Comuna de General Gelly. Sta. Fe. 26 de Mayo, 2019................................................................................................. .La Patria
No hay que luchar para ganar o merecer el don de Dios. Todo se da gratis y a su debido tiempo.
La Palabra de Dios afirmó el Santo Padre, es dinámica y eficaz; y a través del Espíritu Santo purifica la palabra humana, haciéndola portadora de vida, capaz de inflamar los corazones, derribar muros y abrir nuevas vías de entendimiento y de fraternidad.
“Dios “envía su mensaje a la tierra” y “su palabra corre rápido”, dice el Salmo (147.4). La Palabra de Dios corre, es dinámica, riega todo el terreno en el que cae. ¿Y cuál es su fuerza?, se pregunta Francisco, San Lucas nos dice que la palabra humana se hace efectiva no gracias a la retórica, que es el arte del hermoso discurso, sino gracias al Espíritu Santo, que es el dýnamis de Dios, su fuerza, que tiene el poder de purificar la palabra, para que sea portadora de la vida. Cuando el Espíritu visita la palabra humana, se vuelve dinámico, como “dinamita”, que es capaz de encender corazones y hacer estallar patrones, resistencias y muros de división, abriendo nuevos caminos y expandiendo los límites del pueblo de Dios.
El Espíritu Santo enciende corazones
Aquel que da sonoridad vibrante e incisividad a nuestra frágil palabra humana, incluso capaz de mentir y escapar de sus responsabilidades, es solo el Espíritu Santo, a través del cual se generó el Hijo de Dios; el Espíritu que lo ungió y lo sostuvo en la misión; El Espíritu, dijo, gracias al cual escogió a sus apóstoles y quien les garantizó su proclamación de perseverancia y fecundidad, como también hoy los garantiza a los nuestros.
“El Evangelio se concluye con la resurrección y ascensión de Jesús, y a partir de ahí el libro de los Hechos de los Apóstoles nos narra la sobreabundancia de la vida del Resucitado en la Iglesia. El bautismo en el Espíritu Santo permite que entremos en una comunión personal con Dios y que participemos en su voluntad salvífica universal, adquiriendo la capacidad de pronunciar una palabra que sea limpia, libre, eficaz, llena de amor a Dios y a los demás”.
El bautismo en el Espíritu Santo, de hecho, afirmó el Santo Padre, es la experiencia que nos permite entrar en una comunión personal con Dios y participar en su voluntad salvífica universal, adquiriendo el don de la parresía, es decir, la capacidad de pronunciar una palabra “como hijos de Dios”.
Con el bautismo entramos en comunión personal con Dios
Por lo tanto, señaló el Papa, no hay que luchar para ganar o merecer el don de Dios. Todo se da gratis y a su debido tiempo. Frente a la ansiedad de saber de antemano el momento en que sucederán los eventos que anunció, Jesús responderá a los suyos: “No te corresponde a ti saber los momentos que el Padre ha reservado para su poder, pero recibirás la fuerza del Espíritu Santo que descenderá en ti; y en mí serás testigo en Jerusalén, en toda Judea y Samaria y hasta los confines de la tierra”.
“El Resucitado hace que vivamos el tiempo presente sin temor ante lo que acontecerá, porque Dios se manifiesta en el hoy de la historia y nos invita a reconocerle allí. Nos enseña a no fabricarnos una misión particular a nuestra medida, sino a pedir mediante la oración perseverante que el Padre nos dé la fuerza misionera para llegar a todo el mundo y vivir en comunión con los hermanos”.
En esta expectativa, los apóstoles viven juntos, como la familia del Señor, en la sala superior o cenáculo, cuyos muros aún son testigos del regalo con el que Jesús se entregó a sí mismo en la Eucaristía. ¿Y cómo aguardan la fortaleza, los dýnamis de Dios? Orando con perseverancia, como si no hubiera tantos sino uno. De hecho, es a través de la oración que uno supera la soledad, la tentación, la sospecha y abre su corazón a la comunión. La presencia de las mujeres y de María, la madre de Jesús, intensifica esta experiencia: primero aprendieron del Maestro a dar testimonio de la fidelidad del amor y la fuerza de la comunión que supera todo temor.
Vivir el presente sin ansiedad
El Resucitado invita a sus seguidores a no vivir el presente con ansiedad, sino a hacer una alianza con el tiempo, a saber cómo esperar el desenlace de una historia sagrada que no se ha interrumpido sino que avanza, a saber cómo esperar los “pasos” de Dios, Señor del tiempo y del espacio. Le pedimos al Señor que la paciencia para esperar sus pasos, de no querer “fabricarnos” su obra y permanecer dóciles orando, invocando al Espíritu y cultivando el arte de la comunión eclesial.
En sus saludos en italiano el Papa saludó entre otros, a los participantes en la Asamblea General de las Obras Misionales Pontificias ya los Directores del “Boletín Salesiano”, y a los participantes en la “copa Clericus”.
(Cfr. Tenemos Ejemplos. Difusión para catequistas y alumnos. Prof. Lic. Luis Angel Maggi).
La calidad de vida de las personas depende de la calidad de sus relaciones, porque constituyen la sustancia de la vida. Y la calidad de nuestras relaciones depende de la calidad de nuestra comunicación, en todos los ámbitos de nuestra vida.
Actualmente, uno de los grandes desafíos que se perciben a menudo en los ámbitos laborales es aprender a relacionarse con las personas que son fuentes de constantes conflictos y a quienes se los etiqueta como “tóxicos”. Si bien algunos autores utilizan la expresión “persona tóxica” para referirse a personas que agotan emocionalmente a quienes conviven con ellos, en esa etiqueta entran narcisistas, victimistas, manipuladores, neuróticos, agresivos y una larga lista que mezcla patologías psiquiátricas con simples características de un temperamento o estados anímicos, o simplemente dificultades para comunicarse.
El adjetivo “tóxico” se le aplica indiscriminadamente a cualquiera que tenga problemas para relacionarse con los demás o esté pasando por un mal momento en su vida, sin mucho discernimiento. Hay quienes han matizado y explican que existen “relaciones tóxicas”, pero no personas tóxicas. Otra cosa es la existencia de una patología que debe ser tratada por el sufrimiento que genera a los demás y a sí mismo, pero no por ello etiquetarla superficialmente.
Cuando en algún ámbito se etiqueta a alguien de “tóxico”, parece que se lo trata como una suerte de “peste social” de la que hay que tomar distancia, cuando muchas veces se trata de una persona que está pasando por una situación crítica de su vida y tal vez no sea consciente del daño que ocasiona a los demás y a sí mismo.
Las carencias de una sana educación de las emociones y vivir en medio de una gran crisis cultural que ha afectado los vínculos desde la infancia y que tiene a la familia asediada, hace cada vez más patente la cantidad de personas con una gran baja autoestima, hipersensibles a cualquier comentario, que tratan de culpar y responsabilizar a los demás de todo lo negativo que perciben, o manifiestan un deseo de controlarlo todo y por su inseguridad son posesivos con las personas que quieren hasta saturarlos, o los manipulan y chantajean emocionalmente.
Hay muchas personas que, por no haber sido educadas con sanos límites, no toleran la más mínima frustración y se vuelven insoportables para quienes conviven o trabajan junto a ellos. Pero también es cierto que cualquiera de nosotros, en una situación llena de problemas y estrés, podemos resultar también insoportables para los demás.
Pero nada de esto significa que las personas cuando se vuelven muy conflictivas sean una especie de virus del que hay que deshacerse porque sean “tóxicos”. La mayoría de las veces nuestra propia incapacidad para hacer frente a los conflictos o de ser empáticos, nos lleva por el camino fácil de deshacernos del otro con la etiqueta de “persona tóxica”. Insisto, nadie está libre de ser víctima de un psicópata, de un depredador emocional, pero eso no significa patologizar todo lo que me incomoda.
La respuesta: compasión y alegría
La compasión es “sentir el dolor del otro”, es sentir con el otro. Pero la compasión va mucho más allá de compartir el sufrimiento u otros sentimientos de los demás, porque nos mueve a rescatar al otro, a comprenderlo en profundidad. Las personas son rescatadas de la soledad cuando alguien conecta con sus emociones más profundas, cuando siente que le comprenden.
El acto de comprender no es estar de acuerdo con el otro en lo que piensa o dice, sino de ponerme en su lugar. No solo es entender lo que dice, sino por qué lo dice, para qué lo dice, qué siente, tratando de ir más allá de lo que percibimos. Comprender implica salir de nosotros mismos y adentrarnos en el mundo del otro, en sus pensamientos y sentimientos, y para ello es necesario aprender a escuchar en profundidad.
Quien tiene una sana autoestima puede hacer frente a estas situaciones de conflicto con paz y sin perder la alegría, porque entiende que, en la mayoría de los casos, lo que los otros le achacan no necesariamente tiene que ver con él mismo.
Lo primero y más eficaz en la comunicación es la alegría, es la sonrisa. No la sonrisa superficial, sino la que brota desde dentro, por ser una persona feliz. Todos están a gusto con personas que son felices de verdad, porque no son competitivas ni están buscando siempre a quién agredir con un comentario malicioso. No siempre tomamos conciencia de que a muchas personas que se nos cruzan en el día, tal vez nuestra sonrisa pueda ser la única que reciba. Es gratis y además puede desarmar a quien vive detrás de una coraza.
Una sonrisa sincera puede ser un alivio para un corazón que pasa por un momento difícil. Acercarse con verdadero interés en la persona, normalmente hace que el otro deje de estar a la defensiva. Y si me destrata a pesar de ello, puedo comprender que no es conmigo el problema y dejarlo ir, en lugar de enredarme en un conflicto que no tiene que ver conmigo.
Algunos consejos útiles
Amar y ser compasivo no significa exponerse innecesariamente al conflicto. Si las personas que vemos mal están abiertas a nuestra compasión y cercanía, podemos tratar de tener una conversación donde nos centremos en ellos y no en nosotros, ayudándoles a aliviar su tensión interior y a sentirse comprendidos. Hay veces que no nos dejan y hay que aceptarlo también porque es su decisión, su libertad.
Pero es importante que cuando se pueda dar el diálogo con alguien que se torne muy conflictivo, tener las conversaciones necesarias, no en exceso para no generar expectativas que luego se frustren. Al escuchar con atención y orientar al otro a hablar sobre sus problemas y no de nosotros mismos, hablando nosotros lo menos posible, evitaremos que malinterprete o tergiverse nuestras palabras.
Hay personas con baja autoestima que solo retienen lo que más les afectó de nuestros comentarios y no retienen el contexto ni las cosas positivas, agrandando y resaltando un comentario negativo que tal vez fue totalmente superficial e innecesario, o una interpretación equivocada del mismo. Cuando alguien es demasiado autorreferencial lo piensa todo en función de sí mismo y no sabe tomar distancia de los hechos o de lo que se le esté explicando. Por eso es importante ser claro, conciso y sin demasiados, reforzando lo que queremos comunicar.
Los gestos de gratuidad cotidiana, pequeñas cosas sencillas, no cuestan nada y hacen mucho bien a las personas que los reciben. Las personas que se sienten muy solas y aisladas no esperan nada de nadie y la gratuidad suele sorprenderlas, más todavía en un mundo dominado por la lógica del interés.
Finalmente, es importante conocerse a sí mismo, aceptarse y fortalecer la propia autoestima, aprendiendo que no siempre las actitudes negativas de los demás hacia nosotros se apoyan en algo que hayamos hecho, incluso a veces ni siquiera tienen que ver con nosotros. Darnos cuenta de esto nos ayuda a tomar distancia y ver al otro con compasión. Quien ejerce su liderazgo desde el amor y la compasión, gana en autoridad y en libertad.
(Cfr. Tenemos Ejemplos. Difusión para catequistas y alumnos. Prof. Luis Angel Maggi).
Había una vez un rey que ofreció un premio importante al artista que pudiera captar en una pintura, la perfecta paz. Se presentaron varios pintores para tratar de agradar al rey y poder ganar el jugoso premio.
Una vez que todos terminaron, las obras fueron expuestas delante del rey. Este observó con detenimiento a cada una de forma muy especial, pero solo hubo dos que realmente le impactaron. Tenía que elegir una y comenzó a observarlas con mucho detenimiento.
La primera era un lago muy tranquilo, como un espejo perfecto, donde se reflejaban las plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre éstas había un cielo azul con tenues nubes blancas. Todos los que miraban acordaban que esta pintura reflejaba la perfecta paz.
La segunda también tenía montañas, éstas eran escabrosas y rocosas. Sobre ellas había un cielo tormentoso, del cual caía un impetuoso aguacero iluminado con rayos. De la montaña bajaba un gran torrente de agua, formando una hermosa cascada. Éste no parecía mostrar ninguna paz.
El rey observó en este cuadro que, detrás de la cascada, había un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca y en sus ramas se encontraba un nido. Allí, en el rugir de la violenta caída de agua, estaba empollando plácidamente un pajarito. Después de observar minuciosamente un largo tiempo las dos pinturas, el rey se decidió por esta última.
Todos sus acompañantes se quedaron admirados y sin palabras ante su decisión. Uno de ellos dijo: - Su Majestad, usted no puede elegir ese cuadro, nada de lo que se ve demuestra paz, por el contrario, es hostil y perturbador. Entonces el rey, con la paz que le había reflejado la pintura, le explicó el porqué de su elección: «Paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Por el contrario, si tenemos verdadera paz en nuestros corazones, permaneceremos calmados, serenos y como el pajarito, nos mostraremos confiados ante el rugir de nuestros problemas cotidianos».