Infancias y desigualdad en América Latina.- 03 - 10 - 2020.-

La Escuela ante todo debe formar buenas personas. Es una afirmación del sociólogo y Profesor Bernardo KLiksberg, y añade que enseñar valores valores éticos es indispensable", en diálogo con la Capital- Entrevista con Paula Busnadiego. Sábado 01 de Agosto de 2020 “La escuela ante todo, tiene que formar buenas personas”. La afirmación es del profesor Bernardo Kliksberg, quien postula que enseñar valores éticos debería ser uno de los temas imprescindibles de la agenda educativa pospandemia. Kilksberg es pensador argentino, sociólogo, economista y asesor especial de Naciones Unidas, entre otros organismos internacionales. Recibió 60 doctorados honoris causa de universidades de América Latina, Europa y Asia. Kliksberg dialoga con La Capital desde Nueva York, en donde transita la cuarentena. Manifiesta una templanza que invita al diálogo y en el intercambio amable se brinda como una usina de información que deja ver su conocimiento cabal sobre la realidad latinoamericana y mundial. Guarda ciertas esperanzas en cuanto a las enseñanzas que puede llegar a dejar la pandemia. Por eso asegura que la escuela tendrá un rol decisivo, y destaca los desafíos que deberán asumir los educadores en el día después de la crisis.    Reconocido como padre de la gerencia social y conductor de El informe Kliksberg (Canal Encuentro), reflexiona sobre el actual estado de situación del continente, las problemáticas estructurales que ha desnudado la pandemia, y la eterna vulnerabilidad de la infancias en los países desiguales. Además reivindica el mensaje del Papa Francisco y apuesta a dos actores sociales que dice que lo llenan de esperanza: los jóvenes y las mujeres.    —¿Cuáles fueron los países de América Latina que mejor han afrontado esta crisis?    —En América Latina y a nivel internacional se destacan dos pequeños países que son Costa Rica y Uruguay, frente al colapso de Brasil. Estos dos países tienen cifras muy bajas de muertes y comparativamente los mejores números de casos positivos. ¿Por qué? Porque ambos países tienen calidades de vida que los hacen menos vulnerables frente al virus. El virus golpea mucho más a los sectores pobres, esto se evidencia claramente en la población de color y latina en los Estados Unidos que tiene las peores cifras de muertos e infectados, de igual modo en la India y en Brasil. Cuando la sociedades históricamente han construido con mas equidad y hay menos pobreza el impacto del virus es menor. Costa Rica y Uruguay tienen un proyecto histórico donde se destaca la existencia de oportunidades para la mayoría de la población, cifras bajas de desigualdad, de pobreza y activas políticas públicas en salud y educación. Costa Rica por ejemplo, está entre los países del mundo con las cifras mas bajas de mortalidad infantil y materna, y la más baja de América Latina. Brasil, Chile y Perú, en cambio, tienen excelentes performances económicas, han crecido fuertemente en los últimos años, pero sin embargo tienen cifras altas de impacto de la pandemia, y esto tiene que ver con la pobreza y la desigualdad que hay en estos países. Si bien el virus es un peligro en todo el planeta ha demostrado ser desigual, se da en proporciones mucho mas alta y con una mortalidad mayor cuando hay pobreza, desigualdad, y no hay políticas públicas en salud y educación que protejan a la población. La educación es un protector fundamental frente a lo que está sucediendo.    —¿La pandemia ha dejado más al desnudo las inequidades sociales?    —Efectivamente, la pandemia ha puesto más al desnudo las desigualdades, las insuficiencias en materia de oportunidades y de protección que tienen los países. Vivimos en un mundo donde las desigualdades vienen creciendo cada vez más, se estima que 2.200 personas tienen actualmente más dinero que la mitad de la población del mundo. Los países nórdicos, junto con Costa Rica, Uruguay, Nueva Zelanda, tienen la más baja tasa de desigualdad del planeta, por eso el impacto de la pandemia ha sido mucho menor en ellos. En el caso de los países nórdicos las desigualdades se han atenuado con educación y salud para todos, gratuita y de alta calidad. Previamente a la crisis sanitaria estos países ya tenían la mayor esperanza de vida del mundo. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) y los expertos, la pandemia afecta según las precondiciones existentes, y una precondición fundamental es una nutrición adecuada. En los países que mencioné no hay hambre. Esto no tiene que ver con la producción de alimentos sino con su acceso, la población pobre no tiene acceso a los alimentos. También es una precondición la higiene y resulta que el 40 por ciento de la población del planeta no tiene acceso al agua potable, ni al jabón, ni a instalaciones sanitarias.    —¿Cómo ve la situación de las infancias en América Latina en este marco de crisis sanitaria?    —Si bien por lo que se sabe la pandemia se ensaña mucho más con los sectores de edades mayores, hay que decir que los niños están expuestos a todo orden de pandemias. Recordemos que hay otras pandemias aparte de esta. De acuerdo a las cifras de Unicef 15 mil niños fallecen por día en el mundo de muertes totalmente evitables, fundamentalmente por hambre, desnutrición, falta de agua potable e instalaciones sanitarias. En América Latina los niños son las primeras víctimas debido a la desigualdad. Desde ya que es deseable que haya recuperación económica, pero en este momento histórico la salud debe estar primero, todo debe quedar supeditado a la defensa de la vida. La infancia es el sector más altamente vulnerable, pero no a la pandemia sino a todos los factores de privación de derechos en un mundo tan desigual. Las infancias deben ser prioridad.    —¿No cree que los gobiernos muchas veces les demandan a las escuelas que resuelvan problemáticas estructurales (como las desigualdades, la violencia social), aún cuando el sistema educativo está altamente limitado?    —Si claro, y la escuela ha hecho lo imposible. Sucede que hoy América Latina es profundamente desigual, no sólo por los ingresos que es tan solo una de las expresiones de la desigualdad. La pobreza en América Latina viene creciendo en los últimos cinco años, y luego de la pandemia según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) la pobreza será mayor. Cargarle todo el peso a la escuela es algo que no va a dar ningún tipo de soluciones, porque la escuela no tiene la responsabilidad de la desigualdad. La desigualdad viene de los círculos perversos, los chicos que nacen en hogares pobres se alimentan mal y un porcentaje alto de ellos trabaja desde niños, lo que reduce sus posibilidades de tener una escolaridad plena, no terminan el secundario y van a parar a la economía informal. En algún momento se superará la pandemia y la escuela va a ser una de las instituciones más decisivas de la sociedad, porque no se concibe la posibilidad de desarrollo económico, ni personal, ni familiar sin educación, y sin una educación cada vez más plena en contenidos. Hoy quien que no termina la escuela secundaria no tiene ninguna posibilidad de integrarse a la economía formal, y en América Latina hay un alto porcentaje de niños y jóvenes que se encuentra en esta situación. Cerca del 60 por ciento de la población pobre no termina la secundaria. La escuela tiene que profundizar todo lo que hace, debe llegar a todos los sectores de la población con educación de mejor calidad. No es posible que haya políticas de educación pobre para pobres, reforzando las desigualdades. Esto se mide fácilmente con el número de horas escolares que destinan los establecimientos pobres comparado con el número que reciben otros sectores sociales. Es muy fácil entender como impacta la desigualdad en la educación. Cuando los niños de clase media y alta llegan con sus tareas del día escolar los está esperando una computadora o una habitación para ellos, con padres que han tenido acceso a la educación. Cuando los niños de las villas miserias o las favelas llegan de la escuela no hay computadora, hay hacinamiento y sus padres están insertos en ese círculo perverso de la pobreza. La desigualdad genera exclusión a través de la educación, que es un instrumento de reproducción de la desigualdad. Pero esto se puede enfrentar y revertir. La educación se puede transformar en un gran instrumento para mejorar las oportunidades del conjunto de la sociedad. "Es imprescindible acrecentar las posibilidades de los niños y las niñas pobres de tener una escuela de buena calidad y poder asistir a ella", sostiene Kliksberg    —Si hablamos de políticas públicas educativas, ¿resolver el tema presupuestario es la clave?    —Yo diría que hay tres elementos claves a tener en cuenta. Primero, los maestros. El sistema educativo finlandés que tanto se menciona se destaca porque ha hecho todo lo posible para que la escuela sea una de las instituciones de más alta calidad en la sociedad. Los maestros ganan sueldos muy superiores al salario promedio, es difícil llegar a ser maestro porque para ello se requiere de una alta calificación, cada grado tiene un número razonable de alumnos y les importa tener un clima solidario de trabajo. Por todas estas razones han logrado que el magisterio sea una de las carreras más buscadas socialmente. Segundo, los alumnos. Es imprescindible acrecentar las posibilidades de los niños y niñas pobres de tener una escuela de buena calidad y de poder asistir a ella. En los países nórdicos no hay discusión posible sobre eso, la educación es gratuita hasta el posgrado incluido, por más sacrificio que tenga que hacer la sociedad en su conjunto, y las empresas privadas apoyan esto vigorosamente porque entienden que la apuesta a largo plazo es la calidad de la población. Tercero, lo que se enseña en la escuela. No basta con enseñar tecnología de punta, inteligencia artificial y todo lo que pueda significar conocimiento avanzado, es fundamental enseñar valores éticos y humanos, porque el uso de las tecnologías va a estar guiado por la existencia o la falta de valores. Hay quienes usan actualmente tecnologías muy sofisticadas para producir fake news, robar, o desparramar el odio en las redes sociales, por ejemplo con publicaciones racistas. La escuela tiene que formar, ante todo, buenas personas. Estos tres puntos tienen que formar parte de cualquier agenda educativa: jerarquizar la profesión docente, proteger a los más vulnerables mediante políticas sociales inclusivas que les permitan transitar la escolaridad, y enseñar en las escuelas valores éticos.    —¿Cuáles serán los principales retos y desafíos que enfrentarán los educadores en el día después de esta crisis? Los educadores van a tener que capitalizar ese potencial inmenso que actualmente hay en los jóvenes de querer construir un mundo mejor. La escuela debe brindarles elementos y enriquecerlos con experiencias ejemplares, no adoctrinarlos. Por otra parte hay que invitarlos a discutir para desarrollar en ellos la capacidad de pensamiento crítico sobre los temas fundamentales. Esos temas no tienen que estar sólo en los diarios, tienen que estar en las aulas de las escuelas. Va a ser fundamental hacer que los chicos y chicas lean los diarios para discutir en la escuela. Una vez que tengamos la vacuna, uno de los grandes temas a resolver será cómo se hará para que esa vacuna llegue a todos y que no sea un bien más del mercado. Hay un gran tema ético en esta cuestión que debería tratarse en la escuela. Recientemente la Cepal ha planteado que frente al crecimiento de la pobreza en América Latina urge apoyar a las pymes como fuente de empleo, cancelar o reducir la deuda externa de los países pobres y concretar políticas públicas que garanticen un ingreso digno para todo el género humano. Estos son otros de los temas fundamentales sobre los que la escuela va a tener que reflexionar con los alumnos. ¿Cómo se garantiza a todos los seres humanos la dignidad? El tema medioambiental también es otro problema fundamental que deberá tener lugar en las aulas, porque es urgente la formación de ciudadanos ecológicos. En algún momento se superará la pandemia y la escuela va a ser una de las instituciones más decisivas de la sociedad"    —¿Cree que dejará alguna enseñanza esta crisis sanitaria? ¿Es optimista al respecto? Creo que sí, que está dejando enseñanzas. Por ejemplo, está desnudando los niveles de pobreza y desigualdad que asolan al planeta y está fortaleciendo los reclamos por solidaridad. Muchos ciudadanos han mostrado una gran integridad, los trabajadores de la sanidad por ejemplo. La pandemia también ha demostrado que se pueden construir países mejores, donde la salud y la educación de los ciudadanos sean lo mas importante. Además, estoy lleno de esperanza porque hay dos actores sociales nuevos que han irrumpido con fuerza y están renovando la agenda. Uno son los jóvenes, el otro las mujeres. La juventud es el sector que ha demostrado mayor interés y preocupación por los problemas medioambientales, la pobreza y la desigualdad. Es el sector que quiere empresas con responsabilidad social y gobiernos que prioricen a sus ciudadanos. Las mujeres, por su parte, han pasado a tener protagonismo no solo porque rechazan la violencia en todas sus expresiones sino porque reclaman que no las subutilicen. Hay todo tipo de discriminación contra las mujeres, les siguen pagando menos, continúan dejándolas fuera de las promociones, los empresarios se siguen enojando cuando a ellas se les ocurre ser madres, pero la mayor discriminación de todas es la subutilización. Hoy la mujer está reclamando que le permitan desarrollar plenamente su potencial. La emergencia de los jóvenes y de las mujeres me llena de esperanza. Y no quiero dejar de mencionar un continuo llamado que viene haciendo el Papa Francisco que hay que destacar. Es un pedido a prestar atención a aquello que debe ser prioritario y que dice: “El que no vive para servir, no sirve para vivir”. Creo que esta máxima debería enseñarse en todas las escuelas, porque significa que el ser humano alcanza su plenitud a través del amor, de la solidaridad y yendo al encuentro del otro. Aquellos que son indiferentes, que solo les importa preservar lo inmediato, se están perdiendo lo mejor de la vida.

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