renunciar por ser demasiado de “derecha” y, al borde de un abismo que ellos mismos habían abierto, pusieron a hacer el ajuste a Sergio Massa, que como todo el mundo sabe es un referente de la Patria Socialista. También hubo escasa reflexión acerca de tres asuntos vitales para el desenvolvimiento de la coalición gobernante: con gran voluntarismo pensaron que el poder mayor ubicado en la segunda figura y no en la primera no traería grandes trastornos, que el exjefe de Gabinete de Néstor Kirchner sería un ejecutor diligente, y que los fiscales y jueces que sustentaban los expedientes por corrupción serían obedientes y cerrarían las causas. Todas estas presunciones resultaron, como se ve, completamente fallidas. Lo que un Fernández tejía de día, otro Fernández lo destejía de noche; el gabinete quedó loteado y trabado, y comenzó una sorda batalla entre facciones: nadie hizo tanto daño al jefe de Estado como su jefa política, y viceversa. Por otra parte, un magnífico operador en las sombras se transformó inesperadamente en un administrador público negligente. Y finalmente, ni él ni ella consiguieron detener el juicio oral de Vialidad, ni sus inquietantes secuelas. Que sella por el momento esta historia, aunque por supuesto la dama se piensa como una antiheroína de Netflix: espera siempre que se active una nueva temporada. Víctima de decisiones ensimismadas (“A Cristina no se le habla, se la escucha”), acostumbrada a no consultar a nadie (nominó a Alberto con un tuit desde su casa y abandonó su candidatura desde Youtube sin avisar a su entorno), rodeada de obsecuentes y enajenados de café, enamorada no de los datos puros sino de sus caprichosas subjetividades y de la lectura histórica edulcorada que a cada paso imagina, no supo ver fría y desapasionadamente el desenlace que ella misma estaba escribiendo. Ahora experimenta, como decía Hemingway, el fin de algo. “Habría querido ser amada y no temida -anotó Hawthorne-. Pero ahora eso ya no importa”. Jorge Fernández Díaz

Vida en el desierto africano, nómades. Reflexiones.- 12 - 12- 2022.-

¡TÚ TIENES EL RELOJ, YO TENGO TIEMPO! Vida y nostalgia.- Facebook- Los Tuareg o los hombres azules del desierto es un pueblo bereber de tradición nómada del desierto del Sáhara. Su población se extiende por seis países africanos: Argelia, Libia, Níger, Malí, Mauritania y Burkina Faso. Cuando se desplazan, cubren tanto sus necesidades como las de sus animales, debido a que viven en unidades familiares extensas que llevan grandes rebaños a su cargo. Tienen su propia escritura, el tifinagh, y su propio idioma, el tamashek. Esta es la sencilla y profunda reflexión de Moussa Ag Assarid, escritor y defensor del pueblo tuareg, publicada por La Vanguardia de España, en el 2019 -Cuántos años tienes Moussa? -No sé mi edad: nací en el desierto del Sahara, sin papeles...! -Nací en un campamento nómada tuareg entre Tombuctú y Gao, al norte de Mali. He sido pastor de los camellos, cabras, corderos y vacas de mi padre. Hoy estudio Gestión en la Universidad Montpellier. Estoy soltero. Defiendo a los pastores tuareg. Soy musulmán, sin fanatismo - ¡Qué turbante tan hermoso...! - Es una fina tela de algodón: permite tapar la cara en el desierto cuando se levanta arena, y a la vez seguir viendo y respirando a través de ella. Es de un azul intenso. A los tuareg nos llamaban los hombres azules por esto: la tela destiñe algo y nuestra piel toma tintes azulados... - ¿Cómo elaboran ese intenso azul añil? - Con una planta llamada índigo, mezclada con otros pigmentos naturales. El azul, para los tuareg, es el color del mundo. - ¿Por qué? - Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa. - ¿Quiénes son los tuareg? - Tuareg significa "abandonados", porque somos un viejo pueblo nómada del desierto, solitario, orgulloso: "Señores del Desierto", nos llaman. Nuestra etnia es la amazigh (bereber), y nuestro alfabeto, el tifinagh. - ¿Cuántos son? - Unos tres millones, y la mayoría todavía nómadas. Pero la población decrece... "¡Hace falta que un pueblo desaparezca para que sepamos que existía!", denunciaba una vez un sabio: yo lucho por preservar este pueblo. - ¿A qué se dedican? - Pastoreamos rebaños de camellos, cabras, corderos, vacas y asnos en un reino de infinito y de silencio... - ¿De verdad tan silencioso es el desierto? - Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido de tu propio corazón. No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo. - ¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto conserva con mayor nitidez? - Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de mi padre. Ellas nos dan leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba... Así hizo mi bisabuelo, y mi abuelo, y mi padre... Y yo. ¡No había otra cosa en el mundo más que eso, y yo era muy feliz en él! - ¿Sí? No parece muy estimulante. ... - Mucho. A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista, orientarte por el sol y las estrellas... Y a dejarte llevar por el camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua. - Saber eso es valioso, sin duda... - Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas, ¡y cada una tiene enorme valor! - Entonces este mundo y aquél son muy diferentes, ¿no? - Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad. Cada roce es valioso. ¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar juntos! Allí nadie sueña con llegar a ser, ¡porque cada uno ya es! - ¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a Europa? - Vi correr a la gente por el aeropuerto.. .. ¡En el desierto sólo se corre si viene una tormenta de arena! Me asusté, claro... - Sólo iban a buscar las maletas, ja, ja... - Sí, era eso. También vi carteles de chicas desnudas: ¿por qué esa falta de respeto hacia la mujer?, me pregunté... Después, en el hotel Ibis, vi el primer grifo de mi vida: vi correr el agua… y sentí ganas de llorar. - Qué abundancia, qué derroche, ¿no? - ¡Todos los días de mi vida habían consistido en buscar agua! Cuando veo las fuentes de adorno aquí y allá, aún sigo sintiendo dentro un dolor tan inmenso... - ¿Tanto como eso? - Sí. A principios de los 90 hubo una gran sequía, murieron los animales, caímos enfermos... Yo tendría unos doce años, y mi madre murió... ¡Ella lo era todo para mí! Me contaba historias y me enseñó a contarlas bien. Me enseñó a ser yo mismo. - ¿Qué pasó con su familia? - Convencí a mi padre de que me dejase ir a la escuela. Casi cada día yo caminaba quince kilómetros. Hasta que el maestro me dejó una cama para dormir, y una señora me daba de comer al pasar ante su casa... Entendí: mi madre estaba ayudándome... - ¿De dónde salió esa pasión por la escuela? - De que un par de años antes había pasado por el campamento el rally París-Dakar, y a una periodista se le cayó un libro de la mochila. Lo recogí y se lo di. Me lo regaló y me habló de aquel libro: El Principito. Y yo me prometí que un día sería capaz de leerlo... - Y lo logró. - Sí. Y así fue como logré una beca para estudiar en Francia. - ¡Un tuareg en la universidad. ..! - Ah, lo que más añoro aquí es la leche de camella... Y el fuego de leña. Y caminar descalzo sobre la arena cálida. Y las estrellas: allí las miramos cada noche, y cada estrella es distinta de otra, como es distinta cada cabra... Aquí, por la noche, miráis la tele. - Sí... ¿Qué es lo que peor le parece de aquí? - Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. ¡En Francia se pasan la vida quejándose! Os encadenáis de por vida a un banco, y hay ansia de poseer, frenesí, prisa... En el desierto no hay atascos, ¿y sabe por qué? ¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie! - Reláteme un momento de felicidad intensa en su lejano desierto. - Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol: baja el calor, y el frío no ha llegado, y hombres y animales regresan lentamente al campamento y sus perfiles se recortan en un cielo rosa, azul, rojo, amarillo, verde... - Fascinante, desde luego.... - Es un momento mágico... Entramos todos en la tienda y hervimos té. Sentados, en silencio, escuchamos el hervor... La calma nos invade a todos: los latidos del corazón se acompasan al pot-pot del hervor... - Qué paz... - Aquí tenéis reloj, allí tenemos tiempo.

Elogio de la queja de Messi y del "andá pa´llá". 11 - 12 - 2022.-

Elogio de la queja y del "andá pa' llá" Messi habló a viva voz, puso un límite plebeyo y se ganó así el clamor popular. Por Laura Vilche.- La Capital. -11 de diciembre 2O22 · Elogio de la queja y del andá pa llá A gran parte de la hinchada argenta le molestó que a Messi se lo tratara de vulgar en una nota de opinión del diario "La Nación". Sinceramente da risa ese título que desata justamente un aluvión de respuesta jocosas. Es un texto modelo para los estudiantes de comunicación y periodismo, porque es de manual: algo así como "todo lo que no se debe hacer para aspirar estar cerca o pertenecer a una clase dominante". ¿Hay alguna diferencia entre esa nota y las que publica la revista que envuelve en el "Tí" al colectivo más tradicional y conservador de mujeres de este país? Esta diatriba es un catálogo de "buenas costumbres" donde, cuando no, la protesta y la queja, son consideradas cuanto menos como disvalores y cuanto más como patología. "No tenemos que tener miedo a nadie", aseguran en el plantel Croacia sobre Messi Messi vivió con intensidad la definición de los penales ante Países Bajos. Argentina sigue haciendo historia en Qatar. Messi brilló y está a dos pasos de la máxima corona "Equipo extraño, de encanto camaleónico: sagaz, torpe, agazapado, intenso, rocoso, protagonista, quejoso, incómodo, muchas veces despistado", describe el autor de este diario porteño. Y más adelante lo califica de "salvaje", como ya lo hacía Sarmiento (en su época), cuando sostenía que el gran problema argentino era el dilema entre la civilización, lo urbano, y la barbarie del indio y el gaucho, hoy actualizado y circunscripto en los "negros", los "gorras", "planeros" y otras tantas acepciones. Me quedo en los adjetivos del periodista de La Nación por su contenido político y echo mano a un título del 1500, de la genial sátira "Ensayo de la locura" de Erasmo de Rotterdam, para elogiar a la "queja"; la que moviliza, visibiliza, enoja, defiende, verbaliza, saca del lugar de la sumisión y resiste. Erasmo en su sarcástico alegato se paraba frente a los poderosos de la sociedad y las jerarquías de la Iglesia de su tiempo ; con su obra los provocó y escandalizó. Y Messi, tal vez sin saberlo, les causó el mismo fastidio a las clases que siempre están por sobre las mayorías para educar, disciplinar, ordenar, higienizar, medir, ponerse como ejemplo a imitar, colonizar con sus ideas y costumbres y marcar cuáles son "los valores". Porque hasta ahora, este padre proveedor y de pocas palabras, preocupado de su trabajo y ocupado por la intimidad de su familia tipo, venía bien calificado. Pero se salió de quicio, y eso indignó, no era lo esperado. Así lo deja en claro el crítico periodista del diario que leen las clases más acomodadas como si fuera una Biblia. "Saber ganar es la auténtica medida de la conducta y los valores", instruye el editor. Y si todo esto ya fuera poco, encima este preceptor del buen decir y hacer lo expresa como en general lo hace la clase a la que representa: almidonado, de manera soporífera y tediosa. Aburren. Es que divertirse, festejar y reírse pueden ser verdaderas herejías, como bien lo cuenta Umberto Eco en su nombre de la Rosa. Y a las formas estos maestros las enumeran pedagógicamente desde la descalificación. Dice el escriba que Messi tuvo "aires pendencieros", se escandaliza por el Topo Gigio que le hizo a Van Gaal, como un carcelero pide expulsión para Paredes, habla de "desdicha" y "desbordes", "desenfrenos" y "maleducados", de actitud "descortés" e "irrespetuosa" que "parecen imprescindibles para trepar a la idolatría". Y cierra con una palabra de esta época que se instala rápido en los diagnósticos terapéuticos y como plaga en los libros de autoayuda: "Messi se intoxicó". Frente a toda esta torpeza cómo no elogiar la queja y la protesta por un grupo o colectivo, contra el silencio subordinado y cobarde. Recuerdo el primer cartel que leí en una marcha feminista en Chile que decía: "Neruda, cállate tú". También me sonreí, en ese momento como cuando leí esta vez lo de "vulgar", porque con aquella ironía al verso del Poema 15 de Neruda que dice "Me gustas cuando callas porque estás como ausente", las mujeres le decían al patriarcado, "no nos callamos más". Decían colectivamente y con todas las letras como ya lo había hecho Alfonsina: no seremos más blancas, ni castas ni alba. Del mismo modo, cuando por fin Messi habla a viva voz y a la vista de todos en representación de su equipo y su gente, como lo supo hacer Diego; cuando con su "andá pa' llá" hasta enfrenta las normas de la Real Academia, no es nada vulgar. Pone un límite, plebeyo, y expresa una queja elogiosa que se gana el más amplio clamor popular. ......................................