La Navidad, símbolo Universal. El Nacimiento. -23 -12 -2020.-

PARA CONOCER EL SENTIDO SIMBÓLICO UNIVERSAL DE LA NAVIDAD: Envío del Psicólogo Santos Benetti de Posadas, Misiones. -23-12-2020.- Ofrezco este texto que corona mis reflexiones: - "Sobre el trasfondo de una situación política revolucionaria y desde sus profundos reclamos sociales, surge uno de los relatos más conocidos sobre Jesús, con unos símbolos que siempre entrañaron grandes dificultades de interpretación y mucho más en nuestra cultura actual, que si bien celebra universal y ruidosamente la festividad de Navidad, está muy lejos de su auténtica espiritualidad, casi diríamos en los polos opuestos. Asombrémonos, pues, ante este singular relato que siempre nos cautiva por la simple ingenuidad y ternura de sus personajes a quienes, increíblemente, se los ha elegido para iniciar una nueva y difícil etapa de la humanidad. En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una muchacha virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: «¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo». Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el ángel le dijo: «No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo”. María dijo al ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado hijo de Dios. María dijo entonces: «Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho». Y el ángel se alejó (Lc 1,26-38) La madre virgen Una mujer ocupa el centro de la escena; su nombre de origen egipcio y hebreo significa “la amada de Dios”. El mensajero divino de nombre Gabriel, que sugestivamente significa “el poder de Dios”, le anuncia un hijo, a pesar de que aún no ha consumado su matrimonio, pues es el poder y la energía de Dios (su espíritu o soplo) los que empujan a la humanidad hacia un nuevo renacer y nuevas fronteras. Es el comienzo de algo nuevo, y todo comienzo surge de algo virginal, de lo femenino que está en la tierra que produce frutos, y en todo ser humano que nace y renace constantemente. Quien hace germinar es el mismo hálito, soplo o espíritu de Dios, energía de vida que estuvo soplando en los orígenes del cosmos: La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se cernía sobre las aguas (Gen 1,2), texto al que alude Lucas. ¿Símbolo difícil? Me parece increíble que aún hoy no se haya comprendido uno de los símbolos más universales y más ricos de casi todas las culturas y religiones, y se intente leer este típico “relato mítico del origen” al pie de la letra como un crudo hecho biológico, lo que provoca, no sólo tremendas contradicciones y serias objeciones de todo tipo, sino la carencia total de una espiritualidad válida para nuestra cultura. Así se ha matado y vaciado uno de los más profundos símbolos de la vida cósmica, humana y espiritual. En efecto, lo que hoy nos sugiere este relato mítico es que la Vida no es fruto del poder del hombre o de la mujer; es un misterio que aún hoy nos asombra, de cómo hace 3500 millones de años pudo surgir a impulso de una misteriosa energía, cuyos secretos aún la ciencia moderna no ha descubierto. Es la energía que llega a nosotros provocando una grandiosa historia de nacimientos y re-nacimientos. Los padres no creamos la vida ni somos sus dueños, sólo la transmitimos y cuidamos, pues somos los intermediarios de un poder que nos sobrepasa, y al que unos llaman dios y otros, hálito de vida, espíritu del universo o espíritu santo, o energía suprema. Las antiguas culturas siempre se asombraron ante este misterio de una tierra virgen que genera seres vivientes de todas las especies, tierra que siempre fue considerada como la Gran Madre y de cuyo seno participaban las mujeres. Por eso, este “milagroso” simbolismo se reproduce en tantos mitos de los orígenes de dioses, héroes y grandes personajes de la historia, entre ellos Osiris, Mitra, Zoroastro, Krishna y Buda, todos ellos nacidos de una diosa o mujer virgen y todos un 25 de diciembre, nacimiento del sol en el solsticio de invierno. En consecuencia, los padres biológicos no somos dueños de nuestros hijos ni de sus proyectos, como María y José no lo fueron del proyecto de Jesús, proyecto que nace de esa energía cósmica o divina que se siembra y desarrolla en cada ser humano, quien le da forma e identidad desde su libertad y creatividad. Algo que Lucas y los otros evangelistas se encargan de subrayar: Jesús no realiza el proyecto de sus padres sino que actúa con total autonomía y libertad obedeciendo la voz interior que llega de “su Padre”, como ya a los doce años les recuerda a sus angustiados progenitores: “¿No saben que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?».Pero ellos no entendieron lo que les decía. El regresó con sus padres a Nazaret… e iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia, delante de Dios y de los hombres (Lc 2,49-52) Recordemos que entre los semitas y demás pueblos antiguos se suponía que la vida surgía exclusivamente del semen del varón, lo que lo hacía dueño del destino de su hijo. La mujer jugaba un rol pasivo con su seno vacío donde crecería el bebé. Nace algo nuevo Lucas, pues, está hablando del nacimiento de una nueva etapa de la humanidad, de una nueva creación que da origen a un profundo cambio promovido por Dios salvador. Un Dios que no salva desde afuera ni desde arriba sino que “es el Señor que está contigo”, en el mismo seno interior de cada comunidad y de toda la humanidad simbolizada en María. Este es el insólito y revolucionario mensaje que aquella sufrida comunidad marginada nos transmite: aunque seamos débiles como esa temerosa noviecita de 13 años, tenemos en nuestro interior una energía que nos llega desde los orígenes del universo, energía que ha creado esta raza de seres humanos con el polvo de la materia inanimada y desde la evolución animal que nos ha precedido. Es la misma energía que los antiguos representan como la fuerza del viento, soplo o espíritu divino, la que engendró a los seres humanos desde la primitiva edad de piedra hasta la siempre maravillosa creación de hombres “nuevos”, con el desarrollo del pensamiento y de la razón, de los sentimientos, del arte, la religión, la escritura, la sociedad organizada, la tecnología y, más aún, el constante despertar o nacer del espíritu humano que parece no tener límites. Ante esta irrupción del espíritu in-novador de la vida sólo nos queda asumir una actitud positiva, bien reflejada en la respuesta de María: Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho; estoy disponible y confío… Estamos para servir a un proyecto humano que nos quiere partícipes libres y responsables. Pero lo nuevo nos asusta, nos genera miedo y angustia porque es lo desconocido, lo que aún no controlamos, lo peligroso; es el cambio al que se considera necesario pero al que se resiste por miedo a las dificultades, sufrimientos y posible fracaso. En aquella comunidad (María) la liberación significaba enfrentar al poder del imperio, la muerte por crucifixión, los soldados de Herodes, la resistencia de los propios dirigentes que habían pactado con el enemigo, la carencia de medios económicos, la avaricia de los terratenientes que esquilmaban a los pobres, la burla de los doctos, el privilegio de los maridos y el sometimiento de las mujeres, los abusos de los sacerdotes, el maltrato a los esclavos… y una estructura social que parecía imposible de cambiar. Y aquella comunidad dijo Sí al nuevo y desconocido proyecto de alcanzar la liberación y desarrollo humano que aún hoy no hemos logrado. De allí la importancia y necesidad de una madre virgen, porque es un símbolo que tiene vigencia, que lo podemos re-crear cuantas veces sea necesario y según nuestra propia situación. No es un concepto que comienza y termina en una persona determinada (la mujer María) y que se agota en esa particularidad. Es un proceso que aunque tiene una variable biológica es mucho más que eso: es engendrarnos a nosotros mismos como seres únicos en nuestra individualidad y únicos en un proyecto de vida. A eso podemos llamar “nacimiento espiritual”. Símbolos de nacimiento espiritual Símbolos de nacimiento espiritual los encontramos en todas las culturas, como los varios ritos de iniciación sexual masculina y femenina que transforman al púber en un hombre o una mujer adultos; ritos que suponen determinadas pruebas, la transmisión de los secretos religiosos, espirituales y rituales de la comunidad y de sus normas morales, la separación de la madre, la imposición de un nombre significativo y, en muchos casos, la circuncisión o un bautismo que simbolice la muerte a la etapa anterior y el renacimiento a una nueva vida. También hay rituales simbólicos que indican el nacimiento a una vocación especial, como la de chamanes, hechiceros, profetas o sacerdotes, o a determinadas sociedades secretas religiosas, militares, etc. En todos estos casos los candidatos son separados y abandonan su existencia anterior para iniciar una nueva forma de vida religiosa, social o cultural. Por algo en Occidente desde los siglos XIV y XV se inició una nueva (moderna) etapa llamada precisamente “Renacimiento”. El símbolo cósmico del primer nacimiento explosiona como el big bang y su fuerza llega hasta el día de hoy… a la madre humanidad que sufre aún milenarias ataduras, y también a una madre iglesia, comunidad cristiana, anquilosada en el tiempo y que aún no se anima a decir: soy la servidora del Señor, la servidora de la comunidad humana, que se cumpla en mí el proyecto del origen… Porque para el cosmos, para los seres biológicos y para toda la humanidad, el proyecto original es uno solo: vivir en plenitud con la mayor dignidad y calidad posible. Y a ese proyecto han de servir las instituciones políticas, sociales y religiosas… Que nadie se apodere de ese proyecto para beneficio propio. El padre del proyecto nos trasciende a todos… El Niño Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado hijo del Altísimo. El nuevo proyecto se inicia con un niño que ha de nacer. El nombre “Jesús”, muy corriente entre los hebreos, similar a Josué, en su raíz etimológica significa “Dios salva”. El niño será llamado “hijo de Dios”, símbolo que es el complementario de Dios Padre, sin connotaciones filosóficas ni dogmáticas: es el sentimiento de una comunidad que venera a Dios-Amor-Protector como su padre y ahora lo siente reflejado y concretizado en Jesús, el hijo-niño que nos representa a todos. Que un niño recién nacido, tierno y endeble, sea considerado hijo de Dios (en cualquiera de sus sentidos, más simbólico o más real) y la imagen o manifestación de Dios es, quizás, uno de los momentos más importantes del espíritu religioso de todos los tiempos que ya no lo ve a Dios allá arriba y lejos con gran poder absoluto sobre la humanidad, sino tan cercano al ser humano, tan transparente y tan íntimo como un niño adherido al vientre materno. El niño, increíblemente, simboliza tanto al Dios que se abaja hasta el hombre, como al hombre que quiere acceder a lo divino. El mismo Jesús, según Lucas, aludirá en una de las frases de espiritualidad mejor logradas y más universales, a la necesidad de nacer al espíritu de los niños para acceder al Reino de Dios: Dejen que los niños se acerquen a mí… porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él (Lc 18, 16-17) ¿Por qué hacerse como niños? Porque el niño es el inicio de una nueva vida, es el despertar a la esperanza, es el estado embrionario que debe desarrollarse y porque siempre trasunta esas cualidades que parecen tan divinas como extrañas en el mundo adulto: frescura, simplicidad, entrega, confianza, ternura, transparencia y pureza sin doblez ni mentira, juego y alegría… El nacimiento del niño Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. La comunidad lucana que siente a Jesús como el rey heredero de David, nos da algunos datos históricos para justificar el viaje a Belén, donde nacería el niño. Hoy sabemos que esos datos no son correctos, lo que no es obstáculo para recuperar el valor simbólico de aquel nacimiento. El símbolo no nos habla de la realidad objetiva de los hechos, sino de la realidad subjetiva de los narradores, de lo que siente y vive la comunidad y de la convicción y testimonio de vida que desea transmitir. Algo que a los occidentales siempre nos cuesta entender… Por eso preguntamos: “¿Pero qué pasó realmente? ¿Es una historia inventada? ¿Es una falsificación histórica?...” Nadie hace esas preguntas cuando lee un poema e incluso cuando escucha al relator de una final de fútbol… o la letra de algún himno nacional… Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento. Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor. El ángel les dijo: «No teman, pues les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador; y esto les servirá de señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» Seguramente este es el texto que más veces hemos escuchado ya desde nuestra temprana infancia, pues “lo sabemos de memoria” y “no sé qué más podemos decir de un relato tan sencillo e infantil”… Pero lo cierto es que cuánto más conocido y trillado es un discurso simbólico, más difícil es interpretar su sentido, pues de tanto repetirlo quedamos “en el cuentito” y no hacemos el esfuerzo de buscarle otro significado diferente del simple “recuerdo del nacimiento del niñito Jesús”. Nos sucede lo mismo que con los sueños: los más sencillos y aparentemente intrascendentes, resultan ser los que, una vez interpretados, tienen un significado más novedoso y trascendente. Esta es la experiencia que tenemos los psicólogos. Y esto vale para el “ingenuo” relato del niño Jesús, la cuevita, los pastorcitos, el burrito y los ángeles cantores… sin olvidarnos del arbolito. El símbolo central es “el niño que ha nacido”, tal como el mensajero divino, transmisor de la fe de la comunidad, le dice a los pastores, “iluminando” sus mentes: “un niño envuelto en pañales que es el salvador”... ¿Es éste un símbolo intrascendente y rutinario, la ocasión para comer y beber lo más abundantemente posible el 24 de diciembre, dar regalos a los niños y hacer sonar petardos, exactamente a las 12 de la noche? Nacimiento Si la madre fue virgen, simbólicamente virgen, es evidente que el nacimiento es mucho más que un hecho biológico: es el comienzo de algo nuevo en la historia humana, y debiera ser el comienzo y reinicio permanente en cada uno de nuevas etapas de vivir cada vez más maduras y sabias. Porque toda la vida humana se va gestando en constantes re-naceres desde la lactancia hasta la madurez total y la ancianidad. No sólo a nivel biológico (cambiamos de células constantemente y desarrollamos el cuerpo, sus órganos y sentidos) y psicológico (en etapas bien diferenciadas) sino también a nivel espiritual cuando, por ejemplo, nos descubrirnos a nosotros mismos y comenzamos un nuevo estilo de vida, de ver el mundo de otra manera, de reconocer errores y asumir nuevos valores. Son los grandes cambios que tuercen el rumbo de la vida o la introducen en nuevas y más profundas instancias. Es muy significativo que cuando las personas hacen psicoterapia y comienzan un cambio significativo, suelan soñar con un nacimiento, un embarazo o el cuidado de un bebé. He allí el símbolo que el propio inconsciente se encarga de elaborar. Así, la celebración del Nacimiento (Nativitas, Navidad) es, en primer lugar, un llamado a permanecer despiertos en este renacer que tiene tantas formas distintas. De allí la necesidad de cierto silencio e intimidad de una celebración que no por eso debe perder la alegría de todo nacimiento. Navidad es una fiesta hacia adentro, como lo es el día en que una mujer da a luz un bebé. Sin ruidos molestos, sin mirar hacia afuera; todos concentrados en el niño que duerme tranquilo y en la madre que lo contempla extasiada. Pero hay más aún: si con el nacimiento de Jesús nació una nueva etapa histórica que incluso marcó la data del calendario, el símbolo hoy reclama por un renacer de la sociedad, de la cultura, de las Iglesias, de los proyectos que tienen que ver con el desarrollo social, político, cultural y espiritual de cada sociedad y de la humanidad entera. En estos siglos que ya son dos milenios, seguramente que mucho se ha progresado en ciertos niveles, pero cuánto nos queda por hacer por un nacimiento igualitario, más justo y más universal. Entonces, nada más contradictorio que celebrar navidad sin nacimiento a nada, con un espíritu ultraconservador, anclados en el pasado, enceguecidos en dogmas, creencias y ritos que son pura tradición pero sin novedad… sin “evangelio”, sin buena noticia de un nuevo nacimiento. Múltiples símbolos en el nacimiento de Jesús En el nacimiento de Jesús, según el relato de Lucas más los agregados de Mateo, de los apócrifos y de la tradición posterior, se conjugaron tres grandes grupos de símbolos: - Los símbolos cósmicos del origen, común a casi todas las culturas y de ninguna manera exclusivas del cristianismo: el niño nace de noche (símbolo del gran útero que explosiona sus virtualidades), en una cueva (símbolo del útero de la madre tierra), una nueva estrella señala su destino, aparecen ángeles (símbolos de la unión de la divino con el cosmos y la humanidad), una gran luz ilumina la noche de los hombres, es el sol naciente… - Los símbolos humanos y sociales: la mujer primeriza en su parto, el esposo que cuida; el ambiente de pobreza y humanidad reflejado en “el niño envuelto en pañales” en un pesebre de animales, y en los rudos pastores que duermen a la intemperie; las acechanzas del malvado que quiere eliminar al niño (Herodes); los hombres sinceros que caminan desde lejanas tierras buscando la verdad de sus vidas (los sabios magos); el exilio a un país extranjero, la espada de dolor que atravesará el corazón de la madre (en el cántico de Simeón de Lc 1,35); los ancianos judíos que se alegran por la llegada de la liberación y se reconcilian con las promesas divinas (Simeón y Ana, Lc 1,25-38) - Los símbolos específicamente espirituales que suponen una nueva humanidad y un ser humano con un nuevo corazón y un nuevo estilo de vivir. Los mensajeros celestiales expresan con sus anuncios el rico simbolismo espiritual: el nuevo nacimiento que llega de lo alto, desde el corazón del mismo Dios; el final del miedo que da paso a la alegría; la nueva comunidad de fe simbolizada en los humildes pastores; la luz que despeja las tinieblas del miedo y de la mentira; la paz a los hombres sinceros, de buena voluntad, y la salvación de todos los oprimidos, porque el Niño es el salvador; la alabanza de gratitud en el “gloria en las alturas”. Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad» Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.» Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían. María, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón (Lc 2,1-18) Delicado e íntimo final de Lucas: María, la mujer madre y la comunidad nueva, medita en su corazón las maravillas vividas. Hay silencio, hay reflexión, hay mirada hacia el interior. No es la espectadora de un hecho externo; la comunidad (nosotros) hace suya toda la riqueza de un simbolismo que nunca se agotará, como nunca se agotará el espíritu humano que, como el ave fénix, ese antiquísimo símbolo de la regeneración, siempre renace de sus cenizas… Lo que aún hoy me sorprende, no es este conjunto de símbolos en un ambiente humano-divino, tan común y universal en todas las antiguas culturas, sino la cerrazón de quienes se empecinan en una lectura literal, “esencialista” y dogmática de los textos, sin ser capaces de descubrir la maravillosa riqueza de sus símbolos. ¿Será porque es más cómodo quedarse contemplando como simple espectadores un hecho milagroso del pasado que solo nos llega una vez al año en el recuerdo, y no asumir el impresionante compromiso de cambio interior y social, religioso y político que exigen sus símbolos? ¿Cómo no se puede entender el lenguaje de los sentimientos que aparece en el relato evangélico, como si la única manera de hablar de un nacimiento fuera registrar el día, mes y año, el lugar y el nombre del nacido y de los padres, tal como se hace en el registro civil en un trámite rutinario? ¿Cómo no expresar tantas emociones, recuerdos, fantasías, sentimientos y proyectos que nos evoca el nacimiento de un hijo? Nadie mejor que una mujer poeta, Ángela Aymerich, para que nos abra los ojos y nos deje volar con nuestra imaginación y sentimientos, mientras ella evoca el nacimiento de un nuevo ser humano: CUANDO NACE UN HOMBRE. Palabras poéticas de Angela Aymerich. siempre es amanecer aunque en la alcoba la noche pinte negros cristales. Cuando nace un hombre hay un olor a pan recién cocido por los pasillos de la casa; en las paredes, los paisajes huelen a mar y a hierba fresca y los abuelos del retrato vuelven la cara y se sonríen. Cuando nace un hombre florecen rosas imprevistas en el jarrón de la consola y aquellos pájaros bordados en los cojines de la sala silban y cantan como locos. Cuando nace un hombre todos los muertos de su sangre llegan a verle y se comprueban en el contorno de su boca. Cuando nace un hombre hay una estrella detenida al mismo borde del tejado y en un lejano monte o risco brota un hilillo de agua nueva. Cuando nace un hombre todas las madres de este mundo sienten calor en su regazo y hasta los labios de las vírgenes llega un sabor a miel y a beso. Cuando nace un hombre de los varones brotan chispas, los viejos ponen ojos graves y los muchachos atestiguan el fuego alegre de sus venas. Cuando nace un hombre todos tenemos un hermano. ............................................ Horacio Formica Envió este mensaje Navideño. Estimados: Les envio mis deseos de FELICES FIESTAS y que culminemos este año tan difícil para los Argentinos con paz y en familia. Ya continuaremos nuestras actividades con normalidad y los homenajes a quienes nos precedieron se volverán a hacer en tiempo y forma. Preparemos a los jóvenes para que hereden nuestros compromisos con la Historia. A la orden como siempre desde Ceremonial del Regimiento de Infantería 1 PATRICIOS. Profesor Veterano de Guerra de Malvinas HORACIO FÓRMICA. ......................................... Dr. Roberto Baigorri. Viernes 25XII2020 NATIVIDAD DEL SEÑOR (B) + LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 2,1-14 En aquellos días, salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero. Éste fue el primer censo que se hizo siendo Quirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad. También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret en Galilea a la ciudad de David, que se llama Belén, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada. En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. Y un ángel del Señor se les presentó: la gloria del Señor los envolvió de claridad y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: - No temáis, os traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: - Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama. Palabra de Dios. .................................................................. DIOS ENCARNADO – JOSÉ ANTONIO PAGOLA La Navidad nos obliga a revisar ideas e imágenes que habitualmente tenemos de Dios, pero que nos impiden acercarnos a su verdadero rostro. Dios no se deja aprisionar en nuestros esquemas y moldes de pensamiento. No sigue los caminos que nosotros le marcamos. Dios es imprevisible. Lo imaginamos fuerte y poderoso, majestuoso y omnipotente, pero él se nos ofrece en la fragilidad de un niño débil, nacido en la más absoluta sencillez y pobreza. Lo colocamos casi siempre en lo extraordinario, prodigioso y sorprendente, pero él se nos presenta en lo cotidiano, en lo normal y ordinario. Lo imaginamos grande y lejano, y él se nos hace pequeño y cercano. No. Este Dios encarnado en el niño de Belén no es el que nosotros hubiéramos esperado. No está a la altura de lo que nosotros hubiéramos imaginado. Este Dios nos puede decepcionar. Sin embargo, ¿no es precisamente este Dios cercano el que necesitamos junto a nosotros? ¿No es esta cercanía a lo humano la que mejor revela el verdadero misterio de Dios? ¿No se manifiesta en la debilidad de este niño su verdadera grandeza? La Navidad nos recuerda que la presencia de Dios no responde siempre a nuestras expectativas, pues se nos ofrece donde nosotros menos lo esperamos. Ciertamente hemos de buscarlo en la oración y el silencio, en la superación del egoísmo, en la vida fiel y obediente a su voluntad, pero Dios se nos puede ofrecer cuando quiere y como quiere, incluso en lo más ordinario y común de la vida. Ahora sabemos que lo podemos encontrar en cualquier ser indefenso y débil que necesita de nuestra acogida. Puede estar en las lágrimas de un niño o en la soledad de un anciano. En el rostro de cualquier hermano podemos descubrir la presencia de ese Dios que ha querido encarnarse en lo humano. Esta es la fe revolucionaria de la Navidad, el escándalo más grande del cristianismo, expresado de manera lapidaria por Pablo: «Cristo, a pesar de su condición divina, no se aferró a su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de siervo, haciéndose uno de tantos y presentándose como simple hombre» (Filipenses 2,6-7). El Dios cristiano no es un Dios desencarnado, lejano e inaccesible. Es un Dios encarnado, próximo, cercano. Un Dios al que podemos tocar de alguna manera siempre que tocamos lo humano. .......................................... Historias del Pan Dulce. La Capital. Domingo 20 de Diciembre de 2020. Siempre presente en la mesa navideña, el Pan Dulce ha variado en sus formas y sabores. Un recorrido por su historia y costumbres adoptadas por cada pueblo. En todos los tiempos se degustó esta dulzura aunque con diferentes formas, con el agregado de frutas secas, especies o, para los más innovadores, relleno de helado y rulos de chocolate. Sea como sea, sigue siendo un símbolo que se transmite a cada bocado: compartir el pan. Cuentan que los primeros cristianos lo preparaban recordando Belén o Betlehem, tal como se dice el nombre de esta ciudad en hebreo y que justamente significa "casa de pan". Según la historia fueron los griegos los iniciadores de la tradición panadera. Ya en la época de Augusto, descendiente de Julio César, en Roma se habían censado más de 300 panaderías. Sin embargo, entre el pan y el pan dulce deberían pasar varios siglos, ubicándose a este último en el Renacimiento a mediados del siglo XV. Pan Dulce – Panettone Se cuenta que el nacimiento del panettone fue en Milán durante la época del duque Ludovico Sforza, llamado “el moro”. El duque, en compañía de Leonardo da Vinci, comió el dulce pan en una boda en la que el padre de la novia, Toni, era dueño de una panadería. De ahí en más, el “pan de Toni” (la contracción derivaría en panettone) se expandió por el resto de Italia y Europa. Otra versión de la misma leyenda sostiene que el Mecenas (todos los poderosos del Renacimiento eran Mecenas de artistas) quiso organizar un importante festejo para las fiestas de 1495, mandando a preparar las más sutiles delicias y al cocinero se le quemó el pan de Navidad. Cuando la desesperación lo invadía advirtió que un aprendiz de su cocina llamado Toni, estaba comiendo un pan que había elaborado a escondidas y al que le había agregado frutas. Como último recurso, el cocinero arrebató el pan a Toni y lo presentó en la mesa del duque quienes adoptaron para siempre "Il pane di Toni" o sea “Il panetón”. Sin bien las leyendas sobre su origen varían, hay una coincidencia: el panettone nació en Milán. Distintas son las características que presenta el Pan Dulce según la región donde se fabrica, por ejemplo: Pan Dulce de Venecia: Si bien el Pan Dulce de Génova o de Milán fue el primero y más tradicional, le apareció un fuerte competidor en la ciudad de Venecia: ¿En qué se diferencian? El original tiene una masa más firme y enriquecida por frutas y especias. El veneciano, mejor dicho el pandoro di Verona, es un bizcocho levado, de masa muy ligera y no lleva frutas, sólo está espolvoreado con azúcar impalpable. El Pan Dulce de Lombardía o Milán: Este tipo de pan dulce tiene una masa muy elaborada, hecha con abundantes huevos, perfumada con cedrón abrillantado, pasas sultanas, cáscara de naranja, decorado con almendras tostadas y azúcar granulada. Su forma es más alta que la del pan genovés y su coloración más clara y rubia. Pan Dulce alemán – Stollen Este tradicional pastel con nueces y almendras, remonta su origen también al siglo XV. Esta típica pasta alemana de 1474 cuyos ingredientes eran simplemente harina, avena y agua parece que, simplemente, no tenía gusto a nada. Para modificarlo debieron solicitar y obtener un importante decreto del Papa conocido como ”Butterbrief" (carta de mantequilla). Allí se declaraba que, con el pago de una penitencia apropiada para mantener la conciencia limpia y obtener la bendición de Dios, se podía utilizar leche y mantequilla para la elaboración del pan. Gradualmente se han ido incorporando nuevos ingredientes a esta especialidad convirtiendo así en el Stollen de Navidad. ............................................. Escrito por San Gerónimo. “¿QUE ME VAS A REGALAR EN MI CUMPLEAÑOS ? El conmovedor pedido del Niño Jesús a San Jerónimo. -26 -12-2020.- -San Jerónimo es conocido por ser el importante doctor de la Iglesia que combatió doctrinariamente a los herejes y realizó la traducción de La Biblia al latín. Sin embargo, este santo tuvo una hermosa experiencia de encuentro con el Niño Jesús que nos muestra cómo la Navidad también revela un aspecto bello de la Divina Misericordia. Los últimos 35 años de su vida, San Jerónimo decidió pasarlos en una gruta junto a la Cueva de Belén. -El conmoverdor pedido del Niño Jesús a San Jerónimo Cuenta la tradición que una noche de Navidad, luego de que los fieles se retiraran de la gruta de Belén, San Jerónimo se quedó allí rezando. Se encontraba en plena oración cuando el Niño Jesús apareció súbitamente y le preguntó: “Jerónimo ¿Qué me vas a regalar en mi cumpleaños?“. El santo, sorprendido por el prodigio le contestó: Señor te regalo mi salud, mi fama, mi honor, para que dispongas de todo como mejor te parezca”. A lo que el Niño Jesús respondió: “¿Y ya no me regalas nada más?“. -Desconcertado, el ya anciano San Jerónimo le dijo: “Oh mi amado Salvador, exclamó el anciano, por Ti repartí ya mis bienes entre los pobres. Por Ti he dedicado mi tiempo a estudiar las Sagradas Escrituras… ¿Qué más te puedo regalar? Si quisieras, te daría mi cuerpo para que lo quemaras en una hoguera y así poder desgastarme todo por Ti”. -Entonces Jesús le respondió, “Jerónimo: regálame tus pecados para perdonártelos“. Al escuchar esto, San Jerónimo comenzó a llorar de emoción y le dijo: “¡Loco tienes que estar de amor, cuando me pides esto!”. -Allí el santo se dio cuenta de que lo que más desea Dios es que nos acerquemos confiadamente a Él, y le ofrezcamos un corazón humillado y arrepentido poniéndolo en las manos de su Divina Misericordia. -¡Santa y Feliz Navidad para todos!

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