Las Islas Malvinas. Aniversario. - 04 - 04 - 2020.-

Las Islas Malvinas. Aniversario. - 02-04-2020.-
 Aquella guerra que negamos
Abel Posse
Los argentinos están tan quebrados que ven mal la guerra que les permitió pisar su propio territorio usurpado.
Habíamos reclamado durante siglo y medio. Por fin se produjo: el dos de abril nos despertamos pisando el suelo volcánico de nuestras Malvinas después de un ciclo de dieciséis años de chicanas británicas, desde que se recomendó por aplastante mayoría mundial la correspondiente descolonización.
Fue una operación militarmente admirable (aunque estas cosas no conviene decirlas en Argentina en voz alta). Se aprovechó en forma brillante el factor sorpresa en tiempos de descarado espionaje satelital y del otro.
La reacción de entusiasmo nacional fue triunfalista y casi unánime. La acción liberadora fue aplaudida por nueve de cada diez dirigentes políticos, sindicales y opinativos. Sería bueno que el lector recorriese los diarios de esos días altos y vibrantes. Se reconocía que era una guerra justa realizada con una acción fulmínea, sin costo de vidas británicas.
El entusiasmo se extendió por toda nuestra América. Recuerde lector: Pierina Dealessi, los donativos y colectas de oficina, el postre Malvinas, las señoras de Barrio Norte tejiendo los pulóveres marciales, aquellos gritos en las redacciones y en los cafés cuando se hundía el Sheffield o a algún otro exponente de la perfidia inglesa. (Fue el único grito que superó a algún gol de Maradona en el Mundial). Se aclamó a Galtieri en la Plaza de Mayo y fuera de ella. El acto de fuerza justiciera y nacional se sobrepuso a la conducción de una dictadura cuya “guerra antisubversiva” también era apoyada tácitamente por una mayoría significativa de políticos, sindicalistas y gente de prensa. En todo caso, en aquellos días esto no frenó el entusiasmo y la cohesión nacional. Hoy, dada nuestra doblez, resulta difícil recordar que nuestra explosión fue de país sano y fuerte. Una reacción honestamente patriótica que dejaba en el plano secundario la ilegitimidad esencial de poder. En el plano latinoamericano, nuestra guerra cobró una dimensión fundacional, en el sentido de asentar una conciencia de cultura y de sentimiento solidarios que nos parecía ya parte del sueño bolivariano.
Pronto la fiesta de la guerra viró en contra de nuestra inexperiencia. La táctica de “las tres banderas” era una sutileza inaplicable para nuestra euforia de advenedizos del azar bélico. Londres arruinó las posibilidades de paz con el criminal hundimiento del General Belgrano.
Nuestros pilotos navales y de la aeronáutica conmovieron al mundo con sus proezas. Pero el aparato de la conducción militar siguió estúpidamente dividido. El comandante en las islas que había jurado vencer o morir, terminó rindiéndose. (¡Pasarse la vida imaginando un destino de deber y gloria y terminar firmando con bolígrafo rebelde!) Los ingleses habían conseguido de los norteamericanos el arma clave para acabar en horas con nuestra aeronáutica. El hundimiento del Belgrano por un submarino nuclear puso en evidencia nuestra endeblez en indecisión en el arma naval. Este hecho concluyó con las esperanzas de soluciones diplomáticas. (Los ingleses demostraban que siguen a Churchill: en la guerra, determinación...).
Después, la enfermedad argentina: dicen avergonzarse de semejante hecho, lloran oblicuamente y fuera de fecha a sus muertos, descubren que los gobiernos eran de facto y dictadores. Se olvidan minuciosamente de aquel aquello... Es la Argentina pequeña, incapaz de reconocer sus pasiones y su euforia, incapaz de concederles la palabra gloria a sus muertos por la Patria. Tan eufóricos en aquellas victorias como ambiguos después de la derrota.
La más grave del episodio Malvinas no es haber perdido lo que con el tiempo sólo será una batalla, sino esto, la enfermedad de no saber defender lo que hicimos con la frente alta y júbilo de justos combatientes y casi andar susurrando disculpas a los usurpadores, los enemigos...
Ahora se prefiere creer que es la guerra de Galtieri y los militares y no la guerra de la Argentina. Es como si en Francia el honor nacional estuviese en manos del autócrata de turno: Colbert, Richelieu, Louis XIV, Napoleón o De Gaulle.
En el tema Malvinas (causa nacional y guerra apoyada unánimemente por el pueblo) se patentiza la enfermedad de la hipocresía argentina. Un país que parece estar sustituyendo la osatura que lo hizo ser, por la viscosidad complaciente de los cartílagos.
Abel Posse. De su libro Argentina. El gran viraje.

No hay comentarios:

Publicar un comentario