El Dr. Cosme Argerich, en Bs.As. -15-04-2020.-

A PROPÓSITO DEL CORONAVIRUS

- Por Roberto L. Elissalde *

"Al Argerich"

En plena pandemia nos referimos a los hospitales más que habitualmente. En esta nota, el autor 
refresca la biografía de un personaje que merece ser más conocido.
Otra vez, amables lectores, nos referiremos a un individuo al que mucho se lo men
ciona por su apellido pero que vale la pena conocer más a fondo: el doctor Cosme Argerich.
Nació en Buenos Aires el 26 de setiembre de 1758 y dos días después fue bautiza
do en la iglesia de la Merced. Era el hijo mayor de los 18 que tuvo su padre, el coronel y cirujano de los Reales Ejércitos don Francisco Argerich y Batalla, natural de Lérida, en España, que había llegado a nuestra ciudad en 1755 y dos años más tarde estaba casado con la porteña María Josefa del Castillo Burgués, que además
de vincularlo con la sociedad de la época le engendró una extensa descendencia, como se dijo.

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Con pocos recursos hizo sus primera instrucción en España, donde cursó estudios
 en la prestigiosa Escuela de Ciencias Médicas de Cervera, en Cataluña. De allí regresó en 1788 a su ciudad natal con el diploma bajo el brazo y del otro, con su mujer, doña Margarita Martí, quien a su vez traía en los suyos a Francisco Cosme. Precedido de tan valiosa formación, y con el prestigio que había adquirido en el ejercicio de la profesión en Barcelona, cuya Academia de Medicina lo habría de nombrar en 1791 académico correspondiente, en Buenos Aires se le abrieron todas las puertas.
Fue médico del Colegio de Huérfanos y primer examinador del Tribunal de Protomedicato, cargo que había ocupado su padre, preocupándose por la higiene de la ciudad, ya que le tocó actuar en las epidemias de viruela de 1788, 1794 y 1796. Desarrolló una vasta carrera dentro de esa institución a lo largo del tiempo, ya en tiempos de los virreyes como después de la Revolución de Mayo.

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Atento a la sanidad, en el Telégrafo Mercantil publicó en 1801 un artículo sobre las ventajas de la inoculación de la vacuna. En 1804 se fundó la Junta de Sanidad que integró con el doctor Miguel Gorman, entidad que estaba destinada “no a conser
var la vida de los habitantes, sino a precaver los males de que puede ser asaltada”,
 lo que nos revela el sentido de la medicina preventiva de la que tanto se habla en 
el presente.
En las invasiones británicas actuó al frente de 17 discípulos médicos y cirujanos, y fue médico jefe del Hospital de la Caridad, atendiendo sin descanso durante trece días a los heridos en esas jornadas, como lo apuntamos en un trabajo conjunto con el prestigioso médico oriental Martín Moszowicz en ocasión del bicentenario de aquellas jornadas. Mientras tanto formaba a los alumnos en anatomía, fisiología, cirugía, química y terapéutica, convirtiéndose en uno de los profesionales con Agustín Fabre de mayor prestigio en la capital del Virreinato.

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Argerich concurrió al Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 y votó por el cese
 del virrey Baltazar Cisneros. Al año siguiente se le confió la dirección de la Escue
la de Medicina y Cirugía, que en 1813 se convirtió en el Instituto Médico Militar.
De su primer matrimonio nacieron cinco hijos, y viudo en 1794 al año siguiente se casó con Juana López Camelo, con la que tuvo catorce hijos. Muchos de sus descendientes se destacaron en la medicina, incluyendo a su hijo Francisco Cosme, de larga trayectoria, médico en el combate de San Lorenzo, y Juan A. Argerich, que actuó en las epidemias de 1867 y 1871.

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Cosme Argerich falleció hace 200 años un 14 de febrero de 1820 y sus restos fueron sepultados en el convento de San Francisco y trasladados a la Recoleta el 27 de setiembre de 1823. Un hospital de la ciudad y el Hospital Militar Central llevan su nombre. El bicentenario de su muerte pasó en el silencio, quizás por la canícula o más seguro por el olvido a los grandes hombres: ni la Ciudad ni el Ejército, que sepamos, lo evocaron. Ni una nota, pero hoy el coronavirus hace que rescatemos a este porteño ejemplar, uno de esos personajes de “segunda fila”, como con acierto los llamó Félix Luna.
* Historiador. Académico de número y vicepresidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación

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