La Escuela territorio de Paz en una sociedad rota. - 21 - 10 - 2023.-

La escuela como territorio de paz en una sociedad rota La Capital.- 2O de Octubre 2O23.- Por Matías Loja Frente al crimen de Ivana tras el clásico rosarino, docentes reflexionan sobre la violencia social y la construcción de proyectos. Un piedrazo y una muerte absurda tras el clásico entre Central y Newell’s. Un docente imputado y otro prófugo. La violencia maquilla con furia la realidad cotidiana. Los ecos del crimen de Ivana, la joven de 32 años asesinada en Ovidio Lagos y Pellegrini cuando iba en moto junto a su pareja, suman nuevas aristas para pensar la violencia en una sociedad rota. “De una vez por todas poner en cuestión el folclore del fútbol”, propuso días atrás en este diario el periodista Hernán Lascano, en una columna donde se advertía que “desde hace dos décadas el clásico rosarino se convirtió en un mayúsculo problema de orden público”. Justo esta semana se cumplieron diez años del crimen de Gabriel, un chico de 13 años que en octubre de 2013 murió tras ser baleado en Casilda y Camilo Aldao. Fue también después de un clásico. Gabriel estaba tocando el bombo junto a sus amigos en la puerta de la escuela. Uno de ellos tenía una camiseta rojinegra. Desde una moto los vieron y les dispararon. Gabriel era de Boca y estaba con sus amigos. Iba a séptimo grado en la escuela Luisa Mora de Olguín, la escuelita del cura Montaldo como se la conoce a esa institución de Ludueña. Decían que era buen alumno, un líder positivo y que su sueño era ser músico. Al otro día del clásico esa escuela cerró por duelo y se convirtió en capilla ardiente para despedirlo. Silvina Garcilazo, una de las hermanas de Ivana, mira por una ventana del CJP a los amigos y allegados que llegaron a bancar el pedido de Justicia. Crimen de Ivana Garcilazo: una ola de emociones en la audiencia contra el acusado. El fiscal Gastón Avila (con un papel en la mano) con familiares de Ivana Garcilazo, antes de la audiencia. Hay indicios de que escapó a Bolivia el docente prófugo por el crimen de Ivana, era Prof, de Química en Funes, se entregó el Prof. de Educación Física del Club Social Lux de Rosario. Convocados por La Capital, docentes y especialistas opinan sobre el llamado folclore del fútbol, la salud mental, la violencia social y cómo lograr desde la escuela construir otros lenguajes y mensajes para que sean territorios de paz. Comunidad de aprendizaje “Hay algo que siempre digo incluso frente a docentes, que es que allí donde todo es violencia, nada es violencia, porque no hay registro del límite transgredido. El tema es que el tener registro de límite no es simplemente estar ilustrado sobre lo que está bien y lo que está mal. Nuestros pibes saben perfectamente qué está bien y qué no. La pregunta pasa a ser por qué si se sabe eso no encarna, porque entonces el problema es cómo se registra la carencia o la presencia de esos valores”, se pregunta Gustavo Brufman, docente, militante social y director del Centro de Estudio, Investigación y Documentación Educativa (Ceide) “Simón Rodríguez”. El educador invita a pensar incluso cómo la escuela, que históricamente era territorio de paz, desde hace tiempo se ve sacudida por episodios brutales, cómo lo reflejan periódicamente las crónicas policiales, con peleas, amenazas y balaceras. “Frente a esto —dice Brufman— hay escenarios muy distintos y complejos de hasta dónde llega el proceso de descomposición social, agravados por elementos propios de la miseria y la narcocriminalidad. En ese contexto la escuela por sí sola es muy poquito lo que puede hacer, pero replanteándose en su lazo social con la comunidad lo poquito que puede hacer es mucho también”. Es en ese camino que para el docente de la UNR es necesario construir comunidad de aprendizaje, una propuesta que la diferencia a la de ser parte de un colectivo: “Las mafias también constituyen colectivos y sentidos de pertenencia, aunque lo hacen desde valores monstruosos. Por eso no es solo un problema de contención en un colectivo, sino pensar por dónde pasa la construcción de un lazo social que reubique al niño y a la niña como protagonistas y autores de palabra y pensamiento propio, y no solo depositarios de valores”. Para Brufman, lejos de encerrarse sobre sí misma frente a la violencia social, la escuela necesita replantearse el lazo con la comunidad de la cual provienen los chicos y las chicas que pretende alojar. “Ahora, nobleza obliga, si son maestros los tipos que tiran piedras a alguien que está festejando el triunfo de su equipo y eso produce la muerte de alguien, estamos complicados. Evidentemente hay otras claves que descubrir como comunidad educativa”, reflexiona. En la charla con La Capital, Brufman recupera también el concepto de pedagogía de la ternura. Pero no desde una visión naif de alguien que reparte afecto, “sino cómo el otro se puede inscribir como sujeto respetado y encontrar que su palabra y su pensamiento valen, porque cuando eso acontece el lazo adquiere otra proyección”. A modo de ejemplo, cuenta el caso de un educador popular de Ludueña que fue su alumno y a quien se reencontró hace poco. El joven le contaba cómo construyen límites muy precisos con los chicos del barrio para resguardar el único espacio que a muchos pibes les permite pensar y proyectarse de otra manera: “Y hablo de un educador que viene contando pibes muertos todas las semanas, en una sociedad que ha transgredido la ley natural de que los hijos entierran a los padres, porque ahora son los padres los que entierran a sus hijos”. Patios de paz Vicedirector de la Escuela Primaria Nº 1.319 José Ortolani, de barrio Empalme Graneros, Gustavo Aviani advierte que la violencia atraviesa todas las capas sociales. “Nosotros lo vemos cotidianamente y las escuelas son lo último que queda en el territorio para consensuar y armar reglas de convivencia”, dice el docente de la escuela que desde principios de año desarrolla el proyecto “Patios de paz”, con eje en el recreo y los derechos de las infancias. “A veces pienso que los docentes somos los últimos soldados sociales en la trinchera, después de eso no hay más nada”, reflexiona Aviani. Para el vicedirector de la Ortolani, la violencia social se conjuga también con la droga y las adicciones. Días atrás realizaron en la escuela una charla con el psicólogo y especialista Horacio Tabares, para pensar cómo el consumo problemático y la violencia afectaban el desarrollo pedagógico del aula. “En las escuelas —recuerda— han puesto notas o han sido baleadas para dejar mensajes provocadores hacia alguien o infundir miedo hacia otros”. El proyecto “Patios de paz” comenzó a funcionar poco después de que la institución de Génova y Cullen debiera suspender sus clases luego de que se encontrara una nota con contenido intimidatorio y una munición pegada al papel “Yo creo que esto también pasa porque hay gente que no tiene un proyectos de vida. Que no pasa por tener o no dinero, sino por cómo te sentís y qué tenés para la sociedad”, agrega. La búsqueda de alternativas urge. Por eso todos los jueves el equipo directivo de la escuela —integrado también por la directora Laura Castro y las vices Mirna Barragán y Cintia Pérez— se juntan durante algunas horas para intercambiar opiniones y encontrar en ese diálogo cómo dar respuestas a lo que ocurre en las familias y en la comunidad del barrio: “Buscamos respuestas pedagógicas a lo que va pasando en la sociedad y en nuestro barrio. Como cuando pedimos hamacas paraguayas, sillones y juegos para poner en el recreo y así tratar de bajar la agresividad y la conflictividad que podía aparecer. Lo mismo desde el arte, el dibujo, el deporte y la lectura. Desde esos lugares puede surgir esa creatividad que está en contra de la violencia. Es una invitación a apropiarse de espacios dentro de la escuela, donde los muros hacen de contención pedagógica frente a las balas perdidas del barrio”. Cuidar la salud mental Apenas días después del crimen de Ivana, a Arístides Álvarez —docente y presidente de la ONG “Si nos reímos nos reímos todxs”— le tocó dar una capacitación para docentes y una charla sobre convivencia en la Escuela Nº 432 Bernardino Rivadavia, la secundaria de donde egresó la joven asesinada. “A mí particularmente me afectó mucho todo lo que pasó, por la muerte en sí de esta chica y también cuando me enteré que (los agresores) eran profes, porque desde hace rato insisto en la necesidad de una evaluación psicológica periódica de todos los profesionales que trabajamos con niños y adolescentes”, apunta el educador. “El tema de la salud mental pegó mucho en la sociedad, sobre todo desde la pandemia, por eso creo que haría falta quizás pensar en una evaluación a esos agentes que en definitiva son referentes para los pibes y que ejercen un poder desigual con los chicos”, dice Álvarez. Advierte que esto también debería aplicar no solo a las escuelas y sus docentes, sino también en clubes, colonias infantiles y en otros espacios donde haya agentes vinculados al trabajo con la niñez. “Y desde la escuela —agrega el presidente de la ONG que trabaja en temas de prevención y convivencia en ámbitos deportivos y educativos— hay mucho para hacer y sin depender necesariamente de las políticas de Estado. Porque muchas veces lo que se hace es por impulso de sus docentes y directivos. Se percibe un gran agotamiento docente y muchas frustraciones. Como cuando se preguntan para qué involucrarse en un tema familiar si puede ponerse en riesgo su seguridad. Pero creo que hoy más que nunca la escuela se tiene que involucrar, porque quizás sea la única entidad capaz de revertir algo de lo mal que estamos con la violencia que hay”. .................................................................

No hay comentarios:

Publicar un comentario