Argentina campeón,..¿ y después? ¿Formaremos un equipo?. 21- 12.-22

"Imitemos a la selección Argentina" ¿De qué habla esa idea?. La Capital, Por Facundo Budassi.21 de diciembre 2O22. La Selección Argentina Campeón. Imitemos a la Argentina. ¿De qué idea se habla? La selección Argentina es campeona del mundo, referentes políticos y mediáticos abusan de una formula falsa y agotada. Piden al país algo imposible, que "seamos un equipo".En este país subyacen sectores en pugna de índole social,política y económica. La copa es de todos los argentinos. Pertenece a todos nosotros, a los altos y los bajos, a los buenos y a los malos, a los creyentes y ateos, a los trotskistas, estalinistas o maoístas, también pertenece a los macristas, a los menemistas, a los antiperonistas, obviamente a los socialistas, peronistas y radicales. La copa es el logro colectivo más grande de las últimas tres décadas, y la algarabía del día de ayer, junto a la que probablemente pueble toda la semana previa a los festejos navideños, dan prueba de ello. Pero el triunfo no es un ejemplo hacia la política argentina, aquellos que evocan el espíritu de equipo para los problemas que enfrenta el país, además de fáciles y aburrirnos, se equivocan. El ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández, fue muy crítico del presidente de la AFA, Claudio Tapia. Aníbal Fernández criticó con dureza al Chiqui Tapia: "Es un cachivache de pacotilla" La estructura geográfica y política del país campeón, es un Mundial en sí mismo. En esta competencia por el desarrollo nacional existen varios equipos que prometen, diferentes combinados que compiten, y disímiles intereses que se contraponen. Todos los conjuntos auguran que bajo su égida el tan ansiado salto al podio global es posible. Cuando decimos esto hablamos de hegemonías en disputas, de modelos de predominio, cuestiones no resueltas, tanto en la Argentina de hoy como en la de ayer. La hegemonía, concepto ampliamente estudiado por el Italiano Antonio Gramsci, parte de la existencia de clases que buscan imponer sobre el todo social un conjunto de significados, de cosmovisiones, un conjunto de maneras de ver y estar en el mundo el cual va a ser, según esa clase, el correcto. Los argentinos tenemos marcado a fuego en nuestra piel y en la de la historia, la disputa por la hegemonía. Sepamos o no lo que esto significa conocemos de cabo a rabo sus implicancias. La llamada “grieta” no es otra cosa que la síntesis mediática de aquella pugna de objetivos de clase. Numerosos autores se han referido a ella a lo largo del tiempo. El economista Marcelo Diamand, ha utilizado la idea de “el péndulo” como metáfora de estos cambios de rumbo repetitivos entre una corriente popular y otra corriente ortodoxa. La primera corriente, busca acelerar el crecimiento económico y mejorar la distribución del ingreso mediante instrumentos de política keynesianos, léase participación activa del aparato estatal apelando a políticas fiscales -incentivos, inversiones, protecciones, entre otras- y políticas monetarias -manipulación de la tasa de interés, emisiones o absorciones de dinero, utilización de encajes bancarios, etc-. La ortodoxia, por otra parte, se apoya en la teoría neoclásica o mainstream, las cuales postulan reconocidas recetas: para crecer es necesario liberalizar los mercados, promover la integración internacional y contribuir a generar un marco regulatorio claro, poco intervencionista, que facilite la previsibilidad sobre dimensiones claves del contexto. Dentro de estas dos discusiones centrales se encuentra una diáspora de posiciones intermedias y extremas. Pero lo gráfico de esta “grieta” se encuentra en aquellos dos principales modelos de hegemonía. Para respetar el ideario de Diamand, el popular y el ortodoxo. En el país de los blancos y negros, estas posiciones son contrapuestas. El surgimiento, crecimiento y desarrollo de una se realiza en desmedro de la otra. La posición ortodoxa fue la que reinó en los años dorados de la Argentina, en aquella época de inicios del capitalismo global, o sea, fines del siglo XIX y principios del XX. Con una pequeña población y grandes excedentes exportables de bienes primarios, el país se asemejaba a las grandes naciones globales. Aquella sensación de potencia global escondía el peso de una deuda agobiante con domicilio en Londres y la escasa participación de las masas populares en las decisiones políticas y económicas de la patria. Mientras la Argentina descansaba en sus producciones primarias sus competidores próximos -Estados Unidos, Australia, Canadá, entre los más relevantes- alcanzaban un salto productivo dirigido a bienes con valor agregado e industrias de consumo masivo. El desmoronamiento del Imperio británico, la crisis económica global de los años 30 y la segunda guerra mundial agotaron aquella hegemonía. El trueno de la corriente popular dijo presente y el modelo económico, político y societario del país recorrió esos caminos. El peronismo impulsó esta cruzada pero muchos actores y partidos políticos participaron de aquella. Los militares mismos estaban de acuerdo con la intervención estatal y la sustitución de importaciones. Sin embargo, los dos golpes de estado de la época, las democracias restringidas y errores en la lectura , más la miopía, sobre la política global, fraguaron el despegue total de la economía y forjaron los más crueles de los medios y las resistencias. Lo que denominaron Proceso de Organización Nacional buscó, de la manera más vil y cobarde, zanjar esas disputas y reincorporar el modelo ortodoxo, agrario-pampeano, de aquellos albores dorados. Los contextos eran distintos, Argentina ya no era hogar de un par de cientos de miles, sino de millones. La industria local no era una opción a desechar, sino una realidad necesaria de inclusión y progreso social, económico y político, el mundo se ungía con otras dinámicas y el cliente, prestamista y sostenedor británico fue suplico por el competidor norteamericano. La liberalización, la falta de coordinación estatal y la persecución política configuraron la articulación criminal más grande en el mundo del trabajo argentino. Nuestra democracia se acerca a las cuatro décadas, pero el descalabro de aquellas incursiones ingenuas, obtusas y revanchistas han girado las manecillas del reloj del desarrollo hacia atrás. Los sectores siguen en pugna, y la política, que es la encargada de la representación sectorial, así lo refleja. La división no se refiere al color de una camiseta u otro, se refiere a dos modelos económicos, políticos y sociales distintos. Cuestiones superadas en los países centrales. ¿Cuántas divisiones vemos en las potencias globales? Podrán ser de estilo, de modos, de ecuación, pero los intereses siempre son los mismos. Ya sea Biden o Trump, Merkel o Scholz, Cameron o Johnson, los intereses que representan son los mismos, y esto es así, porque en el interior de sus fronteras una clase logró la hegemonía y ganó la batalla cultural desplegada para ellos y todos los países a subordinar. La final del Mundial aún se juega acá en el sur, y el partido es chivo. Argentina no es el único país al que esto le sucede. ¿Qué pensamos de nuestros vecinos latinoamericanos?

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