Historia. Destrucción del Templo de Jerusalén. - 06 - 08 - 2021.-

- HISTORIADOR:FLAVIO JOSEFO - Por Salvador Fornieles.-Agosto 05, 2021. Breve reseña hstórica. - 06 - 08 - 2021.- - Tito Flavio Josefo fue un historiador judeo-romano del siglo I, que nació en Jerusalén de un padre de ascendencia sacerdotal y una madre de ascendencia real. - Inicialmente luchó contra los romanos durante la primera guerra judía como jefe de las fuerzas judías en Galilea, hasta que se rindió en 67 d.C. Vespasiano decidió mantener a Josefo como esclavo y presumiblemente intérprete. Después de que Vespasiano se convirtiera en emperador en el año 69 d.C., le otorgó a Josefo su libertad, momento en el que Josefo asumió el apellido del emperador Flavio. - Desertó completamente al lado romano y se le otorgó la ciudadanía romana. Se convirtió en asesor y amigo del hijo de Vespasiano, Tito, y se desempeñó como traductor cuando Tito dirigió el sitio de Jerusalén en 70 d.C. Como el asedio resultó ineficaz para detener la revuelta judía, pronto siguieron la destrucción de la ciudad y el saqueo y destrucción del Templo. - Josefo registró la historia judía, con especial énfasis en el siglo I y la primera guerra judeo-romana​ incluyendo el asedio de Masada. - Sus obras más importantes fueron, el Contra Apión, La guerra de los judíos (c. 75) y Antigüedades judías (c. 94). ​Las obras de Josefo son la fuente principal, junto a la Biblia, para la historia y la antigüedad de Palestina. - El Contra Apión es una obra polémica contra un antisemita llamado Apión. La disputa gira alrededor de los libros, de los judíos frente al de los griegos. Dice así Josefo en el cap. 8: por eso entre nosotros no hay libros que discrepen y disientan entre sí. Obviamente que se está refiriendo a los griegos. En el caso de Israel es diferente. Sino solamente 22 libros que abarcan la historia de todo tiempo y con razón se consideran divinos. - Es decir que por primera vez se habla de una colección de 22 libros, y luego Flavio Josefo nos explica qué comprenden esos 22 libros. De ellos, cinco son de Moisés que contienen las leyes y la narración de lo acontecido desde el origen del ser humano hasta la muerte de Moisés. Sin duda se está refiriendo al Pentateuco. - Y este espacio de tiempo abarca casi 3000 años, desde Moisés hasta la muerte de Artajerjes, es decir el rey griego, que reinó entre los persas después de Jerjes, los profetas que sucedieron a Moisés, reuniendo una colección de 13 libros. Los cuatro restantes ofrecen himnos en alabanza de Dios y preceptos utilísimos a los hombres. Y además desde el imperio de Artajerjes hasta nuestra época todos los sucesos se han puesto por escrito, pero no merecen tanta autoridad y fe como los libros mencionados anteriormente pues ya no hubo una sucesión exacta de profetas. - Además de estos libros que constituirán la Biblia hebrea -aunque parezca ya configurada-, los judíos escribieron otros libros, como los apócrifos, y que finalmente no fueron aceptados en el canon bíblico y por eso la tradición los ha considerado de una importancia menor o incluso desconocidos por buena parte del pueblo de Israel. - Pero por aquel entonces no se sabía si esos libros al final se iban a considerar dentro del canon de Israel, como por ejemplo el libro de Judit, de los Macabeos, del Eclesiástico, y otros, que para el mismo Josefo los consideraba de menor importancia. - No hay que olvidar que Josefo es hijo de sacerdotes y por parte de madre, de los Macabeos. Por eso su opinión representa la versión oficial respecto a los libros que configuran la Biblia. Esos libros –“los demás libros”- fueron escritos en la época post bíblica, es decir, después de la época de oro; en la época persa. Los libros escritos después de Artajerjes I[1], los escritos en la época griega o romana, no podrían considerarse libros del canon hebreo. - Esto evidencia porqué tenemos tanta veneración por estos libros a pesar de los siglos transcurridos nadie se ha atrevido a tocarles nada o quitarles o cambiarles. Está aludiendo a la constitución definitiva de estos libros que nadie podrá quitarle nada, también por su carácter sagrado, y donde el texto se va a transformar en una obra definitiva. Todos los judíos consideran ya desde su nacimiento que ellos contienen la voluntad de Dios, que hay que respetar y si fuera necesario hay que morir con placer en su defensa. - La teología que reflejan las palabras de Josefo indica que, estos libros son de origen divino. No sólo el Pentateuco sino las demás obras como la de Rut y otros. Esto establece un antes y un después en la historia de los libros de la Biblia. - (Nota: Artajerjes fue un rey persa desde el año 475 hasta el 424 a.C. El final del reinado de Artajerjes, marcó el final de la época de oro de la literatura bíblica). ................................................. - LA DESTRUCCIÓN DEL TEMPLO DE JERUSALEN.- - (Historia. National Geographic.28 de diciembre de 2012. Actualizado a 10 de septiembre de 2020). - 06 - 08 - 2021.- - En el año 70 d.C., el emperador Vespasiano encargó a su hijo Tito sofocar la violenta revuelta que desde hacía cuatro años sacudía Judea. Tras un duro asedio, Tito logró conquistar Jerusalén y destruyó y saqueó el Templo. - En las primeras semanas del año 70 d.C. empezaron a llegar a Alejandría embajadores de todo el mundo mediterráneo, enviados por los gobernadores de las provincias del Imperio y Estados aliados; hasta el rey de los partos se desplazó en persona a la capital egipcia. Todos acudían con un único propósito: felicitar a Vespasiano, el general al que las legiones de Roma acababan de proclamar nuevo emperador. - Vespasiano había llegado al Próximo Oriente cuatro años antes. Nerón, antes de sucumbir a una conspiración contra su tiránico régimen, lo había nombrado gobernador de Judea con una misión muy precisa: acabar con la rebelión de los judíos contra Roma. Su antecesor en esa tarea, el legado de Siria, Cestio Galo, había fracasado estrepitosamente, de manera que Vespasiano se mostró prudente y no quiso atacar de inmediato Jerusalén, la capital de Judea y baluarte de la resistencia. Pero ahora, antes de partir hacia Roma para tomar posesión de su nueva dignidad, el recién nombrado emperador quiso dejar encaminado el problema y encargó a su hijo primogénito, Tito Vespasiano, la conquista de la ciudad sagrada de los hebreos. El primer asalto Tito quedó al mando de cuatro legiones: la V Macedónica, la X Fretensis, la XV Apollinaris y la XII Fulminata; en total, unos 60.000 hombres entre legionarios, jinetes, tropas auxiliares, ingenieros e innumerable personal. Una fuerza colosal, a la altura de lo que también era un descomunal desafío. Jerusalén, en efecto, parecía una ciudad inexpugnable. Estaba fortificada con tres murallas y albergaba, además del recinto del Templo, dos tremendas fortalezas: el antiguo palacio de Herodes el Grande, con tres torres imponentes, y la fortaleza Antonia, en el ángulo noroccidental del Templo, con cuatro torres muy potentes. El Muro de las Lamentaciones, en la imagen, es el único vestigio que queda hoy del Segundo Templo de Jerusalén, erigido por Herodes y destruido por Tito durante la primera guerra judía. Dentro de la ciudad había dos murallas: una separaba la Ciudad Nueva de la antigua, situada al lado del Templo; la otra cortaba el paso desde este barrio a la Ciudad Alta. Y, finalmente, había un cuarto muro entre la ciudad alta y la baja. La tercera muralla defendía la zona septentrional de Jerusalén, la más llana y propicia a un ataque. Los lados occidental, sur y oriental eran prácticamente imposibles de franquear, pues el desnivel entre los muros y los valles circundantes era muy pronunciado. Además, en la ciudad se habían hecho fuertes varios grupos de zelotes, una corriente de judíos exaltados que propugnaban desde hacía décadas la rebelión contra el poder romano. Juan de Giscala, Simón bar Giora y Eleazar ben Simón se repartían el dominio de Jerusalén, en medio de recelos mutuos que desembocaron en una auténtica guerra civil, de la que sería víctima uno de ellos, el sumo sacerdote Eleazar. En su furia sectaria cometieron graves errores, como por ejemplo destruir los depósitos de grano, que según algunos hubieran permitido a Jerusalén resistir durante años un asedio. Pero a la llegada de Tito todos estaban dispuestos a luchar hasta la muerte, y frenaron todos los intentos de los judíos más moderados y pacíficos de llegar a un acuerdo con los romanos. - El sitio de Jerusalén duró cinco meses, de marzo a septiembre del año 70, y conocemos su desarrollo gracias a Flavio Josefo, un judío al servicio de Tito que lo relató detalladamente en su libro La guerra de los judíos. Tito inició el ataque por el norte. Sus tropas desplegaron la impresionante maquinaria de asedio romana: balistas y otros ingenios castigaban a los defensores con un bombardeo de piedras y jabalinas, mientras la infantería trataba de perforar las murallas mediante arietes, vigas de madera montadas sobre plataformas o en torres móviles. Para realizar esta operación era necesario nivelar el terreno, por lo que los soldados construyeron terraplenes de madera con tierra encima. - La madera se obtuvo de los bosques próximos, que quedaron totalmente talados en un radio de 20 a 25 kilómetros. Al ver que los romanos estrechaban cada vez más el cerco, los judíos respondieron arrojando antorchas encendidas contra las máquinas de guerra romanas. En una ocasión, incluso, hicieron una salida en masa para incendiar el material bélico romano, pero fueron rechazados por tropas de élite de Alejandría y por la bravura personal de Tito, que arremetió contra los judíos al frente de su caballería y mató él mismo a doce de ellos, según relata Flavio Josefo. Caen las murallas - Las máquinas de asalto abrieron un boquete en la tercera muralla, la más exterior, y los romanos penetraron en la Ciudad Nueva. Ocupada la zona, los romanos pudieron preparar el asalto a la Ciudad Vieja, la fortaleza Antonia y el Templo. Ante la feroz resistencia de los sitiados, cuenta Josefo que Tito permitía a sus soldados crucificar cada día a quinientos prisioneros judíos frente a las murallas para intimidar a los que resistían: «Eran tantas sus víctimas que no tenían espacio suficiente para poner sus cruces ni cruces para clavar sus cuerpos». - El siguiente objetivo de los romanos fue la segunda muralla, que no tardó en desplomarse. Luego pusieron sitio a la fortaleza Antonia. Tito ordenó construir cuatro nuevos montículos o plataformas para asentar los arietes y otros artilugios y lanzar el asalto. Pero Juan de Giscala había hecho excavar túneles desde la fortaleza hasta el lugar donde estaban los terraplenes; dentro puso madera untada de pez y betún y ordenó prenderle fuego. El resultado fue que el suelo bajo los terraplenes se hundió, sumiendo en la confusión a los romanos. Unos días después, un comando de judíos penetró entre las tropas romanas y, pese a ser atacado con flechas y espadas por todas partes, logró incendiar las armas de asalto enemigas. «En esta guerra no se han visto hombres más audaces y más terribles que éstos», escribe Josefo. - Tito levantó entonces un muro de circunvalación en torno a la muralla de la ciudad, a fin de que nadie de entre los sitiados pudiera salir de noche en busca de alimentos. El bloqueo se hizo sentir pronto y la cruda realidad de la hambruna se adueñó de Jerusalén. Josefo, que entró en la ciudad como embajador del general romano, testimonia los devastadores efectos de esta estrategia: «Los tejados estaban llenos de mujeres y de niños deshechos, y las calles de ancianos muertos. Los niños y los jóvenes vagaban hinchados, como fantasmas, por las plazas y se desplomaban allí donde el dolor se apoderaba de ellos [...] Un profundo silencio y una noche llena de muerte se extendió por la ciudad». A ello se sumaba el régimen de terror impuesto por los jefes de la rebelión, que ordenaban asesinar a quienes intentaban huir u ocultar algún alimento. Josefo cuenta el caso de una mujer que mató, asó y devoró a su propio hijo y ofreció a los jefes de la rebelión los restos para que participaran en el macabro banquete. Tras la conquista de Jerusalén y la caída de Masada, en 72-73, el emperador Vespasiano hizo acuñar una serie de monedas para conmemorar esta victoria. Arriba, reverso de sestercio con inscripción que reza: Iudaea Capta, «Judea conquistada». Finalmente, los arietes romanos lograron derrumbar un muro de la fortaleza Antonia. Aunque Juan de Giscala había erigido un murete interior, éste también fue tomado y los defensores no tuvieron otra salida que huir al Templo adyacente. Éste constituía en sí mismo una tremenda fortaleza y los romanos tuvieron que organizar un nuevo sitio. En esta ocasión, los arietes no bastaron, y los legionarios hubieron de emplear escaleras de asalto para superar la muralla exterior del templo y entrar en el llamado patio de los Gentiles. Juan de Giscala y Simón bar Giora se refugiaron en el recinto interior, desde donde rechazaron las ofertas de rendición de Tito. La batalla del Templo El gran atrio del Templo estaba rodeado por un suntuoso pórtico que pronto se convirtió en escenario de los combates. En una ocasión los judíos tendieron una trampa a sus enemigos. Se retiraron a una de las estoas porticadas, y cuando los romanos la asaltaron y ascendieron hasta los tejados prendieron fuego a maderos que previamente habían acumulado allí. Murieron muchos asaltantes, bien por el fuego o arrojándose al patio, donde fueron rematados. Instados por Tito, los legionarios prosiguieron la lucha con redoblada ferocidad. Eran muchos los que exigían al general que destruyera totalmente el Templo, a lo que Tito se resistía, según cuenta Josefo. El mismo autor afirma que fue un soldado quien, sin orden expresa, lanzó por su cuenta una tea contra esta zona interior del templo, de forma que el fuego prendió rápidamente. Tito corrió a impedirlo, pero los soldados no le hicieron caso y arrojaron más teas. Pronto toda la zona santa del Templo fue pasto de las llamas. La batalla cuerpo a cuerpo continuó en la Ciudad Baja, que también fue saqueada e incendidada. Los archivos, la cámara del Sanedrín y todas las casas y mansiones que se habían salvado hasta entonces quedaron ahora arrasados. La represión de los legionarios romanos fue feroz. Josefo lo expresa con una imagen impactante: «Degollaron a todos aquellos con los que se toparon, taponaron con sus cadáveres las estrechas calles e inundaron de sangre toda la ciudad, de modo que muchos incendios fueron también apagadados por esta carnicería». Masada, convertida en fortaleza por Herodes un siglo antes, fue el último foco de resistencia judía frente a Roma. Tras un duro asedio las legiones tomaron la plaza en el año 73. Pero las operaciones no terminaron aquí: quedaba aún la parte alta de la ciudad, separada por una muralla, donde se habían hecho fuertes Simón bar Giora y sus partidarios.El antiguo palacio de Herodes, protegido por sus tres tremendas torres, seguía alzándose imponente ante las legiones de Tito. Los romanos construyeron nuevas plataformas para situar los arietes, que reanudaron su tarea. La muralla de la Ciudad Alta se derrumbó por varios sitios y los romanos penetraron por las estrechas callejuelas sin encontrar casi oposición. A estas alturas, el cansancio, el hambre y el desaliento habían minado los ánimos de los sitiados, que se rindieron a los pocos días. Simón bar Giora escapó por unos pasadizos subterráneos, para reaparecer más tarde vestido de blanco y púrpura, enloquecido por el hambre y la sed. Fue capturado y murió ejecutado en Roma. Esclavizados y desterrados Judea quedó casi arrasada. Aunque las cifras de muertos o desaparecidos que da Josefo sean exageradas, quizás hubo unos 250.000 damnificados en un país que no debía de llegar al millón de habitantes. La inmensa mayoría fueron vendidos como esclavos; unos pocos se destinaron a combates de gladiadores; otros, a las minas de Egipto, y los menos volvieron a su vida normal en un territorio arruinado. En verdad, como sostenía el propio Josefo, el dios de los judíos se había puesto del lado Roma. Relieve del arco de Tito, en Roma, con una representación del triunfo del emperador. En la imagen puede verse la exhibición de los tesoros del templo, entre ellos la menorah de siete brazos. - Tito ordenó destruir por completo el Templo y las demás construcciones herodianas; sólo dejó en pie las tres torres del palacio de Herodes como testimonio de «la fortuna del conquistador», escribe Josefo. El templo de David y Salomón ya había sido destruido por los asirios en el año 586 a.C., para ser reconstruido poco después y ampliado según el grandioso plan de Herodes. Pero esta vez no habría nadie para reconstruirlo. .........................................................

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