ROSARIO EN 1860. Todo un problema.
La Ciudad del Rosario de Santa Fe, tal su denominación desde 1852, tenía una población cercana a los veinte mil habitantes. Ya su pujanza se notaba y el proyecto de gran ciudad, era una realidad. Como tal, había dejado de lado ciertas cosas del pasado; por ejemplo, la iluminación de sus calles con velas.
Ahora, en realidad desde 1855, sería el aceite de potro, el combustible que produciría la iluminación necesaria. Contaba con varios teatros, escuelas para niños y para niñas, sus lugares de esparcimiento como por ejemplo, la Casa de Loterías. La lotería de cartones, tómbola., que desde 1856 funcionaba en calle Aduana 141 (hoy, Maipú), donde los rosarinos jugaban un rato por las noches. Uno que otro reñidero de gallos, completaban la oferta lúdica.
Tenía sus librerías y a falta de cines, funcionaba el llamado “Gabinete Óptico”, que lámpara por medio permitía gozar de determinados paisajes o vistas. Dos periódicos mantenían informada a la población. “La Federación” y “El Progreso”, fundado ese año. Noticias y quejas de los vecinos, generalmente referidas a los del centro, que se extendía desde calle San Lorenzo hasta Mendoza y desde San Nicolás (hoy Alem) hasta Libertad (hoy Sarmiento). Fue la primera nomenclatura, obra de Estanislao Zeballos en 1853.
Entre esos artículos se destaca uno que publicó el 30 de mayo de 1860. Tema de cuidado, sin duda. Lo tituló, “Juego de bolitas” y su texto más que elocuente: Pide a la policía que ”evite el juego de bolitas que han establecido los muchachos ocupando las veredas interrumpiendo el paso de peatones y lanzando muchas veces palabras que es consiguiente aprender permaneciendo siempre en la calle.”
Es de imaginar a los atribulados rosarinos con semejante acto de barbarie urbana.
El típico "juego de las bolitas", entre niños.
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