4º Domingo de Pascua DOMINGO DEL BUEN PASTOR.
( Juan 10, 1-10)- 3 de Mayo 2020.-
Qué hermoso evangelio el de este cuarto domingo de Pascua, donde Jesús se presenta bajo la figura del Buen Pastor, no solo a modo de una parábola, sino que se identifica con este personaje, con el que también se lo identifica a Dios mismo en el conocido Salmo 23: “El Señor es mi pastor, nada me falta…” Describo brevemente cuál era la tarea de un pastor con sus ovejas. En ese tiempo había muchos rebaños de ovejas, ya que además de la carne, su lana era hasta hace poco, un material indispensable para la indumentaria (no existían el poliéster, ni siquiera el algodón).
Cada rebaño tenia su pastor, algunos eran los mismos dueños, y otros pastores asalariados, trabajando para el dueño y recibir su salario. El trabajo del pastor requería su dedicación desde la mañana hasta la noche, porque tenía que llevar a las ovejas adonde había suficiente pasto y además tenía que estar atento para cuidarlas y protegerlas de animales como lobos, zorros, águilas, y también de los infaltables ladrones, que saben aprovechar cualquier descuido para llevarse alguna oveja. De noche las encerraba en el corral, que a veces albergaban varios rebaños, y uno de los pastores hacía de guardia junto al corral. Por la mañana cada pastor se asomaba a la puerta del corral, y llamaba a sus ovejas, que al conocer su voz, salían y lo seguían inmediatamente .
Hoy prácticamente no hay este tipo de pastores; el encargado abre la puerta del corral, y va arriando a las ovejas después que salen, y las deja en el campo, y por la tarde las busca y las lleva al corral. La imagen del pastor y las ovejas, representa maravillosamente la misión de Jesús y nuestra relación con El. El buen pastor, llama a cada oveja por su nombre: así Jesús nos conoce a cada uno personalmente, porque nos ama, y nos llama dulcemente a seguirlo. No hay mejor manera de conocer a alguien, que amándolo de veras. Como el buen pastor, Jesús “camina delante de nosotros”, y los que conocen su voz, lo siguen con plena confianza, (como lo dice el Salmo), sabiendo que nos acompañará adonde encontremos el alimento que necesitamos, sobre todo para crecer en nuestra vida espiritual.
Cabe preguntarnos si somos de veras sus ovejas, si conocemos su voz y lo seguimos, o por el contrario, si no la distinguimos de las otras voces que nos llaman y seducen en la vida, terminaremos por seguir al ladrón, cuyo único interés es aprovecharse de nosotros para su propio provecho, pero cuando viene el lobo, nos abandona y huye. Las ovejas no siguen a un desconocido…. Nosotros a veces , sí. Como el buen pastor, Jesús se preocupa para que tengamos una vida plena, no vacía o enferma. Por eso dice que vino para que tengamos vida, y vida en abundancia. La vida se mantiene con el alimento, y Jesús mismo se nos da como alimento, en el Pan de la Eucaristía, Dio su vida por nosotros, como el buen pastor da su vida por sus ovejas, para que podamos participar de su Vida Divina que recibimos en el Bautismo, y mediante la Gracia, no solo vivir con Dios, sino “vivir en Dios”. Esta es la Vida en abundancia que nos trajo, la Vida eterna que nos da, y de la que gozaremos por toda la eternidad. Podríamos decir: “ Esto sí que es Vida !” .
Además de identificarse con el Buen Pastor, Jesús también dice que” El es la Puerta por donde entran las ovejas”. Por esa puerta también entran los otros pastores. El que no lo es, salta por el tapial, para robar. El que entra por la puerta, que es Jesús, se salva. No así los que quieran entrar al Reino de los cielos por puertas engañosas. Jesús también se preocupó para dejarnos pastores que colaboraran con El en el cuidado de su rebaño. Lo hizo primeramente llamando a los Apóstoles, y les enseñó el “oficio”, preparándolos para esta misión. Lo expresó claramente después de su Resurrección, cuando le confió a Pedro el cuidado de si rebaño. Insistió tres veces para quitar toda duda, frente a los demás discípulos: “Apacienta mis ovejas, apacienta mis corderos”.
De ahí que a los sucesores de Pedro y los Apóstoles, los llamamos Pastores. Por eso la Iglesia nos invita hoy a pedir al Señor por nuestros Pastores, el Papa, los obispos y los sacerdotes, para que sean Buenos Pastores del rebaño en su Iglesia, y pedir también por los que se están formando y preparando para esta misión, en los Seminarios. La Iglesia nos invita también a rezar por las vocaciones sacerdotales, pidiendo al dueño del campo que envíe trabajadores a su mies: “la cosecha es abundante, pero los obreros son pocos…” y además nos dice:”son muchos los llamados, pero son pocos los elegidos”. Dios no deja de llamar a tantos jóvenes para esta misión pastoral, pero no siempre encuentra en ellos la generosidad y la confianza que se necesita para responder y colaborar con el Buen Pastor, va escaseando cada vez más la oración y la capacidad de renuncia a la comodidad y al dominio de sí mismo.
Todos somos responsables y tenemos parte en esto, porque con nuestra oración Dios puede abrir el corazón de los llamados. Que Jesús nuestro Buen Pastor, bendiga su familia y los acompañe en este día. P.Pablo Kolomi
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Domingo 03 - V - 2020 - IV Pascua (A)
DOMINGO DEL BUEN PASTOR
+ LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 10, 1-10.- Dgo. 3 de Mayo-2020.-
En aquel tiempo, dijo Jesús:
-«Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.»
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
-«Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y, salir, Y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»
Palabra de Dios.
( Juan 10, 1-10)- 3 de Mayo 2020.-
Qué hermoso evangelio el de este cuarto domingo de Pascua, donde Jesús se presenta bajo la figura del Buen Pastor, no solo a modo de una parábola, sino que se identifica con este personaje, con el que también se lo identifica a Dios mismo en el conocido Salmo 23: “El Señor es mi pastor, nada me falta…” Describo brevemente cuál era la tarea de un pastor con sus ovejas. En ese tiempo había muchos rebaños de ovejas, ya que además de la carne, su lana era hasta hace poco, un material indispensable para la indumentaria (no existían el poliéster, ni siquiera el algodón).
Cada rebaño tenia su pastor, algunos eran los mismos dueños, y otros pastores asalariados, trabajando para el dueño y recibir su salario. El trabajo del pastor requería su dedicación desde la mañana hasta la noche, porque tenía que llevar a las ovejas adonde había suficiente pasto y además tenía que estar atento para cuidarlas y protegerlas de animales como lobos, zorros, águilas, y también de los infaltables ladrones, que saben aprovechar cualquier descuido para llevarse alguna oveja. De noche las encerraba en el corral, que a veces albergaban varios rebaños, y uno de los pastores hacía de guardia junto al corral. Por la mañana cada pastor se asomaba a la puerta del corral, y llamaba a sus ovejas, que al conocer su voz, salían y lo seguían inmediatamente .
Hoy prácticamente no hay este tipo de pastores; el encargado abre la puerta del corral, y va arriando a las ovejas después que salen, y las deja en el campo, y por la tarde las busca y las lleva al corral. La imagen del pastor y las ovejas, representa maravillosamente la misión de Jesús y nuestra relación con El. El buen pastor, llama a cada oveja por su nombre: así Jesús nos conoce a cada uno personalmente, porque nos ama, y nos llama dulcemente a seguirlo. No hay mejor manera de conocer a alguien, que amándolo de veras. Como el buen pastor, Jesús “camina delante de nosotros”, y los que conocen su voz, lo siguen con plena confianza, (como lo dice el Salmo), sabiendo que nos acompañará adonde encontremos el alimento que necesitamos, sobre todo para crecer en nuestra vida espiritual.
Cabe preguntarnos si somos de veras sus ovejas, si conocemos su voz y lo seguimos, o por el contrario, si no la distinguimos de las otras voces que nos llaman y seducen en la vida, terminaremos por seguir al ladrón, cuyo único interés es aprovecharse de nosotros para su propio provecho, pero cuando viene el lobo, nos abandona y huye. Las ovejas no siguen a un desconocido…. Nosotros a veces , sí. Como el buen pastor, Jesús se preocupa para que tengamos una vida plena, no vacía o enferma. Por eso dice que vino para que tengamos vida, y vida en abundancia. La vida se mantiene con el alimento, y Jesús mismo se nos da como alimento, en el Pan de la Eucaristía, Dio su vida por nosotros, como el buen pastor da su vida por sus ovejas, para que podamos participar de su Vida Divina que recibimos en el Bautismo, y mediante la Gracia, no solo vivir con Dios, sino “vivir en Dios”. Esta es la Vida en abundancia que nos trajo, la Vida eterna que nos da, y de la que gozaremos por toda la eternidad. Podríamos decir: “ Esto sí que es Vida !” .
Además de identificarse con el Buen Pastor, Jesús también dice que” El es la Puerta por donde entran las ovejas”. Por esa puerta también entran los otros pastores. El que no lo es, salta por el tapial, para robar. El que entra por la puerta, que es Jesús, se salva. No así los que quieran entrar al Reino de los cielos por puertas engañosas. Jesús también se preocupó para dejarnos pastores que colaboraran con El en el cuidado de su rebaño. Lo hizo primeramente llamando a los Apóstoles, y les enseñó el “oficio”, preparándolos para esta misión. Lo expresó claramente después de su Resurrección, cuando le confió a Pedro el cuidado de si rebaño. Insistió tres veces para quitar toda duda, frente a los demás discípulos: “Apacienta mis ovejas, apacienta mis corderos”.
De ahí que a los sucesores de Pedro y los Apóstoles, los llamamos Pastores. Por eso la Iglesia nos invita hoy a pedir al Señor por nuestros Pastores, el Papa, los obispos y los sacerdotes, para que sean Buenos Pastores del rebaño en su Iglesia, y pedir también por los que se están formando y preparando para esta misión, en los Seminarios. La Iglesia nos invita también a rezar por las vocaciones sacerdotales, pidiendo al dueño del campo que envíe trabajadores a su mies: “la cosecha es abundante, pero los obreros son pocos…” y además nos dice:”son muchos los llamados, pero son pocos los elegidos”. Dios no deja de llamar a tantos jóvenes para esta misión pastoral, pero no siempre encuentra en ellos la generosidad y la confianza que se necesita para responder y colaborar con el Buen Pastor, va escaseando cada vez más la oración y la capacidad de renuncia a la comodidad y al dominio de sí mismo.
Todos somos responsables y tenemos parte en esto, porque con nuestra oración Dios puede abrir el corazón de los llamados. Que Jesús nuestro Buen Pastor, bendiga su familia y los acompañe en este día. P.Pablo Kolomi
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Domingo 03 - V - 2020 - IV Pascua (A)
DOMINGO DEL BUEN PASTOR
+ LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 10, 1-10.- Dgo. 3 de Mayo-2020.-
En aquel tiempo, dijo Jesús:
-«Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.»
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
-«Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y, salir, Y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»
Palabra de Dios.
NUEVA RELACIÓN CON JESÚS – JOSÉ ANTONIO PAGOLA
En las comunidades cristianas necesitamos vivir una experiencia nueva de Jesús reavivando nuestra relación con él. Ponerlo decididamente en el centro de nuestra vida. Pasar de un Jesús confesado de manera rutinaria a un Jesús acogido vitalmente. El evangelio de Juan hace algunas sugerencias importantes al hablar de la relación de las ovejas con su Pastor.
Lo primero es “escuchar su voz” en toda su frescura y originalidad. No con fundirla con el respeto a las tradiciones ni con la novedad de las modas. No dejarnos distraer ni aturdir por otras voces extrañas que, aunque se escuchen en el interior de la Iglesia, no comunican su Buena Noticia.
Es importante sentirnos llamados por Jesús “por nuestro nombre”. Dejarnos atraer por él personalmente. Descubrir poco a poco, y cada vez con más alegría, que nadie responde como él a nuestras preguntas más decisivas, nuestros anhelos más profundos y nuestras necesidades últimas.
Es decisivo seguir a Jesús. La fe cristiana no consiste en creer cosas sobre Jesús, sino en creerle a él: vivir confiando en su persona. Inspirarnos en su estilo de vida para orientar nuestra propia existencia con lucidez y responsabilidad.
Es vital caminar teniendo a Jesús “delante de nosotros”. No hacer el recorrido de nuestra vida en solitario. Experimentar en algún momento, aunque sea de manera torpe, que es posible vivir la vida desde su raíz: desde ese Dios que se nos ofrece en Jesús, más humano, más amigo, más cercano y salvador que todas nuestras teorías.
Esta relación viva con Jesús no nace en nosotros de manera automática. Se va despertando en nuestro interior de forma frágil y humilde. Al comienzo, es casi solo un deseo. Por lo general, crece rodeada de dudas, interrogantes y resistencias. Pero, no sé cómo, llega un momento en el que el contacto con Jesús empieza a marcar decisivamente nuestra vida.
Estoy convencido de que el futuro de la fe entre nosotros se está decidiendo, en buena parte, en la conciencia de quienes en estos momentos nos sentimos cristianos. Ahora mismo, la fe se está reavivando o se va extinguiendo en nuestras parroquias y comunidades, en el corazón de los sacerdotes y fieles que las formamos.
La increencia empieza a penetrar en nosotros desde el mismo momento en que nuestra relación con Jesús pierde fuerza, o queda adormecida por la rutina, la indiferencia y la despreocupación. Por eso, el Papa Francisco ha reconocido que “necesitamos crear espacios motivadores y sanadores... lugares donde regenerar la fe en Jesús”. Hemos de escuchar su llamada.
En las comunidades cristianas necesitamos vivir una experiencia nueva de Jesús reavivando nuestra relación con él. Ponerlo decididamente en el centro de nuestra vida. Pasar de un Jesús confesado de manera rutinaria a un Jesús acogido vitalmente. El evangelio de Juan hace algunas sugerencias importantes al hablar de la relación de las ovejas con su Pastor.
Lo primero es “escuchar su voz” en toda su frescura y originalidad. No con fundirla con el respeto a las tradiciones ni con la novedad de las modas. No dejarnos distraer ni aturdir por otras voces extrañas que, aunque se escuchen en el interior de la Iglesia, no comunican su Buena Noticia.
Es importante sentirnos llamados por Jesús “por nuestro nombre”. Dejarnos atraer por él personalmente. Descubrir poco a poco, y cada vez con más alegría, que nadie responde como él a nuestras preguntas más decisivas, nuestros anhelos más profundos y nuestras necesidades últimas.
Es decisivo seguir a Jesús. La fe cristiana no consiste en creer cosas sobre Jesús, sino en creerle a él: vivir confiando en su persona. Inspirarnos en su estilo de vida para orientar nuestra propia existencia con lucidez y responsabilidad.
Es vital caminar teniendo a Jesús “delante de nosotros”. No hacer el recorrido de nuestra vida en solitario. Experimentar en algún momento, aunque sea de manera torpe, que es posible vivir la vida desde su raíz: desde ese Dios que se nos ofrece en Jesús, más humano, más amigo, más cercano y salvador que todas nuestras teorías.
Esta relación viva con Jesús no nace en nosotros de manera automática. Se va despertando en nuestro interior de forma frágil y humilde. Al comienzo, es casi solo un deseo. Por lo general, crece rodeada de dudas, interrogantes y resistencias. Pero, no sé cómo, llega un momento en el que el contacto con Jesús empieza a marcar decisivamente nuestra vida.
Estoy convencido de que el futuro de la fe entre nosotros se está decidiendo, en buena parte, en la conciencia de quienes en estos momentos nos sentimos cristianos. Ahora mismo, la fe se está reavivando o se va extinguiendo en nuestras parroquias y comunidades, en el corazón de los sacerdotes y fieles que las formamos.
La increencia empieza a penetrar en nosotros desde el mismo momento en que nuestra relación con Jesús pierde fuerza, o queda adormecida por la rutina, la indiferencia y la despreocupación. Por eso, el Papa Francisco ha reconocido que “necesitamos crear espacios motivadores y sanadores... lugares donde regenerar la fe en Jesús”. Hemos de escuchar su llamada.
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