Vivencias en el Seminario Salesiano de Vignaud. -12- 03-2021-.

VIVENCIAS EN EL SEMINARIO SALESIANO DE COLONIA VIGNAUD,NORESTE DE CÓRDOBA. - Las vivenncias transcurridas en el Seminario Salesiano de Vignaud, Noreste de la Provincia de Córdoba, fue siempre un retorno permanente a mi memoria. Por temporadas veo sus paredes, las personas que habitábamos allí, los Profesores Religiosos Salesianos, nosotros los alumnos, el personal no docente y los vecinos del pequeño poblado. - Llegué allí en 1953, con 12 años, cursé desde cuarto grado la Primaria, luego el Secundario con orientación Pedagógica, un año del Noviciado en Manucho, Provincia de Santa Fe y los tres años de estudios de Filosofía y Pedagogía Salesiana,permanecí alli hasta 1963 con 22 años de edad. - Transcurría el tiempo y en los momentos de angustia me preguntaba:¿tan lejos de mi familia tenía que vivir?; para colmo el agua era salada por la cercanía de la Mar Chiquita, salitrosa por el agua que recibía del Río Salado que cruzaba las salinas de Santiago del Estero. - El Acto de final de curso, clausura del año lectivo, fue sencillo;finalizados los exámenes,comenzaron los preparativos para despedirnos. El día 8 de Diciembre hubo un Acto Académico, el último número fueron las palabras dle Padre Director quien felicitó a todos los estudiantes por el trabajo del año y nos auguró felices vacaciones y éxitos en la nueva etapa de la vida como docentes. - Mi memoria en soledad y la de mis compañeros de curso cuando nos encontramos,nos retrotrae al año de egresado 1963 y sentimos la voz de la nostalgia que nos repite: "Cuando llegaste, apenas me conocías; Cuando te vayas, me llevarás contigo" y así fue. - La despedida fue sencilla cada uno preparó su valija con el ajuar, algunos libros y recuerdos. Una mañana nos llevaron a la Estación ferroviaria de Brinkman, subimos al tren de pasajerps que venía desde Morteros, rumbo a San Francisco, allí hicmos trasbordo y llegamos a Rosario.Pasamos la noche en el Colegio San José,por la mañana tomamos un ómnibus con el que llegamos a la Escuela Agrícola de Ferré como destino de los 15 días de vacaciones. Luego de una Misa Solemne, a cada uno de los 12 nos entregaron el destino docente en un Colegio Salesiano, por tres años "El Trienio".Mi destino, asignación docente para 1964 fue la misma Escuela Agrícola Salesiana de Ferré,Norte de la Provincia de Buenos Aires. - ........................................................ Reglamentación para la vida de pupilos. - La vida transcurrida en un internado, pupilo para varones regenteado por religiosos, como para mujeres regenteados por religiosas, eran Colegios donde se vivía y estudiaba con el consentimiento de los padres, que eran trabajadores rurales, obreros que no podían levar y traer todos los días a sus hijos a la escuela.Estas Instituciones tienen su origen en Europa y luego se extendió en América. - ¿Cómo se vive en el último colegio privado y pupilo de la Argentina? El St George´s College, en Quilmes, es el único colegio pupilo de la Argentina, además de las escuelas rurales y militares que aún mantienen esa modalidad LA NACION.-14 de marzo de 2021.-Alejandro Horvat.- - La vida que se llevaba era ordenada, rutinaria y había que adaptarse.Para ingresar pedían un ajuar mínimo y buena conducta, en su defecto debían volver a sus hogares. - A las 7 suenan el despertador era un reigioso que encendía las luces y batía las manos en el medio del pasillo; caminaba 15 metros ida y vuelta. A quien no se levantaba o remoloneaba le tironeaba el cubrecama y la cobija para despertarlo y levantarse. A las 7.3O formación en fila, distanciados para realizar 15 minutos de Ejercicios físicos en el patio a cielo abierto. Si hacía muichos frío o llovía formábamos en una larga galería. Pasábamos a la iglesia de 7.45 a 8.15 para las oraciones y Misa. La segunda etapa era el desayuno de 8.15 a 8.3Oy 7.50 van al colegio hasta el mediodía. De 12 a 13 es tiempo libre, a las 13 almuerzan y 13.30 vuelven a clases hasta las 16.45, hora del té. A las 17 los estudiantes pueden relajarse o practicar algún deporte, aprender un instrumento o tomar lecciones de arte. Pero a las 19 deben volver a concentrarse en el estudio. A las 20 se cena. 20.30 comienza un nuevo momento de estudio o “tiempo silencioso”, en el que debe haber un ambiente calmo en todo el edificio, y a las 22 se apagan las luces. Esta es la rutina diaria. En el St George´s College, en Quilmes, el único colegio privado y pupilo que queda en la Argentina, hay muchas reglas. Ahora, por la pandemia de coronavirus, se sumaron algunas más. El St George´s College, de Quilmes, tuvo que modificar sus protocolos por la pandemia Gentileza: St George´s College Son las 9.30. La casa principal, que es donde hoy viven los residentes, fue construida en 1929. Si se la mira de frente, el camino de ingreso se abre paso entre dos porciones de pasto que fueron podadas con esmero, árboles pequeños con formas bien definidas y algunas flores. Al levantar la vista, sobre el tejado, hay un campanario y un reloj con números romanos. De espaldas a la casa, se ven las dos enormes canchas de rugby. Está nublado. La escena tiene un marcado estilo inglés y no hay nada a la vista que pueda romper con la fantasía de estar en algún campus del Reino Unido. Según el ministerio de Educación de la Nación, si bien el St George´s College es el único colegio pupilo privado, aún quedan escuelas militares, religiosas, rurales o instituciones que están ubicadas en lugares de difícil acceso y que mantienen la modalidad de alternancia, es decir que los estudiantes se quedan algunos días o una semana en la escuela, o que cuentan con un albergue para que los alumnos se queden todo el año. Mateo tiene 14 años. Ingresó al St George´s College en la modalidad “flexi border”, esto quiere decir que podía quedarse a dormir en la institución de manera circunstancial. Según cuenta, entraba por dos días y luego volvía a la casa de sus padres, que son médicos. Este año se transformó en un residente semanal, duerme junto a sus compañeros desde el domingo o lunes hasta el viernes. “Mis padres no me pueden venir a buscar porque trabajan mucho, viven en Berazategui, pero están todo el tiempo trabajando. Igual me gusta estar acá, me adapté, en casa me aburro porque soy hijo único”. Las construcciones y el paisaje tienen un estilo británico Silvana Colombo Otra residente es Aurora, de 16 años. Su familia es de Coronel Pringles, provincia de Buenos Aires, un pueblo de alrededor de 20.000 habitantes a 525 kilómetros de la habitación donde hoy duerme con una compañera. Su padre es ex alumno del St George´s College. “Mi papá lo amó y quería que viva la experiencia. Yo me quedo todo el año acá, solo voy para allá los fines de semana largos o en vacaciones”. En total, el St George´s College tiene 840 alumnos de los cuales solo 34 son residentes. Estos deben ser estudiantes de sexto grado del primario en adelante. Leonardo Barceló, director de alumnos residentes, explica que antes la palabra pupilo tenía una connotación negativa, pero que ahora es “distinto”. En los últimos años hicieron muchos cambios. Por ejemplo, ahora, la casa de residentes es mixta, si bien hay un sector de varones y otro de mujeres, todos viven bajo el mismo techo. Silvana Colombo La estructura fue totalmente refaccionada en 2018. Los estudiantes cuentan con salas comunes con mesa de pool, ping pong, Play Station 4, entre otros divertimentos. Hay salas de estar y una biblioteca de madera estilo inglés de tamaño considerable. El campus tiene 28 hectáreas y cerca de 22 edificios, hay desde aulas y un sanatorio hasta la casa del director de la escuela o de otros integrantes que también conviven en el predio junto a los estudiantes. Ese es el caso de Barceló, que vive junto a su esposa y sus dos hijas en el campus. También conviven con los chicos, dentro de la casa de residentes, una profesora y un profesor. El lugar es muy agradable, pero el régimen es estricto: no se puede faltar a clases, salvo por un problema de salud, e incluso los fines de semana se deben respetar los horarios de las comidas y los alumnos hacen actividades artísticas o deportivas. Leonardo Barceló, director de alumnos residentes del St George´s College “El colegio pupilo es una modalidad que viene de la Edad Media, en donde los alumnos que provenían de otros lugares dormían en las instituciones. Luego, en el siglo XVII, la idea de que se aprende y se duerme en el mismo lugar tuvo que ver mucho con los jesuitas. Se pensaba en un lugar educativo que se diferencie del exterior. Dentro de la escuela se mantiene todo lo bueno para que el alumno lleve la bondad al exterior. También existía la idea de que el exterior corrompía. En los colegios pupilos, todo lo que pasa es educativo, no hay un momento en donde el alumno deja de ser alumno”, señala Pablo Pineau, doctor en educación y profesor titular regular de la cátedra de Historia de la Educación Argentina y Latinoamericana de la Universidad de Buenos Aires y docente en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). Según Pineau, en el siglo XIX, los colegios pupilos pasaron a estar relacionados con las clases más bajas, porque el colegio ofrecía un lugar donde dormir y alimento, pero también con las clases más altas, que de este modo se aseguraban que sus hijos se junten con otros del mismo nivel económico y social. El sanatorio que está dentro del Colegio St George, en Quilmes. El especialista explica que este tipo de instituciones empezaron a desaparecer porque ya no es necesario que el alumno recorra grandes distancias para ir a un buen colegio, ahora hay mucha más oferta. “Además, hubo grandes cambios culturales, ya no se percibe a la juventud como una etapa peligrosa y creció la idea de estar abiertos al mundo. También sucedía que en los internados masculinos los varones debían forjar su masculinidad con la formación militar, esta es una idea que, por suerte, también ha perdido fuerza”, agrega. El año pasado, el St George´s College tuvo que interrumpir con la modalidad que lo distingue desde 1898. A partir del 20 de marzo, cuando comenzó el aislamiento social obligatorio, los residentes tuvieron que volver de manera paulatina a sus casas. Esto no solo hizo que en este nuevo ciclo lectivo tengan que volver a acostumbrarse a dormir fuera de sus hogares, sino que, además, el colegio tuvo que implementar estrictos protocolos para volver a recibirlos. “Me había desacostumbrado a dormir acá, me daba un poco de miedo volver, pero igual quería venir. Siento que acá sos más independiente, te tenés que organizar con el estudio vos sola. Pero bueno, obvio que por la pandemia está el tema de los protocolos, que son incómodos, hay protocolo para ir al baño, para todo, una fiaca. Se usa el barbijo en todo momento, excepto en la habitación”, describe Aurora. Una de las salas comunes del St George´s College El protocolo que figura en la página web del St George´s College señala que en las habitaciones solo puede haber dos o cuatro personas, dependiendo del tamaño, y no podrán entrar otros estudiantes. Para facilitar la limpieza, los alumnos deben dejar sus pertenencias en los placares y, siempre que el clima lo permita, dejar las ventanas abiertas. A cada estudiante se le asignó una ducha, un inodoro y una bacha para higiene personal. Pero el protocolo no solo cambia la vida dentro del campus, sino que también las restricciones continúan cuando los alumnos vuelven sus casas. El texto dice lo siguiente: “Actividades que deberían ser evitadas tanto como sea posible: fiestas y eventos sociales con una gran cantidad de personas que no pertenezcan a la burbuja familiar, viajes o vacaciones a áreas congestionadas y quedarse a dormir en casas ajenas”. Alumnos del St George´s College Como el colegio funciona como una pequeña comunidad, el error de uno podría afectarlos a todos: “Cuando tomen decisiones, por favor piensen en el resto de la comunidad y recuerden que el Colegio no puede elegir cómo responder, sino que debemos seguir los protocolos que nos da el gobierno, incluso si eso significa poner en cuarentena a un grupo grande de estudiantes. Estoy seguro de que ninguno quiere ser responsable por esto por consecuencia de una fiesta o de quedarse a dormir en casas ajenas”, agrega el texto. A pesar de los protocolos y de no poder compartir la cotidianeidad del hogar con los padres, Fernanda Blanco, médica del St George´s College, resalta que sus hijos son los que le piden quedarse dentro de la institución: “No es ni un abandono ni una penitencia, mis hijos son alumnos del colegio y ellos mismos me piden de quedarse a dormir, acá están muy bien, contenidos y con amigos”. Una de las habitaciones en donde duermen los alumnos residentes del St George´s College Si bien este es el único colegio pupilo de la Argentina y, tal vez, a algunos padres esta modalidad no los atraiga, según James Belmonte Diver, director general del colegio, las instituciones pupilas están floreciendo en todo el mundo: “Cada vez hay más, debido a la economía global actual, donde los padres se mudan de país con mayor facilidad que nunca. En ese contexto, los colegios con modalidad residencial brindan estabilidad y un lugar para que los niños echen raíces, aunque su familia esté en constante movimiento. Los colegios residenciales también ofrecen a los jóvenes la increíble oportunidad de desarrollar la responsabilidad, la independencia y un enfoque de mentalidad comunitaria, que a menudo falta en la vida de los jóvenes de hoy”. ................................................ .¿Cómo es la vida hoy en los colegios pupilos del país? Las experiencias de padres, alumnos y docentes que hablan sobre esta modalidad educativa que aún sobrevive; por qué se elige mandar a los hijos a este tipo de colegios LA NACION.- 24 de julio de 2014.- Verónica Dem "Mis papás se querían morir cuando les pedí ser pupila", dice Magdalena, ahora ya de 21 años, egresada hace cuatro delSt George´s College de Quilmes. Tenía once y estaba por empezar séptimo grado, sólo quería estar con sus tres amigas íntimas, que dormían en el colegio. Ella cuenta que trató de convencer a sus padres explicándoles que para ella era un problema levantarse a las cinco y media para esperar la combi, que recién la devolvía a su casa a las siete de la tarde y que le resultaba "divertido" probar. Su papá nunca aceptó la idea, pero su mamá se convenció después de hablar con un profesor de su hija. "Me dijo que confiara en el colegio, que iban a sacar lo mejor de Maggie y que la iba a ver feliz", recuerda Mariana. Esas palabras y un episodio de inseguridad vivido poco tiempo antes -habían secuestrado a su marido- la convencieron de que el pedido de su hija no era alocado. "Era más seguro que Maggie no fuera y volviera todos los días a casa, así que pese a todas las críticas de mi familia y a que lloré mucho cuando sola la fui a dejar, porque mi marido no quiso acompañarme, supe que era la decisión correcta". Magdalena tampoco olvida ese primer día. Un domingo de lluvia hizo la mudanza a la casa de pupilas (boarding, como la nombran en el colegio bilingüe). Entró en el "living" de la casona; ninguna de sus amigas se había quedado ese fin de semana así que sólo tuvo la compañía de una de las "guardianas", como llaman a las adultas que cuidan de las pupilas. "Esa noche no me pude dormir", recuerda. Ya al día siguiente, cuando la llamaron a las siete como para estar lista en su clase de las 8, revivió con sus amigas, a las que considera sus hermanas. Con ellas compartió seis años de clases, de tardes de running, de tereré en los jardines, de películas o conciertos en el salón, de cumpleaños y hasta alguna penitencia. Gentileza St George College - Archivo Los colegios pupilos como el St George Collegetuvieron su esplendor en la Argentina a mediados del siglo pasado. Ahora, con regímenes más permisivos (la mayoría de los internados se queda en el colegio de lunes a viernes), el pupilaje sigue siendo una opción por la que muchos optan. Algunos lo eligen para tener más controlados a sus hijos, otros para asegurarse una educación en ciertos valores, o por tradición, o para tener garantías de excelencia académica, también por el dominio de la cultura y el idioma inglés, para que adquieran disciplina militar apuntan los padres y expupilos que hablaron con LA NACION sobre esta modalidad educativa. Pupilo rural Cuando Mario Cerutti vivía en el campo, en el sur de Córdoba, sus padres decidieron que él y sus cuatro hermanos harían el secundario con el régimen de internado en la escuela agrotécnica salesiana San Ambrosio. "Me llevaron ahí. Entré en marzo y no volví hasta Semana Santa. De ahí, a vacaciones de julio, luego para el día de la madre y Navidad", repasa el régimen que cumplió desde los once a los dieciocho años. "Eran 30 ó 40 días que no volvías a tu casa. Al principio me costaba sobre todo porque extrañaba a mi mamá y no había preceptoras, sólo hombres", recuerda. Eran 30 ó 40 días que no volvías a tu casa. Al principio me costaba sobre todo porque extrañaba a mi mamá y no había preceptoras, sólo hombres. Luego se fue acostumbrando y los salesianos pasaron a ser su familia de amaneceres tempranos y largas jornadas de estudio, trabajo y deporte. Ordeñaban vacas, manejaban cosechadoras, aprendían a preparar queso, dulce de leche y pan casero (que luego comían ellos y también comercializaban), además de las clases teóricas de cualquier agrotécnico. "Cuando tuve que ir a la universidad no me costó para nada el régimen de estudio, porque ya tenía el hábito incorporado. Teníamos nuestra hora de estudio en silencio antes de la cena y a las diez y media de la noche estaba mosca todo el mundo". Dice que tampoco extrañó a su familia cuando se fue a estudiar Veterinaria. "Veía a compañeros míos, grandotes de 18 años, que extrañaban. Eso no me pasó nunca", dice. Su amor por el colegio y por la docencia lo llevó a quedarse como profesor en la escuela, donde también manda a sus dos hijos varones. -¿Cómo son los colegios pupilos por dentro, qué disponibilidades tienen para los internos?. Gentileza St George College Al cabo Daniel Limachi fue su mamá, personal civil del ejército en Salta, la que lo incentivó para que estudiara como pupilo en el Liceo Militar en Buenos Aires. Sin mucha opción, emigró desde el norte a cursar el secundario a 1500 kilómetros de su casa. "Y…se extraña. No es fácil de tolerar", dice. Ahora, como suboficial oficinista en elColegio Militar, informa que hay 1368 cadetes pupilos estudiando la licenciatura en Enfermería o Cadete de armas. La demanda de interesados es sostenida y cada año algo más de mil jóvenes son evaluados como aspirantes. "En mis épocas de pupilo alquilábamos un departamento con otros chicos como para pasar ahí el fin de semana porque no nos podíamos ir a nuestra casa: no nos daba ni el tiempo ni la plata", dice. Cuando relata la rutina que tienen los pupilos en el Colegio Militar recuerda la propia en el Liceo. Hay que levantarse a las 6, desayunar, estudiar, almorzar y por la tarde instrucción militar: práctica de desfile, uso de armamentos y movimientos básicos. De 18 a 20 es el período de descanso -pueden hablar con sus compañeros, usar celulares o computadoras, ver televisión- hasta que se sirve la cena. Les ordenan las actividades para el día siguiente y a dormir, nunca después de las 22. Cuestión de afecto La doctora en educación e investigadora de Conicet Silvina Girtz señala que cuando un chico tiene familia, incluso monoparental, lo recomendable es que no se delegue la crianza en la escuela. "Para crecer bien a los chicos no sólo hay que educarlos en temas académicos sino también darles mucho afecto. Por eso la familia es un pilar central", señala. Aclara que no es una crítica a los tutores de los colegios pupilos. "Quizá los tutores den todo el cariño que pueden, pero no es el mismo vínculo el que puede establecer con la familia que en un colegio pupilo", contrasta. Su consejo siempre es "menos institución y más familia". La psicóloga Eva Rotenberg, autora del libro Hijos difíciles-padres desorientados, coincide en que la situación ideal es la de los hijos que diariamente regresan al hogar a encontrarse con sus padres. Pero esto no siempre es así. "Para muchas familias los colegios pupilos son una ‘solución’ ya sea porque han perdido autoridad y creen que ésta será la última oportunidad de encarrilar a sus hijos o porque deben trabajar o porque simplemente no tienen paciencia", comenta. Gentileza St George College El director (headmaster) del St George, Derek Pringle, 57 años, recibe a LA NACION en la casa en la que vive dentro del predio del colegio. La puerta vidriada de su oficina da a una galería también vidriada; al final, un asador; más allá, el parque verde. En un español aprendido hace 30 años, pero que nunca será su original inglés, explica que está de acuerdo en la importancia de la familia, pero su experiencia frente a este colegio británico le muestra que cada vez son más las familias desintegradas. "Muchos padres de nivel socio económico alto creen que comprando cosas para sus hijos es lo mejor que pueden hacer por ellos. Entonces ellos tienen en su cuarto pantallas gigantes, ipod, laptop pero no comen juntos, no conversan. Son los casos en los que en vez de reproducir la situación familiar es en el colegio la primera vez que les damos un ambiente hogareño". De todos modos, los pupilos son minoría en la escuela que dirige: 50 sobre una matrícula de 840. Reconoce como un desafío dar el soporte afectivo para los pupilos. "Los que acompañan lo hacen lo mejor que pueden pero no pueden estar todo el tiempo con cada uno. Es más problemático con los varones que con las chicas, porque ellos al ser varones no hablan de sus sentimientos. Entonces uno les dice: ¿Estás bien? Sí, sí, estoy bien. Pero eso no quiere decir que estén bien". A dos de las nenas, todas las noches las despido con un beso y un abrazo. Al tema del cariño lo manejo según la receptora. Hay chicas más independientes y otras más mimosas. Si me piden un abrazo lo van a tener, pero yo no soy cargosa "Hello, miss!", responden los alumnos al saludo de una administrativa en un pasillo cercano a la recepción. Viviana Pérez, a cargo de las admisiones y de las chicas pupilas, vive en el predio de 27 hectáreas de este colegio de más de cien años que alberga desde jardín de infantes hasta estudiantes secundarios y que tiene, además, canchas de distintos deportes (incluido el cricket), piletas de natación, gimnasio, comedor, sanatorio, capilla, auditorio, bar. "Es como un country", bromea. Explica el concepto de la escuela y dice que deja afuera a familias que confunden el pupilaje con un castigo; tampoco reciben a chicos que no quieran estar allí. "La idea es que el pupilaje les dé una cierta independencia pero supervisada para cuando tengan que salir a la calle, a la universidad", dice. Los chicos estudian, practican deportes, tienen momentos de ocio y también duermen en las escuelas pupilas. Gentileza St George College 1 de 16 El perfil de alumnos es el de hijos de empresarios, abogados, médicos, agropecuarios con alto poder económico. Hay familias del interior del país, también de otros países que están por trabajo en la Argentina o que por sus ocupaciones se trasladan con frecuencia y prefieren que sus hijos tengan un lugar de pertenencia en el colegio. "A dos de las nenas, todas las noches las despido con un beso y un abrazo. Al tema del cariño lo manejo según la receptora. Hay chicas más independientes y otras más mimosas", dice. "Si me piden un abrazo lo van a tener, pero yo no soy cargosa". Viviana dice que uno de los momentos que más disfrutan las chicas es la merienda en la casa. En la heladera comunitaria hay varios paquetes de pan lactal, una decena de yogures y un dulce de leche de un kilo. "Ellas se preparan sus tostadas, su té, conversan todas juntas", dice. Viviana también comparte el fin de semana con las que se quedan: van al cine, a tomar un café o al centro comercial de Avellaneda. "Un fin de semana que nos quedamos con una nena solas llevamos al gato al veterinario, es un gato que encontró una de ellas y está ciego. Lo re quieren las nenas". La directora del colegio primario Divina Pastora,Rita Darrechón, un colegio pupilo que aloja a alumnos de riesgo socio-educativo, dice que el intento es "ser una familia de 112 personas". El colegio está a 26 kilómetros de Miramar, 8 de los cuales son por tierra. En algunos casos son hogares pobres, con padres ausentes o que viven violencia doméstica. Además de las clases, los chicos tienen talleres de danza, huerta y cría de gallinas. Darrechón reconoce que se apoyan en la formación religiosa para acompañar a los chicos: la jornada de enseñanza de ocho horas se amplía con una de catequesis y la asistencia obligatoria a una misa semanal. El rector de la escuela agrotécnica de San Ambrosio, Juan José Miras, también encuentra un sostén en la religión. "Acá conviven jóvenes de las familias más desfavorecidas con otros de familias ricas, hijos de peones y de estancieros. Se trabaja la vida comunitaria de igualdad ante los ojos de Dios, es una mirada de convivencia armónica", dice. El colegio tiene capacidad para 170 varones pupilos, todos los años está completo el cupo y los inscriptos cada primer año duplican la cantidad de lugares disponibles. Dos grandes salones con 80 camas son las habitaciones que se ocupan de generación en generación desde 1953. Volver a casa "Una de las cosas que extrañaba al principio era la privacidad. Iba al baño y todos te escuchaban", cuenta Maggie. "Después se me fue la vergüenza y pude vivirlo como en una familia". Los baños de las chicas recuerdan a los de un camping, aunque bien cuidado y con cortinas en tonos de rosa. Arriba de la pared divisoria de las duchas, el pote de champú de cada pupila identifica su box. Frente al gran espejo en los lavatorios hay un empotrado con estantes asignados a cada una: allí pueden verse sus cepillos de dientes, la pasta dental, alguna crema de manos. Maggie vuelve a decir que está "hiperagradecida" por los afectos y por el nivel académico del colegio. Para su mamá, Mariana, también es importante escuchar a su hija contenta. "Ese domingo que la dejé a Maggie, cuando nos estábamos despidiendo, abrazándonos muy fuerte y llorando las dos le dije: ‘Si fue la decisión correcta, algún día hacémelo saber, por favor. Y, si me equivoqué, también’. Cuando terminó el colegio estábamos yendo al boarding para buscar su equipaje, me abrazó y me dijo: ‘Mami, gracias por haberme dado la oportunidad de ser pupila. Fui la persona más feliz del mundo en este colegio". Para Mariana fue importante vivirlo y, ahora, contarlo. Verónica Dema, .................................................................

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